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'FORZA ITALIA'

El magnate Silvio Berlusconi encabeza una tendencia hacia la derecha en las próximas elecciones italianas.

18 de abril de 1994

CUANDO LA SELECCION ITALIANA DE FUTbol se enfrenta a los rivales en casa, la fanaticada tiene un grito de guerra: ¡Forza Italia! No por otra razón el magnate Silvio Berlusconi llamó así al movimiento que fundó para hacer una entrada espectacular en la arena política peninsular. Ese hombre, que está considerado como el segundo industrial italiano después del dueño de FIAT, Gianni Agnelli, se perfila como el vencedor en las próximas elecciones parlamentarias del 27 de marzo, no tanto por su mensaje ideológico derechistá como por la enorme influencia de sus cadenas de televisión, su club de fútbol (el AC Milán), y su imperio de diarios y revistas. Si su movimiento tiene éxito, Berlusconi se convertiría en el próximo jefe de gobierno en la XII legislatura republicana.
Al producirse el lanzamiento de Berlusconi, en enero, los comentarios se centraron en su falta de coherencia ideológica. Muchos vincularon su recién adquirido entusiasmo por la brega política con la creciente deuda de sus empresas, y con la necesidad de tener aliados en el Parlamento cuando se revise la ley de televisión. Al fin y al cabo, el Partido Democrático de Izquierda (nuevo nombre del eurocomunismo italiano de Achille Ochetto) advirtió que, de tener mayoría, sólo autorizaría la existencia de dos cadenas nacionales de televisión, anuncio que Berlusconi entendió en lo personal, pues posee tres.
Según esa tesis, Berlusconi estaría pescando en río revuelto, luego de que el mayor escándalo de la vida republicana de Italia barrió virtualmente con todo vestigio de la antigua clase política dominante, que bajo la dirección de la hoy desaparecida Democracia Cristiana se mantuvo en el poder durante más de 30 años.
Otros comentarios se dirigieron contra la falta de tacto político del empresario, que causó toda clase de problemas entre la coalición de centro derecha, y produjo la escisión de los antiguos Demócratas Cristianos en dos facciones rivales, mientras hay quienes rechazan la entrada en esa coalición de la extrema derecha, lo que podría restarle votos.
Pero a pesar de las críticas, los últimos sondeos, publicados el viernes 11 de marzo, indican que la alianza que comanda podría ser la mayor fuerza en el nuevo Parlamento. Ello confirmaría el vuelco a la derecha del país en el que existió el mayor partido comunista del mundo occidental.
Sin embargo, la reforma electoral adoptada como parte de la limpieza del sistema político, abre interrogantes que hacen virtualmente imposible predecir con certeza el resultado. Por primera vez se votará con el sistema mayoritario uninominal para elegir al 75 por ciento de los 630 diputados y de los 315 senadores, mientras el resto lo será por el sistema de representación proporcional. Como no existen precedentes y por un voto se puede perder un candidato en los colegios electorales, es imposible decir con precisión quién tendrá la mayoría y por cuánto.
No obstante, sin considerar las cifras, la coalición armada finalmente por Berlusconi parece inatajable. Sus dos socios son Umberto Bossi, líder de la federalista Liga del Norte, y Gianfranco Fini, dirigente de la neofascista Alianza Nacional. Se trata, a pesar de sus posibilidades electorales, de una extraña alianza, pues el movimiento de Bossi actúa en función de las provincias ricas e industrializadas del norte, sin que la secesión esté por fuera de la agenda. Fini, en cambio, dirige un partido de raigambre sureña y nostalgia mussolinesca. Y el propio Berlusconi, con su extraño perfil de empresario convertido en político, no contribuye a darle coherencia al esquema.
Pero tienen en común una firme actitud anticomunista que puede rimar bien con los nuevos tiempos. De ahí que la izquierda, reunida alrededor de Ochetto, intente por todos los medios mantener el impulso obtenido en las elecciones municipales del año anterior. Eso puede ser posible o no, pero lo único cierto es que la intención de voto sigue favoreciendo a Berlusconi, con el 24 por ciento sobre el 19 de Ochetto.
Sea como fuere, Italia tendrá un Parlamento repleto de nuevos nombres, pues la gran mayoría de los prohombres habrá pasado a la historia. Pero no será una verdadera renovación política, sino un relevo. En efecto, los nuevos candidatos son en realidad políticos que hasta ahora estaban en segunda o tercera fila, bloqueados por el Parlamento blindado que impedía casi por completo el cambio. A no ser por la insólita presencia del empresario, en el nuevo Congreso italiano sería aplicable la frase lampedusiana de "cambiarlo todo para que nada cambie".