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Hacer historia

La reunión de las Coreas augura el final de uno de los últimos vestigios de la Guerra Fría.

17 de julio de 2000

El distante estrechón de manos que marcó el saludo entre Kim Dae-jung, presidente de Corea del Sur, y Kim Jong-il, líder supremo de la comunista Corea del Norte, contrastó con el cálido abrazo de su despedida dos días más tarde. En esas escasas 48 horas, 50 años de beligerancia parecieron comenzar a quedar atrás. Millones de coreanos a ambos lados de las fronteras celebraron el acto de reconciliación como quien presencia un sueño largamente acariciado pero imposible.

Lo que le da la dimensión al acuerdo de la semana pasada es que las dos Coreas están técnicamente en guerra desde que un armisticio detuvo el conflicto entre ellas en 1953. Y que desde entonces, en la mal llamada ‘zona desmilitarizada’, se muestran los dientes un millón de soldados de ambos lados más 37.000 de Estados Unidos en el sur. Desde que se conoció que Corea del Norte tiene un programa nuclear que podría incluir bombas atómicas y un sistema de misiles capaz de llegar hasta Japón, esa frontera se convirtió en el mayor peligro de confrontación de la era posguerra fría. De ahí que el acuerdo haya sido celebrado, si bien con cautela, por Estados Unidos, principal soporte de Corea del Sur, y por China, tradicional aliado de la del Norte, así como por buena parte de los países más importantes del mundo.

La aproximación es buen negocio para ambos. Para el Sur, porque despeja los nubarrones bélicos y abre amplias posibilidades de inversión. Y para el Norte, porque podría significar la reanimación de su quebrada economía y dejar atrás el fantasma de la hambruna que ha azotado la nación en los últimos años.

Este acuerdo, a pesar de la retórica, no es garantía por sí de una reconciliación y, sobre todo, de una reunificación próxima. Quedan temas muy complicados de por medio, como el costo de ese proceso, en especial ante la difícil experiencia de Alemania. Pero el solo hecho de ver a dirigentes de tendencias tan distantes en un caluroso abrazo llenó de esperanza a los coreanos en que más pronto que tarde tendrán de nuevo unido al país que todos proclaman amar más que nadie.