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Gobiernos timoratos

Cuba es objeto de críticas por su escalada represiva. En exclusiva para Colombia, SEMANA reproduce la columna de Andrés Oppenheimer en 'El Nuevo Herald'.

Andrés Oppenheimer*
20 de abril de 2003

Donde estan los presidentes democráticos de América Latina?", preguntaba casi a gritos un reciente editorial de The Miami Herald. ¿Dónde están cuando hace falta denunciar las condenas de 78 activistas pacíficos cubanos -entre ellos 28 periodistas- a prisión por delitos como tener una grabadora o una máquina de fax?

¿Dónde están cuando hace falta denunciar el fusilamiento sin juicios públicos de tres cubanos que habían tratado de secuestrar un barco para huir del país?

Ya que mi trabajo como periodista consiste en tratar de dilucidar cuestiones como ésta, llamé por teléfono a los cancilleres de los principales países de América Latina, y les pregunté por sus posiciones respecto de la nueva ola de represión en Cuba.

Las noticias ya han dado la vuelta al mundo. El periodista independiente cubano Raúl Rivero, por ejemplo, fue sentenciado a 20 años de prisión bajo una nueva ley de la dictadura cubana que prohíbe a los isleños escribir para medios extranjeros sin autorización del Estado, o poseer 'propaganda enemiga', como pueden ser periódicos de Estados Unidos o copias de la Declaración de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

El acta oficial de la condena de Rivero no tiene desperdicio. "En el registro domiciliario efectuado al acusado, entre otros artículos, se le ocupó (sic) un radio marca Sony, una grabadora, un cargador digital de baterías, una máquina de escribir, una computadora personal laptop marca Samsung. (y) 18 sobres conteniendo artículos periodísticos", dice el acta del fiscal del gobierno cubano.

La excusa de Fidel Castro es la de siempre: Estados Unidos. Dice que los disidentes se encontraron con el encargado de la misión diplomática de Estados Unidos en Cuba. Efectivamente, los opositores van a todas las embajadas a denunciar las violaciones a los derechos humanos en Cuba, cosa harto usual -y legal- en todo el mundo. ¡Como si los embajadores cubanos no se reunieran con la oposición en todos los países de América Latina! ¿Y acaso Castro no se encuentra con líderes de izquierda de cada país donde va a una cumbre?

Alemania, España, Canadá, Amnistía Internacional, el Partido Comunista de Francia y casi toda la izquierda democrática del mundo -incluidos los premios Nobel Gunther Grass y José Saramago, artistas como Pedro Almodóvar, Ana Belén y Víctor Manuel, y políticos como Felipe González- ya han expresado su enérgica condena por la ola de represión en Cuba. "¿Qué van a hacer ustedes?, les pregunte a los cancilleres y a sus funcionarios más cercanos. ¿Van a condenar también o van a hacer declaraciones timoratas 'lamentando' estos hechos, o 'expresando preocupación' por ellos?". Antes de ofrecerles mi opinión sobre las respuestas que me dieron, he aquí lo que dijeron.

Desde Madrid, el canciller mexicano Luis Ernesto Derbez me dijo por medio de su vocero que México "lamenta" las condenas a prisión de los opositores pacíficos, y que tomará estos hechos en cuenta a la hora de votar sobre la situación de Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, en Ginebra, el 16 de abril.

El canciller brasileño Celso Amorim, cuyo país todavía no ha abierto la boca sobre este tema, respondió: "La situación de los derechos humanos siempre nos preocupa en cualquier país que sea. Pero las acciones más estridentes no siempre son las más eficaces".

El canciller peruano Allan Wagner, cuyo país está copatrocinando una resolución suavizada sobre Cuba en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, me dijo que Perú "expresa su preocupación por la situación por la que atraviesan 80 disidentes, intelectuales, y periodistas independientes cubanos".

El canciller argentino, Carlos Ruckauf, me señaló que "la dictadura cubana ha cometido otro crimen contra la libertad de expresión". Pero su jefe, el presidente Eduardo Duhalde, simultáneamente, hacía malabarismos verbales ante la prensa en España para evitar una crítica abierta a Cuba.

El vocero de la canciller de Colombia, Carolina Barco, me dijo que "la Canciller no se ha pronunciado sobre este particular, porque está con la cabeza en el 46 período ordinario de la Comisión de Narcóticos de Naciones Unidas en Viena". Según fuentes bien ubicadas, Colombia no hará ninguna declaración sobre Cuba, y se limitará a firmar con el menor ruido posible una declaración multilateral que está coordinando la ex secretaria de Estado, Madelaine Albright, para ser difundida la semana próxima.

¡Qué ironía! Los propios presidentes democráticos de varios de estos países eran hasta no hace mucho activistas de oposición de sus países, que golpeaban las puertas de misiones diplomáticas, organizaciones de derechos humanos y periodistas de otros países para dar a conocer sus denuncias contra regímenes autoritarios.

Comparados con Rivero, la tuvieron fácil. La mayoría de ellos nunca fueron arrestados por el delito de tener una máquina de escribir, o periódicos extranjeros, o por hablar con diplomáticos extranjeros. ¿Cómo se puede explicar su tibieza ahora? Lo menos que podrían hacer sería seguir los ejemplos de Alemania, España y Canadá, y congelar los planes de cooperación con Cuba hasta tanto el presidente vitalicio de la isla dé marcha atrás a estas condenas. Y deberían bloquear la reelección de Cuba para un nuevo período en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU.

"Es inconcebible que Cuba sea reelecta para un nuevo período, como si tuviera derecho a estar en esta comisión, cuando sistemáticamente viola e ignora sus resoluciones", me dijo José Miguel Vivanco, director para América Latina de la organización de derechos humanos Human Rights Watch.

"Los gobiernos latinoamericanos tienen una oportunidad histórica de evitar este absurdo".

Estoy de acuerdo. El "lamentar", expresar "preocupación", quedarse callado ante condenas de dos décadas de prisión a periodistas y activistas pacíficos son respuestas patéticas ante las violaciones de los derechos humanos en Cuba. Y en casos como los de México, Chile y Brasil, es difícil comprender cómo países que han tenido agallas para enfrentarse a Estados Unidos ante la guerra de Irak no tengan la valentía de condenar a un dictador de nuestro propio continente.

Muchos de nosotros hemos condenado a los regímenes militares de derecha, y debemos seguir haciéndolo. Pero será difícil seguir viendo a estos presidentes como defensores de la democracia si no levantan la voz sobre lo que está sucediendo en Cuba, y condenan por igual a las dictaduras de derecha y a las dictaduras de izquierda.