Home

Mundo

Artículo

HALCONES ARMADOS

La compra de 18 cazas MiG por Perú podría desatar una carrera armamentista en América Latina.

30 de diciembre de 1996

En terminos de las fuerzas armadas de Europa, Estados Unidos e incluso del Medio Oriente, la compra de una escuadrilla de 18 aviones de combate es un asunto demasiado pequeño como para llegar a las primeras planas de los periódicos. Ahora, si esa operación se hace en América Latina, el tema se convierte en fuente de atención generalizada. Y si quien hace la compra es precisamente uno de los países que libraron una guerra fronteriza en enero de 1995, el tema pasa a ser francamente preocupante.Eso es lo que pasó con la adquisición, confirmada la semana pasada, de 18 aviones MiG 29 por parte de la Fuerza Aérea Peruana _FAP_. A cambio de lo que sucedía hasta hace algunos años, cuando los países latinoamericanos se equipaban con los aviones obsoletos que dejaban las fuerzas aéreas del mundo desarrollado, en esta ocasión se trata de los aviones más avanzados de la industria bélica rusa, heredada de la Unión Soviética. Los MiG 29 son cazabombarderos del nivel del F-16 norteamericano, el Harrier británico y el Mirage 2000 francés, que fueron las estrellas de la última feria de aviones de combate realizada en marzo pasado en Chile.De ese modo la FAP quedó equipada con un avión capaz de volar a dos veces la velocidad del sonido y con una configuración claramente ofensiva, no defensiva. Esa situación obedece, según observadores, a la inferioridad observada en la guerra del año pasado, en la cual Perú perdió dos anticuados cazas Sukhoi 22 (también soviéticos).El presidente peruano Alberto Fujimori y su jefe del comando conjunto, general Nicolás de Bari Hermoza, dijeron que no hay carrera armamentista y que se trata simplemente de la reposición de equipos, incluidas las naves perdidas en el conflicto. Pero la forma extraña como demoraron el anuncio y el hecho de que se trata de aeronaves ofensivas, no defensivas, hizo que un receloso presidente ecuatoriano Abdalá Bucaram declarara que su país también tiene derecho a renovar su armamento.Ese intercambio de frases produjo conmoción en medios de los países garantes del Protocolo de Rio de Janeiro, en cuyo marco se realizan las conversaciones de paz tendientes a precaver estallidos como el de enero de 1995 en el área no demarcada de la frontera de los dos países. Voceros militares de Chile y Argentina han dicho que esa compra no altera el equilibrio estratégico de la región. Pero lo cierto es que ese tipo de operaciones difícilmente dejan de producir efectos en los países vecinos. En este caso la compra fue hecha a Bielorrusia, un país que heredó los aviones al disolverse la Unión Soviética y los puso a la venta a un precio menor que el del fabricante ruso. Esa circunstancia podría llevar a que la industria armamentista norteamericana presione al presidente Bill Clinton para que levante el veto a la venta de F-16 en América Latina y permita las conversaciones de Argentina y Chile con los fabricantes. Y si esos países tienen éxito, nada impediría que la carrera armamentista arrastrara también a Brasil, Venezuela y por ahí mismo a Colombia. Porque, por lo demás, el armamentismo peruano también afecta potencialmente a Bogotá.Eso podría significar el fin de una saludable tendencia a la baja de la inversión militar latinoamericana en proporción con el Producto Interno Bruto de los países. Ya en Lima algunos cuestionan la transparencia de la operación, que costó 350 millones de dólares. Y muchos están haciendo la clásica cuenta de cuántas escuelitas se podrían construir o cuántos niños hambrientos de podrían alimentar con ese dinero.