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CRISIS FINANCIERA.

G-20: cumbre histórica... o inútil

Alianza BBC
Marcelo Justo, BBC Mundo
15 de noviembre de 2008

¿Cimiento de un nuevo orden financiero internacional o irrelevante pie de página? Este es el dilema que enfrenta la cumbre del G-20 que tiene lugar este sábado en Washington.
 
Nadie espera que esta amalgama de naciones dispares -los ricos del G7, las nuevas potencias del BRIC (Brasil, Rusia, India, China), y países varios como Argentina, Corea del Sur, Turquía y Arabia Saudita entre otros-, pueda acordar con dos sesiones de trabajo de 90 minutos una nueva arquitectura financiera mundial.

"Tendremos declaraciones generales y se necesitará mucho trabajo adicional para que eso se refleje en propuestas concretas. El significado más impactante de la reunión es que las nuevas naciones emergentes serán parte de la negociación", señaló a BBC mundo Kevin Young, especialista en Política Internacional del London School of Economics.

Pero el tiempo urge.

En una declaración el viernes 7 de noviembre, la Unión Europea indicó que el G-20 debería aportar soluciones en los próximos 100 días.

El plazo se cumple a fines de febrero: aproximadamente un mes después de la asunción de Barack Obama.

Lo viejo y lo nuevo

¿Se puede comparar esta cumbre del G-20 con la reunión de 44 naciones en Bretton Woods en 1944 que definió el orden internacional que regiría al mundo capitalista de la posguerra?

Los acuerdos de Bretton Woods crearon instituciones internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Reconstrucción y Desarrollo (IBRD, luego absorbido por el Banco Mundial) para evitar turbulencias económicas globales como la de los años 30.
 
Según críticos del FMI, como el "Bretton Woods Project" -una organización independiente que vigila la conducta de las organizaciones creadas en 1944-, las crisis financieras de estos últimos 20 años demuestran el fracaso de estas instituciones.

"Pero el problema no se limita al FMI. En ese sentido, una reforma de la arquitectura financiera internacional tiene que tratar muchos temas a la vez: el sistema bancario, los paraísos fiscales, la regulación internacional", indicó a BBC Mundo Jesse Griffiths, del "Bretton Woods Project".

Es que la elemental estructura acordada en Bretton Woods naufragó a principios de los años 70 cuando Estados Unidos impuso la libre flotación de la moneda pero, además, se vio erosionada por la creciente importancia del capital financiero.

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Para muchos, la desregulación de las bolsas de los años 80, la liberalización del mercado de capitales de los 90 y el impacto de la revolución tecnológica dibujaron un planeta muy diferente al de la posguerra y desnudaron la impotencia de las instituciones internacionales vigentes.

"La regulación a nivel nacional resulta totalmente insuficiente para un sistema financiero internacional que cuenta con una presencia creciente de nuevos agentes como fondos de inversion, compañías de seguro y otros actores que hoy tienen una presencia fundamental y simultánea en distintos países", señaló a BBC Mundo Jordi Galí, economista del Barcelona Graduate School of Economics, un centro internacional de posgrado en economía.

Economía y política

En vísperas de la cumbre de Washington unas 260 ONGs y organizaciones humanitarias, dieron a conocer una declaración en la que reclaman el fin de la agenda desreguladora y privatizadora global, una mayor transparencia institucional mundial y claros límites al FMI, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.

Hasta hace poco un programa de esta naturaleza parecía una agenda radical con escasas posibilidades de aplicación.

La peor crisis financiera global desde los años 30 ha cambiado el clima intelectual del debate y, al menos en el significado superficial de algunas palabras, distintos líderes europeos coinciden en la necesidad de crear "un nuevo orden global financiero" (José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea) o garantizar un "sistema transparente" (el primer ministro británico, Gordon Brown, ante la ONU).

Sin embargo, la disparidad política de los miembros del G-20 puede empantanar las conversaciones o tornarlas en un juego vacuo de declaraciones altisonantes.

¿Cuánto terreno común pueden encontrar los países del BRIC y del G7 o miembros individuales como Rusia y Estados Unidos?

En este contexto, los 100 días de la Unión Europea parecen más una expresión de deseos que una posible realidad.

Más teniendo en cuenta que la cumbre del G-20 en Washington tiene de anfitrión a un protagonista debilitado: George W. Bush.

El factor Obama

El presidente saliente es lo que en inglés llaman un "lame duck", un pato rengo.
Pero además, sus diferencias con Obama en temas de política económica abren un signo de interrogación sobre lo que se pueda acordar con Bush.

Mientras que Bush sólo aceptó a regañadientes la idea de una reforma financiera internacional, el presidente electo fue uno de los signatarios el año pasado de un proyecto de ley contra los paraísos fiscales.

En la campaña, Obama indicó que quería reforzar la exigencia de liquidez y transparencia de las instituciones financieras y regular los Fondos de Inversión, las agencias calificadoras de crédito como Standard and Poor´s y las transacciones de complejos instrumentos financieros como los derivativos.

Un programa de esta naturaleza se complementa bien con las reformas que impulsa la Unión Europea y contaría con el apoyo de algunas naciones en desarrollo.

"Es posible que el G-20 no sea el escenario final de estas discusiones, pero sí puede suministrar una iniciativa sobre qué instituciones es necesario crear o cuáles se pueden reformar para la coordinación de una nueva regulación y supervisión financiera internacional.", indicó a BBC mundo Jordi Galí.

Pero organizaciones como el Bretton Woods Project alertan contra soluciones superficiales.

"La reunión de los países del G-20 puede ser un primer paso, pero lo que se necesita es un debate realmente global. No se trata de acordar un incremento de fondos para el FMI o algunas medidas rápidas para salir del paso. No se soluciona con eso: un parche no sirve", puntualizó a BBC Mundo Jesse Griffiths, del Bretton Woods Project.