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Generación agitada?

La rebelión es una actitud. Una protesta. Una causa. Una máscara. Una consigna. Pero los Indignados españoles, los revolucionarios árabes o los 'ocupas' estadounidenses son, ante todo, millones de personas que salieron a las calles, sin importar las dificultades. SEMANA habló con personas de todo el mundo, para mostrar las caras que están detrás del movimiento.

17 de diciembre de 2011

Túnez

Lina Ben Mhenni*

Bloguera Tunesina

Tengo 28 años, soy profesora de Lingüística Inglesa en la Universidad de Túnez. Mis padres ya eran opositores a la dictadura, hacían afiches. Mi padre estuvo en la cárcel varias veces, fue uno de los fundadores de Amnistía Internacional en el país. Estudié en Estados Unidos, y allá abrí un blog. Poco a poco empecé a criticar a Ben Alí, pero muy rápido bloquearon el acceso. Por eso empecé a enlazar mis artículos a muchos sitios en todo el mundo, y a escribir en inglés y francés para llegarle a más gente. Cuando empezó la revolución, iba a las zonas de enfrentamiento, tomaba fotos y las colgaba para que la gente supiera lo que estaba pasando. Como los medios acá estaban censurados, me empezaron a consultar en todo el país y también por fuera. Nunca olvidaré cuando vi el cuerpo de un joven abaleado, rodeado de su familia en llanto. Ahí entendí que no había vuelta atrás. Internet puede hacer milagros, hay que usarlo, aunque la revolución la hizo el pueblo, la gente golpeada por las fuerzas de seguridad, los que estuvieron en las calles. No voté en las elecciones. La revolución solo comienza, la caída de Ben Alí era el primer paso de un largo camino. El combate sigue, el sistema aún no ha cambiado del todo. Los islamistas ganaron, pero hay una confusión en el espíritu de la gente, entre lo que es religioso y político. Igual, ya le ganamos al miedo, rompimos el muro del silencio y definitivamente aprendimos a luchar por nuestros derechos. Ya no hay ningún tipo de opresión que tenga su puesto entre nosotros.

*Con información de SEMANA, Jeune Afrique y Deutsche Welle.

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España

Andrea Lucio

indignada de barcelona

Estudio un doctorado sobre las posibilidades de apropiación y reinterpretación de la experiencia a través de la pintura. Hace tiempo que la crisis me afectó, me di cuenta de la dificultad para encontrar espacios, he tenido que recurrir a mecanismos autónomos y asociativos para hacer lo que quiero ser. Mi matrícula aumentó un 7,6 por ciento, mientras que los salarios descienden. A pesar de trabajar en puestos que requieren una mayor especialización, no he llegado a ganar lo mismo que hace cuatro años. Es cada vez más frecuente ver ofertas de trabajos en los que el único beneficio es curricular y no hay remuneración. El número de becas es cada vez menor y ciertas asignaturas desaparecen. Algunas plantas de hospitales se están clausurando, las urgencias de mi centro de salud están cerradas los fines de semana y no abren por la noche. Mis padres accedieron a una vivienda sin tener una hipoteca de tantos años. En su generación la universidad garantizaba una vida laboral más o menos estable. Ahora es necesario recurrir a todo tipo de malabarismos multidisciplinarios y aun los estudios doctorales y conocer idiomas no garantizan salir de la precariedad. Por eso me uní el 15 de mayo, cuando nos llamaron a la primera manifestación. Ese día sentí que mi situación no era anormal. Creo que el movimiento está en todo el mundo porque estamos empezando a compartir los mismo problemas; las imposiciones de acuerdos preferenciales para un grupo reducido de la población son globales. En 2012 seguiré trabajando para frenar la desigualdad cada vez más acentuada.



Chile

Gonzalo Leiva

vocero de los indignados

Los estudiantes este año despertaron a la ciudadanía. Ahora llegó el momento de comprometerse y trabajar por ese país que queremos, que está muy lejos de ser el Chile de hoy. Mi situación personal es buena, pero no puedo cerrar los ojos frente a tanta injusticia. En Chile se están tomando muchas decisiones que no solo nos afectan a nosotros, sino también a las futuras generaciones. Soy partero, tengo un máster en Administración y Gestión en Instituciones de Salud y doy clases en dos universidades. La crisis nos afecta a diario sin que necesariamente nos demos cuenta. La concentración del poder político y económico está causando estragos. Siento que los intereses empresariales están sobre la dignidad de las personas. En Chile pagamos el 40 por ciento del sueldo en impuestos, mientras las empresas pagan el 20 por ciento. ¡Es absurdo! Fuimos los conejillos de Indias del modelo neoliberal que enseñó Milton Friedman en la Universidad de Chicago. Hay una tendencia a la privatización de la salud, de la educación, de las pensiones. Quiero que mis hijos nazcan en un país donde todos puedan aspirar a lo mismo, ser felices, que promueva la equidad, donde las instituciones regulatorias funcionen, que respete el medio ambiente, donde los valores colectivos primen sobre los individuales, donde mi opinión se escuche, con políticos que representen a sus ciudadanos y que sean elegidos a través de herramientas realmente representativas. Queremos democracia real, no este invento que nos han hecho creer que se llama democracia.

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Reino Unido

Kate Panton

militante de

Occupy London

Tengo 25 años, me gradué de Sociología de la Universidad de Sussex en junio, pero desde hace más de un año no he podido encontrar trabajo. Soy voluntaria desde enero en la Oficina de Atención Ciudadana. También he realizado prácticas en el Servicio Nacional de Salud, con las ONG Malaika Kids UK y con Save the Children UK. En las dos últimas semanas he estado trabajando de forma temporal en el Carbon Trust, es el primer trabajo en el que me pagan en más de un año. He hecho pasantías, voluntariados, pero no progreso hacia ningún lado. No tengo esperanza de conseguir un trabajo o de ser pagada por lo que hago. Soy una desempleada más con grado universitario, que tiene que enfrentar una competencia cada vez más difícil por menos puestos de trabajo. Los gastos de vivienda están subiendo, las ayudas disminuyen, las perspectivas de empleo son sombrías. Mis hermanos menores no van a poder ir a la universidad como yo, pues es demasiado caro, y como lo vemos en mi caso, eso no garantiza conseguir un trabajo. Me uní al movimiento en noviembre. Me interesó y sentía simpatía por él desde antes, pero el Banco de Ideas (ocupación de una sede abandonada del banco UBS en Londres) me dio la oportunidad de ser parte de este. El movimiento es global porque el problema es global. El movimiento del dinero se ha vuelto global, en las manos de unos pocos, en vez de ser distribuido equitativamente. No quiero ser solo una estadística más del desempleo, quiero ser parte de la solución.



Estados Unidos

Dimitrius Obergfell

manifestante de

Occupy denver

Me importan mis derechos y mi libertad, es excitante ver que el movimiento está respondiendo a la injusticia y las desigualdades de nuestro sistema financiero y político. Hasta hace poco la única respuesta del Congreso y de Wall Street era el cinismo. Mientras más se conoce cómo funciona el sistema económico y político, entiendo más que no es una coincidencia lo que nos está pasando a todos, en Estados Unidos y el mundo. Tengo 25 años, crecí en Colorado. Me acabo de graduar, soy artista pero me toca tener varios trabajos para apoyar mi trabajo. Terminé muy endeudado para poder pagar la universidad, y me gradué en un momento muy complicado, con un mercado laboral muy difícil. Esto va a ser un peso de por vida. Soy propietario de una casa con mi esposa, pero la inversión se ha ido a pique por la crisis inmobiliaria. Varios miembros de mi familia dependen del Seguro Social para la jubilación, están muy preocupados con lo que pueda pasar, después de varios anuncios del gobierno de que van a recortar el programa. Para Estados Unidos este tipo de movimiento es extremadamente útil. Es un país que se estima libre, pero actúa como los países que Washington considera como verdugos de la libertad. Acá nuestra libertad solo existe mientras no hay inconvenientes. Apenas empezamos a protestar, el sistema se impone. Tratar de prosperar en esta sociedad es como nadar contra la corriente en un río torrencial.

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Israel

Stav Shaffir*

líder del movimiento de justicia social

Tengo 26 años, soy periodista de Yediot Aharonot, cubro los problemas sociales, les doy voz a los inmigrantes y refugiados que llegan a Israel. El 14 de julio lanzaron por Facebook un llamado para acampar en el Bulevar Rothschild, en Tel Aviv. Yo solo fui a cubrir la noticia, pero sentí que ese podía ser un combate que iba a federar a todos los israelíes. El reto era federarlos alrededor de las dificultades de todos los días y trascender las divisiones políticas, religiosas, los conflictos. En los últimos años, los arriendos se han puesto terriblemente caros, no se puede ahorrar, están cerrando los hospitales, recortando los presupuestos en los colegios. A mí, a pesar de trabajar, me queda muy difícil pagar el alquiler, así sea compartiendo el apartamento con varias personas. El Estado habla de seguridad, pero qué pasa si acaban con la salud y la educación. ¿No estaríamos también en peligro? Con este combate, más de 300.000 manifestantes salieron a las calles, fue un récord histórico en Israel. Y en 50 ciudades y pueblos del país la gente estuvo acampando. Yo estuve ayudando a organizar y a hacer la comunicación en el movimiento. Hay que continuar con el combate, pero fue una lección increíble sobre cómo derecha e izquierda, religiosos y seculares, árabes y judíos pueden sentarse juntos en una carpa y hablar. ¡Creo que al fin la gente se despertó!

*Con información de SEMANA, Le Monde y Haaretz.