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GENIO Y FIGURA...

La muerte de Khomeini no trae mayores esperanzas de moderación política en Irán.

10 de julio de 1989

La multitud que acompañó al ayatollah Ruyollah Khomeini a su última morada, sólo podría compararse con aquella que en febrero de 1979 lo recibió en Teherán cuando regresó al país, luego que la revolución guiada por él derrocara al sha Reza Pahlevi. No sólo la cantidad de gente, calculada en tres millones de personas, sino el fanatismo extremo que desplegó en su dolor, recordaron a los observadores occidentales que tras 10 años en el poder, la revolución islamica de Khomeini no parece haber perdido el fervor de sus millones de seguidores.
Ese fanatismo adquirió caracteres dramáticos a la hora de llevar el cadáver del ayatollah a su sepulcro. En una escena dantesca, miles de dolientes se abalanzaron sobre la urna refrigerada en que se transportaba el cuerpo, que cayó al piso mientras la turba se disputaba un pedazo de mortaja . Más aún, cuando llegaron los guardas de la revolución y lograron poner los despojos a bordo de un helicóptero pudieron verse los cadáveres de varias víctimas del amor a Khomeini. Como si esto fuera poco, la multitud enloquecida se aferró al aparato para evitar que despegara, mientras sus motores descabezaban a varias personas.
Genio y figura hasta la sepultura, cuando Khomeini llegó al poder en 1979 tenía tras si una vida de lucha para llevar a Irán por el camino del fundamentalismo chiita. Su fecha de nacimiento y su origen familiar estan envueltos en el misterio, pero se cree que nació en 1900 en el poblado de Khomein, donde comenzó sus estudios teológicos. Pero fue solo hasta la revolución, que manejo desde su exilio en París, logro sacar al sha, que el verdadero carácter del líder religioso se vio en toda su dimensión. Al comienzo de su régimen fueron ejecutadas más de 7 mil personas, entre funcionarios del gobierno pro occidental del sha y elementos "indeseables", entre ellos muchos disidentes. En su afán por devolver a Irán al purismo doctrinario, obligó a las mujeres a vestir el chador y a observar la sumisión total a los hombres, mientras desataba crisis como la de los rehenes norteamericanos y la guerra del golfo, que causo millones de muertos entre la juventud de su país. Su última actuación controversial, la condena a muerte del escritor británico Salman Rushdie, acabó con las aspiraciones moderadas de algunos miembros de la dirigencia clerical, como el presidente Hussein Ali Montazeri, y aisló al país en el momento en que más necesitaba mejorar sus relaciones comerciales, tras ocho años de conflicto con Irak.
Lo cierto es que Khomeini dejo en la historia del siglo XX una marca indeleble, caracterizada por el fanatismo y las pasiones extremas, el amor y el odio que su figura desperto en millones de personas. Esa dimensión histórica del líder hace que hoy muchos se pregunten cuál sera el futuro de Irán en la era post-ayatollah.
Por lo pronto, la Asamblea de Expertos en Teología escogió rapidamente al actual presidente, Ali Khamenei, para suceder interinamente a Khomeini, en un aparente esfuerzo por demostrar al mundo que los clerigos mantienen el control de la situación y estan en capacidad de manejar una transición ordenada. Pero algunos observadores señalaron el peligro de que la figura del anciano autocrata fuera en realidad el elemento aglutinador de varias facciones de la clerecia que, en su ausencia, podrian entrar en una fuerte confrontación por el poder. Por otra parte, la muerte del líder se presento unas cuantas semanas antes de un referendum que cambiara en forma significativa la constitución del país. Esos cambios incluyen el establecimiento de una presidencia fuerte y la abolición del puesto de primer ministro, y podrian disminuir la naturaleza fundamentalista del gobierno. Un experto egipcio en asuntos iraníes declaro recientemente que "La revolución iraní esta en un punto en que el papel de la clerecia será cada vez más marginal, en el sentido de que los clerigos seran políticos de turbante antes que religiosos metidos en la política".
Aparte de eso, en agosto se realizarán elecciones presidenciales, en las que el primer candidato inscrito es el jefe del Parlamento, el hojatolislam Alí Rafsanjani,tan extremista como Khomeini. Pero otras fuerzas esperan su momento para lanzarse, la primera de ellas la del hijo de Khomeini, Syed Ahmad, albacea de la herencia de su padre y quien ya ha dado muestras de querer continuar la orientación del ayatollah. Y no puede descartarse a Montazeri, la esperanza de los moderados, quien permanece en silencio pero parece mantener una gran influencia. En manos de quien prevalezca, podría estar el futuro de un país que ha sufrido durante una década la dura carga de su adhesión incondicional a una ideología entregada al fanatismo.