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GEMAYEL: ULTIMO SUSPIRO

Drusos y shiitas dicen que lucharán hasta que se derrumbe el régimen actual.

12 de marzo de 1984

"Gemayel nos ofrece un nuevo gobierno, pero nosotros queremos un nuevo Presidente"."No aceptaremos ningún compromiso, ni siquiera en el caso de que Gemayel abrogase el acuerdo con Israel del 17 de mayo". Tales declaraciones hechas respectivamente en estos días por Nabih Berri, líder de las guerrillas shiitas del grupo Amal y por Walid Jumbatt, el dirigente de las milicias drusas en Líbano, reflejan tanto la crítica situación en que ha quedado el gobierno de Amin Gemayel tras los sangrientos combates de la última semana,-en los que se desbarató su gabinete ministerial y su ejército casi se derrumba- y las diferencias que anidan entre los más duros opositores del gobierno libanés.
Las hostilidades que cambiaron momentáneamente el panorama político en el Líbano llevando incluso al retiro de las tropas británicas e italianas de ese escenario y al semirepliegue de los marines norteamericanos en Beirut, estallaron el 2 de febrero y no cesaron sino hasta cuatro días después, dejando un lastimoso balance militar para el gobierno de Gemayel: más de cuatro mil soldados de su ejército habían desertado (muchos de los cuales pasaron a las guerrillas opositoras), las milicias shiitas de Berri ocupan todo Beirut occidental y los suburbios meridionales en alianza con grupos menores de guerrilleros, entre los cuales se encuentra Al Murabitoun (nasseristas) de Ibrahim Qlailat.
Según Berri, el enfrentamiento se desató cuando el ejército de Gemayel intentó tomarse por asalto el suburbio sur de Beirut, que es mayoritariamente shiita, con el propósito de ampliar su control de la ciudad. Para oponerse, las milicias shiitas emprendieron un ataque con cohetes y morteros, muchos de los cuales fueron a caer cerca del mismo palacio presidencial, en el ministerio de Defensa, en los barrios de Baabda y Yarze, así como en el área cristiana de Kesrouan.
Los enfrentamientos fueron feloces y culminaron con un saldo de casi 600 bajas entre muertos y heridos, con la renuncia del primer ministro Chafik Wassan, y la pérdida de puntos estratégicos para el ejército libanés, como los alrededores del aeropuerto de la ciudad y las vías que conducen al cuartel general de las tropas norteamericanas. En la oleada militar, que también cubrió Souk Al Gharb y el Chouf, intervinieron además de shiitas y drusos, fuerzas palestinas, sirias, iraníes y libias, según emisoras privadas. Este último, sin embargo, fue desmentido por Nabih Berri.
Beirut quedó paralizada y aislada del mundo. A pesar de que se acordó una tregua, la implantación del toque de queda las 24 horas del día le impidió a la gente salir de sus refugios. Pronto comenzó la escasez de alimentos, luz y agua, pues los combates habían destruido las tuberías.
Lo peor de todo es que los esfuerzos diplomáticos para superar la crisis no se ven por ningún lado. A Gemayel, que había hablado por televisión el domingo 5 de febrero ofreciendo estructurar un gobierno de unidad nacional -intento que fracasó en 1979- y la reapertura de las negociaciones en Ginebra a partir del 27 de febrero, la oposición armada le contestó simplemente que la lucha continuará hasta que su gobierno caiga, haciendo las duras frases que encabezan esta nota.
El Presidente Libanés tuvo que apelar incluso a una formulación según la cual ahora "todo es negociable", lo que algunos consideraron como una concesión a los opositores que vienen insistiendo en la revocatoria del tratado de paz entre Líbano e Israel del 17 de mayo pasado, promovido por Estados Unidos.
En realidad son pocas las posibilidades que tiene Gemayel de sobrevivir a la crisis, pues la unica vía para lograrlo es llegando a un acuerdo con el gobierno sirio -verdadera fuerza detrás de la ofensiva rebelde- lo cual es bastante improbable. Damasco exige un nuevo gobierno presidido por una figura "amiga" de Siria y ese no es precisamente Amin Gemayel.
Los Estados Unidos, pensando que una presencia militar suya frente a las costas libanesas puede ayudar a encontrar una solución del conflicto, ha ordenado nuevos bombardeos desde el acorazado Nueva Jersey y ha trasladado sus marines a los buques de la sexta flota. También anunció que retirará sólo 500 de los 1.800 hombres que se hallan en territorio libanés. Por un momento se pensó que Washington estaba dispuesto a reconsiderar su apoyo al Presidente Gemayel y a retirar sus soldados. Pero fue Caspar Weinberger quien desmintió esto al decir que el apoyo a Gemayel continuaba y que los cañoneos navales sobre las colinas que circundan a Beirut eran necesarios para "dejar en claro que la transferencia de los marines no significaba el abandono de nuestra misión básica" en Líbano.
Pero con nuevos bombardeos difícilmente mejorarán las cosas para Gemayel. Su ejército y los falangistas cristianos recibieron un golpe con la retirada de los marines, y sus apoyos políticos están flaqueando. Hasta el mejor aliado diplomático de Washington en las negociaciones pasadas, Arabia Saudita, ha retirado sus mediadores, exasperada por la conducta de las partes. Tal mediación, aceptada por todos en enero, ahora se torna esquiva. Se especula que Arabia Saudita ya no cree que la culpa de la crisis se debe tanto a Siria y los drusos, como al mismo Gemayel y a las falanges cristianas.
No es exagerado decir, pues, que tal estado de cosas, de no caer Gemayel estaría evolucionando hacia confrontaciones mayores que podrían convertirse en el peor dolor de cabeza del Presidente Reagan en momentos que necesita soluciones a corto plazo allí, por razones electorales.