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GOLPE DE ESTADO EN KHARTOUM

Cae Nimeiri, uno de los mayores aliados de Washington en Africa.

13 de mayo de 1985

Apenas anunciado el golpe de Estado, el sábado 6 de abril, decenas de miles de personas invadieron las calles de Khartoum manifestando gran alegría y un profundo deseo de encontrarse, esta vez, a las puertas de la democracia. Emblemas y retratos del depuesto mariscal Nimeiri fueron destrozados y quemados al ritmo de consignas por la instalación de la democracia, la ruptura con Estados Unidos y la extradición y juicio del antiguo presidente, quien se encuentra actualmente en El Cairo. "El pueblo tiene hambre, queremos la revolución, las balas no nos asustan, un millón de mártires por una nueva época", era el tipo de frases que se oían.
La primera proclamación de los golpistas anunciaba medidas para desmontar el antiguo régimen: suspensión de la Constitución, proclamación de estado de urgencia, destitución del Presidente de la República, de sus colaboradores, ministros y consejeros de Estado, disolución del partido único Unión Socialista Sudanesa, de la Asamblea Nacional y asambleas departamentales, suspensión de gobernadores y prefectos y, finalmente, nominación de varios militares para asumir las funciones de los destituidos. Poco después se desataría una ola de arrestos y el campo de los prisioneros políticos cambiaba radicalmente. Entraron a la cárcel o fueron obligados a permanecer en sus residencias, bajo vigilancia permanente, los dos viceministros, todos los miembros de gobierno y los jefes del partido único. Salieron por la otra puerta cerca de 3.000 presos políticos entre los cuales figuran unos 400 militantes de diversas tendencias políticas, presos de vieja data y cerca de 2.500 arrestados en el curso de recientes manifestaciones.
Los sudaneses esperan de este nuevo gobierno un pronto llamado a las elecciones, aunque no dejan de recordar la participación de los golpistas con el antiguo régimen. Las manifestaciones -que pese al estado de urgencia y haber sido declaradas actos de "alta traición", continuaban el lunes- giraban en torno a una consigna: "No seremos gobernados por los residuos de la revolución de mayo", en alusión al gobierno de Nimeiri, instaurado tras un golpe de Estado en mayo de 1969.
A cinco días de producido el golpe, el nuevo jefe de gobierno, el general Sewar El Dahab, mantenía al mundo y al pueblo sudanés, dentro de la más absoluta incertidumbre. Siguiendo el "protocolo" obligatorio de todo golpe, el General anunció su intención de conformar un gobierno de transición en beneficio del "establecimiento de las organizaciones democráticas y de un clima de neutralidad política que garantice unas elecciones libres e imparciales". Según Ezzedine Alí Amer, dirigente comunista residente en Gran Bretaña, se habrían iniciado ya conversaciones entre el general Sewar El Dahab y representantes de diversos grupos de oposición. No obstante, al momento de escribirse esta nota, el jefe golpista no había dejado conocer aún los nómbres de sus colaboradores, no se había conformado un gobierno, ni se había hecho ninguna estimación sobre cuándo tendrán lugar las presuntas elecciones.
En lo que a política exterior se refiere, la ambiguedad parece ser también la línea. Moscú y Washington se muestran cautos mientras el General sonríe a izquierda y a derecha, sin decidirse definitivamente por ninguno. La junta ha hablado de una política no alineada, con la intención de "trabajar por el restablecimiento de las relaciones entre Sudán y ciertos países, en especial con los Estados vecinos". Según observadores, los nuevos gobernantes estarían refiriéndose así a la Unión Soviética, Libia y Etiopía. Hasta el momento la URSS se ha mostrado prudente. La agencia Tass, según el diario Le Monde, anunciaba el golpe de Estado sin añadir ningún comentario pero dejando ver una gran satisfacción por la caída de Nimeiri. Para Estados Unidos, el golpe fue recibido con un parco comentario en el que el Departamento de Estado se limita a declarar que "la política de los Estados Unidos con respecto a Sudán no ha cambiado en absoluto".
Después de una entrevista entre Sewar El Dahab y el encargado norteamericano de Asuntos Internacionales en Khartoum, Washington se pronunció compartiendo plenamente el deseo del nuevo gobernante de mantener relaciones sólidas con Sudán, al tiempo que aseguró que la ayuda norteamericana en materia de alimentos, y en otros dominios, continuaría. Sudán es el mayor receptor de ayuda norteamericana después de Egipto, pero los cien millones de dólares aprobados para el año fiscal de 1985 no habían sido colocados aún en el país, debido a la lentitud de los cambios en materia de política económica del anterior gobierno.
El lunes anterior al golpe, Nimeiri consiguió del gobierno de Reagan la liberación de cerca de 67 millones de dólares que no habían sido aún distribuidos y que correspondían a las ayudas económicas aprobadas para 1984. El anterior gobierno, tuvo que aceptar imponer ciertas medidas de austeridad para lograrlo, y esto, a juicio de muchos, precipitó el golpe. Después de los hechos recientes, Washington se declaraba simpatizante del general Sewar El Dahab, y añadia: "Sabemos que se encuentra rodeado de terribles problemas y no queremos causarle dolores de cabeza adicionales". Se sabe que Washington tiene serias dudas sobre la capacidad de la actual junta para manejar la difícil situación por la que atraviesa el país. En particular, se mencionan las profundas divergencias entre los disidentes sudistas (1), el deterioro de la economía del país, y los esfuerzos continuados de Libia y Etiopia por desestabilizar el régimen sudanés. Según el Herald Tribune, "ha habido una intensa discusión norteamericana con Egipto y Arabia Saudita acerca de Sudán". Durante el gobierno de Nimeiri, Estados Unidos contó con un fuerte aliado de una importancia geopolítica invaluable. El presidente Nimeiri apoyó la proyección del poder norteamericano en la región y fue uno de los que acogió los acuerdos de Camp David. La principal preocupación de la Casa Blanca en este momento es saber si la nueva junta se siente realmente ligada a los acuerdos firmados por el anterior gobierno y a los compromisos adquiridos por él con las instituciones financieras internacionales.
Egipto, por su parte, se muestra bastante tranquilo. El nuevo jefe de gobierno pertenece a la confederación político-religiosa de los Khatmias opuestas a los "hermanos musulmanes" y tradicionalmente próxima al Cairo. Esta certidumbre pareció ser apoyada por una de las primeras declaraciones de Sewar El Dahab, cuando el nuevo jefe de gobierno dijo que Egipto y Sudán se encontraban "unidos por la sangre en un destino común". El presidente Mubarak se apresuró a hacer público su apoyo al nuevo gobierno, invitándolo, no obstante, a mantenerse "vigilante a fin de frenar cualquier intervención extranjera". Libia parece ser uno de los principales peligros para El Cairo a ese nivel. Después del sábado, el Primer Ministro egipcio, general Kamal Hassan Alí, envió un mensaje a Trípoli en el que expresaba que El Cairo"no tolerará ninguna injerencia extranjera, directa o indirecta, en los asuntos de Sudán el cual constituye un apoyo estratégico de Egipto".
A pesar de este apoyo, algunos aseguran que en privado los responsables egipcios exteriorizan una cierta preocupación, lo que explicaría la cautela de Washington. El no haber dado aún los nombres de sus colaboradores, hace pensar a muchos que el general Sewar El Dahab no es en realidad más que un testaferro, tras el cual se encubriría una tendencia mucho más radical y decididamente prosoviética. Por su parte, Libia fue el primer país en saludar el golpe precisando que ella no había contribuido a la revolución."Esperamos que mañana o pasado mañana lleguen también los días de tristeza no sólo para Nimeiri sino también para el traidor Hosni Mubarak, el arrogante Reagan, el imperialismo, los enemigos de los árabes y del islám", declaró Khadafi.
Siria, el aliado de Libia, señaló: "todos aquellos que unen sus destinos al imperialismo norteamericano y al sionismo seguirán la misma suerte de Nimeiri, Anwar El Sadat, o el Sha de Irán". Teherán saludó el golpe como "otra victoria en el camino hacia la revolución islámica".
A todas estas, el nuevo gobierno sigue dejando que la duda aumente. ¿Quiénes son realmente los miembros de esta junta? ¿Se trata de viejos compañeros de armas de Nimeiri fieles a sus ideas y dispuestos a continuar con su línea de gobierno o de jóvenes oficiales mucho más radicales que la cabeza visible, a la espera tan solo del momento oportuno para mostrar la cara?

(1) El sur de Sudán comprende a la población cristiana del país y constituye la región más pobre y la economía más atrasada. Al final de su gobierno Nimeiri contribuyó a aumentar el descontento de esta región, intentando extender la ley coránica aplicada al pie de la letra, incluso sobre la población no musulmana. Desde 1983 una fuerte guerrilla autonomista se encuentra apertrechada en el sur de Sudán.