Home

Mundo

Artículo

FRANCIA

Francia: candidatos van a la caza de los ultranacionalistas

Aunque no sea presentable, el presidente Sarkozy y el socialista Hollande tienen que conquistar los numerosos votos de la xenófoba Marine Le Pen para alcanzar la presidencia de Francia.

28 de abril de 2012

A pesar de que sus padres son inmigrantes tunecinos, Sarah Jeddi no quiere ver más extranjeros en Francia, por lo menos no aquellos que, según ella, "le escupen a su país". Esta joven de 22 años, que vive en los suburbios parisienses junto a miles de expatriados, votó por la ultraderechista Marine Le Pen en la primera vuelta de las elecciones, como lo hicieron 6 millones y medio de franceses, una cifra jamás antes vista. ¿Sus razones? "Marine está contra la globalización, es anticapitalista y está contra Europa". Sus padres, por supuesto, no están de acuerdo, pero ella intenta justificar las propuestas de la presidenta del partido Frente Nacional (FN): "Dejar entrar más inmigrantes para explotarlos y abandonarlos, ¿eso es amor por el prójimo? Es mejor ser honesto y decir: no tengo nada para ofrecerles. Cuando solo tengo un pedazo de pan para darle a mis amigos, no les prometo caviar". 

Después de conocerse los resultados de la primera vuelta, los analistas no hacen más que intentar comprender a aquellos que le dieron el tercer lugar a Le Pen. ¿Quiénes son estos franceses que votan por esta abogada de 43 años que promete reducir en un 95 por ciento la inmigración legal, salir del euro e incluso restaurar la pena de muerte? Tradicionalmente pertenecen a la clase obrera, en general sensible al discurso populista de los partidos radicales. Pero en esta ocasión miles de jóvenes -es el caso de Sarah- habrían sido seducidos por las propuestas antisistema del FN, así como hombres y mujeres decepcionados de la política del presidente Nicolas Sarkozy y, en menor escala, del Partido Socialista (PS). La crisis, la reducción del poder adquisitivo y el sentimiento de inseguridad habrían fortalecido a la candidata. Todo eso sin contar a aquellos que simplemente ven en los extranjeros la razón de los problemas del país.

Le Pen no logró pasar a la primera vuelta, pero obtuvo 17,9 por ciento de los votos y no estuvo tan lejos de los dos favoritos: el candidato socialista François Hollande, que ganó con el 28,63 por ciento, y el presidente-candidato de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), Sarkozy, segundo con 27,18 por ciento. Por ello, la mala noticia es que, prácticamente, el futuro inmediato de Francia está en manos de los electores de un partido ultranacionalista cuyo comportamiento el próximo 6 de mayo, en la segunda vuelta, es difícil de predecir.

El ambiente que se respiraba en Francia la noche del 22 de abril era de estupor. El marcador de Le Pen recordó el oscuro 21 de abril de 2002 cuando su padre, Jean-Marie- el mismo que dice, como un chiste, preferir que sus hijos vean vacas en el campo que árabes en París- obtuvo 16,86 por ciento de votos y pasó a la segunda vuelta, que finalmente perdió frente al conservador Jacques Chirac.

Los sondeos en ese entonces no pronosticaron que Le Pen, excombatiente de la guerra de Argelia, estaría en segunda vuelta, como tampoco pudieron medir la fuerza de su hija en esta ocasión. Los expertos señalan que se trata de una "papeleta invisible": "Los encuestados difícilmente admiten que votan FN, a veces por vergüenza, muchas veces porque creen que les tocaría explicarse. Otros tienen miedo a ser identificados", dijo a SEMANA Fiammeta Venner, autora del libro Marine Le Pen desenmascarada. Eso explicaría por qué la candidata solo aparecía en las encuestas con un rango de 13 a 16 por ciento. Esa fuerza silenciosa venció a la ola visible del candidato del Frente de Izquierda Jean-Luc Mélenchon, que en los últimos sondeos se disputaba el tercer lugar con la ultraderechista y que terminó cuarto con 11,1 por ciento de los votos.

Un siempre sereno François Bayrou, candidato del centrista Movimiento Demócrata, quinto con 9,13 por ciento de los votos, fue quizás quien mejor resumió la situación al afirmar que el resultado de Le Pen "en Francia, en 2012, es la crisis desplegada al frente de todos, crisis del desempleo, crisis económica, crisis social, crisis moral".

Detrás de los radicales

Nicolas Sarkozy tiene parte del terreno de la ultraderecha abonado. El debate sobre la "identidad nacional" para esclarecer "qué es ser francés hoy en día", la prohibición de usar el velo integral islámico y la correlación entre delincuencia e inmigración que se llevaron a cabo en su gobierno, son ejemplos de su derechización. En la campaña, Sarkozy se mantiene así: promete reducir a la mitad la inmigración legal y agilizar las expulsiones de indocumentados. Incluso, declaró esta semana que el FN era un partido que no contradecía los valores de la república. La mayoría de los lepenistas, por consiguiente, lo apoyarían. Sarah, por ejemplo, dice preferir a Sarkozy porque "dejará pasar menos" extranjeros que Hollande.

A pesar de ese discurso, el mandatario no tendrá automáticamente las voces del FN, pues el antisarkozysmo fue clave en la campaña de Le Pen. Según una encuesta, 60 por ciento de los electores votarían por el mandatario, mientras que el 18 por ciento lo harían por Hollande y 22 por ciento se abstendrían. Con ese porcentaje no le alcanzaría para ganar. Además, su radicalismo puede ser un arma de doble filo porque espantaría a los seguidores del moderado Bayrou.

A pesar de ser el favorito, Hollande no piensa dejar al candidato del UMP cazar solo en tierras del FN. Uno de sus primeros viajes después de la primera vuelta fue a Picardía, una región del norte de Francia donde Le Pen sacó 25 por ciento. El objetivo del socialista es llevar a los electores extremistas por el "buen camino" y convencerlos de que un gobierno más social impulsará el empleo joven, no abandonará a los suburbios populares y luchará contra un sistema financiero sin control. Pero esta evangelización no será nada fácil, ya que Hollande propone darle a los extranjeros, como ocurre en 15 países europeos, el derecho de voto en elecciones municipales, lo que para un frontista típico es inadmisible.

De todos modos, también hay que esperar a ver cuáles serán las consignas de voto de Le Pen y de Bayrou. La primera anunciará cuál será su posición el 1 de mayo, pero muchos suponen que va a llamar a votar en blanco o a abstenerse. Bayrou envió una carta a los candidatos y espera la respuesta para tomar una decisión.

Hasta ahora Hollande recogería más seguidores de los otros candidatos que su contendor. Mélenchon, como se pronosticaba, no dudó un segundo en llamar a sus seguidores a derrotar a Sarkozy. Eva Joly, la candidata ecologista, que tan solo obtuvo 2 por ciento de los votos, invitó a votar por el socialista. Estas fuerzas políticas, sus electores y los antisarkozistas, lo ayudarían a ganar con 55 por ciento de las papeletas, según las encuestas. Sin embargo, los analistas son prudentes, después de ver el descalabro de los institutos de opinión al medir el comportamiento de los extremistas.

Lo único claro es que Sarkozy y Hollande beberán de esa misma fuente. El primero con su brazo derecho, el segundo con sus promesas mesiánicas de un mejor futuro. Mientras que la fraternité francesa hace el ridículo con el eco del porcentaje histórico de Le Pen, en el país se multiplican las voces moderadas que hacen un llamado a realizar una campaña sin recurrir a los populismos de los extremos. El diario Le Monde recordó que "el proyecto lepenista sigue siendo lo que siempre ha sido: retrógrado, nacionalista y xenófobo" y legitimar su discurso para ganar la elección equivaldría a "perder el alma".