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La popularidad de Cristina Fernández de Kirchner aumentó con la expropiación de YPF, pero volvió a disminuir a 39 por ciento.

POLÉMICA

Gobierno de Cristina Fernández: llora por mí, Argentina

Por sus agresivas medidas económicas, algunos ven semejanzas entre el camino de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el de Hugo Chávez.

14 de julio de 2012

La reciente nacionalización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales, la petrolera perteneciente a la española Repsol, es solamente un error más de los que ha cometido Cristina Fernández a lo largo de su primera administración, y un año después de su reelección con 53 por ciento de los votos en primera vuelta. En una acción inaudita para los mercados de capital internacionales, Cristina se apropió del 51 por ciento de YPF. No es la primera vez que recurre a esta figura. En 2008 lo hizo con Aerolíneas Argentinas y el mismo año se apropió, por ley, de los 30.000 millones de dólares que constituían las pensiones privadas, para poder pagar el servicio de la deuda externa con esos recursos. Estas medidas parecen calcadas de las políticas de Hugo Chávez.

Con el argumento de que Repsol era responsable del incremento de 110 por ciento en las importaciones de petróleo –que se ha dado porque no hay exploración petrolera–, que estaba sacando como dividendos el 90 por ciento de las utilidades,que era un pacto de Néstor Kirchner con la familia Eskenazi, propietaria del 25 por ciento de YPF, y que no estaba realizando las suficientes inversiones, procedió a apoderarse del control de la compañía, tal como lo hizo Chávez con las petroleras en la franja del Orinoco.

En un país sin acceso al mercado de capitales por el default de la deuda de 2001, adportas de una crisis cambiaria, con enormes necesidades de capital, Cristina le ha dado la estocada final a la inversión extranjera. Nadie invierte en un país con tradición de nacionalización de empresas. Y no es solo eso. Repsol viene de descubrir unas enormes reservas de gas esquisto que multiplicarían por cinco las reservas actuales del país. Ahora, ¿quién será el inversionista extranjero que se le medirá al proyecto?

Las reservas internacionales que tienen los países sirven para intervenir el mercado en una crisis cambiaria. Esa es su única función. Pero Cristina les echó mano, tal como hizo con los fondos privados de pensiones. De acuerdo con un decreto de 2010, se permitió que las reservas se utilizaran para pagar el servicio de la deuda. Y ahora, de acuerdo con una ley aprobada en marzo, se pueden usar para pagar gastos de funcionamiento del gobierno. Argentina se ha quedado sin el colchón para enfrentar una eventual crisis, interviniendo en el mercado comprando o vendiendo divisas.

No es sorpresivo que haya habido una fuga de capitales de 4.000 millones de dólares desde octubre del año pasado, cuando Cristina fue reelegida. Para tratar de controlarla el gobierno ha recurrido a medidas como el control a las importaciones vía licencias de importación y altos aranceles, lo que ha afectado el comercio del Mercosur. Y en lugar de fomentar las exportaciones para que haya más divisas, el grueso de ellas paga impuestos. Granos como la soya y el trigo, carne, gas y petróleo los pagan. Los exportadores, además, deben reintegrar el 100 por ciento de sus ventas en el exterior. Colombia estaba en ese mundo antes de la apertura, cuando el Incomex administraba cupos y licencias para importación, los exportadores debían reintegrar al Banco de la República la totalidad de sus ventas externas y el café pagaba el impuesto de retención cafetera.

Como las divisas se están yendo para pagar el servicio de la deuda, no hay recursos para atender los gastos en pesos. ¿La solución? imprimir dinero. La emisión de moneda sin un respaldo real es la causa de la inflación. En consecuencia, esta ya llega a 25 por ciento, de acuerdo con estimativos privados. Las cifras del gobierno, a las que nadie les cree, hablan del 9,7 por ciento. Aquellos analistas que publiquen tasas de inflación distintas están sujetos a sanciones penales, como ya ha ocurrido. Tasas de inflación de dos dígitos son siempre una bandera roja en economía. La inflación en Venezuela a junio, por ejemplo, llegó a 21,3 por ciento. La argentina la supera.

Poco a poco se han ido extremando las medidas para que los ahorradores no compren dólares. Primero fue la restricción de venta de divisas oficiales para solo determinados mercados. Después vino la absurda medida de prohibir a los argentinos hacer transacciones en pesos diarias superiores a 1.000 pesos (230 dólares), para que el público no tuviera efectivo para comprar divisas. Y finalmente, en la primera semana de julio, prohibió la venta de dólares oficiales. Los únicos que tienen acceso son los viajeros. El Servicio de Inmigración controla que quienes compraron salgan efectivamente del país. Si no lo hacen en 45 días a partir de la fecha de compra, tienen sanciones penales. Y la compra de dólares en el mercado paralelo también acarrea penas de prisión.

La finca raíz es la única inversión atractiva de largo plazo que tienen los argentinos y se hace en dólares. No obstante, Cristina prohibió el año pasado que las hipotecas en pesos se pasaran a dólares y la semana pasada prohibió las negociaciones de finca raíz en divisas. La construcción en Buenos Aires ha caído 46 por ciento desde noviembre de 2011.

Los vehículos son otro bien que en Argentina se negocia en dólares. Con las restricciones de acceso a la divisa, las ventas a junio habían caído 12 por ciento. Según la mandataria, está librando una “gran guerra cultural” en contra de la dolarización y a favor de la ‘pesificación’. Chávez no lo habría dicho en mejores palabras.

El resultado es gasolina al fuego del mercado negro. La tasa de cambio oficial está a 4,57 dólares y el dólar negro a más de seis dólares, lo que es un diferencial del 40 por ciento. Aunque Amado Boudou, el ministro de Economía, ha dicho que las medidas van encaminadas a luchar contra el lavado de activos, lo que se está haciendo es estimulándolo. Con el crecimiento de la demanda en el mercado negro, sube el precio de la divisa. Ello hace que para los narcotraficantes sea más atractivo lavar activos en Argentina, donde consiguen más pesos por sus dólares. De hecho, Argentina se ha vuelto un paraíso para los narcotraficantes.

En el sector financiero las noticias tampoco son buenas. Fernández ha anunciado que los bancos deben prestar de aquí hasta fin de año el 5 por ciento de los depósitos, que suman 3.300 millones de dólares, para la adquisición de bienes de capital, construcciones nuevas o expansión de proyectos, con tasas de interés muy por debajo de la inflación real, que, como ya se dijo, no es la tasa que publica el gobierno.

Como consecuencia de toda esta heterodoxia, el PIB también está sufriendo las consecuencias. En el primer trimestre de 2012 creció 4,8 por ciento, que a pesar de ser una tasa significativa, es la mitad del crecimiento del mismo periodo del año anterior, cuando se situó en 8,9 por ciento.

En 1913 Argentina era la décima economía del mundo. Hoy es la número 27. Colombia es la número 33. Y la Argentina de Cristina Fernández se parece cada vez más a la Venezuela de Hugo Chávez, con todo lo que ello conlleva y significa.