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Halcones gallinas

Los duros de Washington quieren mandar a miles de soldados a Irak pero, cuando les tocó su turno, eludieron ir al frente de batalla.

6 de octubre de 2002

El debate en el Congreso norteamericano por un acuerdo para atacar a Irak en caso de que el presidente Saddam Hussein no cumpla las disposiciones de la ONU ha puesto de nuevo en evidencia una curiosa paradoja de la política de Estados Unidos. Consiste en que los funcionarios más guerreristas del gobierno no fueron al frente de batalla cuando tuvieron la oportunidad de servir a su país en un conflicto internacional. Esta ironía los ha hecho merecedores de acusaciones de hipocresía y cobardía y del gracioso mote de "los halcones gallinas".

A la cabeza de estos híbridos se encuentra el presidente estadounidense George W. Bush. A Bush no le ha temblado la mano para bombardear Afganistán contra el gobierno Talibán, ni más tarde para enviar tropas a Filipinas con el fin de derrotar la guerrilla de Abbu Sayyaf; se ha referido con términos duros y amenazantes a los países que patrocinan grupos terroristas y en los últimos meses ha puesto su empeño en lanzar un "ataque preventivo" para un "cambio de liderazgo" en Irak. Es decir, una operación militar para derrocar o liquidar a Hussein, acusado de producir armas de destrucción masiva y de patrocinar terroristas.

Lo extraño es que todo este guerrerismo provenga de quien fuera un muchacho poco atlético o brillante que se escapó de servir en la guerra de Vietnam gracias a las palancas de su padre, por entonces senador. Con el único mérito personal de pertenecer a la clase de los hijos de poderosos, Bush hijo consiguió uno de los codiciados puestos en la guardia nacional de Texas. Más adelante, cuando Bush padre llegó a la presidencia, sería acusado de mover influencias para que su hijo no fuera a la guerra.

El vicepresidente Dick Cheney, quizás un halcón aún más furibundo que Bush, ni siquiera vistió uniforme. Según él, porque "tenía otras prioridades durante los 60 que prestar servicio militar". Donald Rumsfeld, el secretario de Defensa, voló jets de la Armada durante las guerras de Corea y Vietnam pero nunca estuvo en combate. Otros prominentes guerreristas como Paul Wolfowitz y Peter Rodman, estuvieron en la universidad durante la guerra.

Así mismo, por fuera de la administración los mayores activistas proguerra también carecen en su mayoría de experiencia militar. Este es el caso de quienes elaboraron el famoso documento 'Project for a New American Century' (Proyecto para un nuevo siglo norteamericano). Se trata de una carta abierta a Bush después del 11 de septiembre en la que le pedían que incluyera dentro de su ofensiva contra el terrorismo a Irak, Líbano e Irán. De los 32 firmantes sólo tres habían vestido uniforme. Richard Perle, el más conocido de este grupo, fue objeto de un comentario sarcástico por parte del legislador condecorado en la guerra de Vietnam, Chuck Hagel: "Quizás el señor Perle quiera estar en la primera ola de los que invadan Bagdad", dijo.

Las críticas a los halcones gallinas son cada vez más frecuentes. El periódico The New Hampshire Gazette, el más antiguo de Estados Unidos, mantiene una base de datos que actualiza sobre los halcones gallinas. Se basa en los datos de reclutamiento durante los conflictos de Vietnam o Corea y otras fuentes y registra las excusas que los halcones gallinas dieron en su momento.

Las mayores críticas a los civiles guerreristas provienen de militares o veteranos de guerra, grupo que se opone casi unánimemente a la invasión de Irak. Ellos son los responsables de la mayor parte de las filtraciones a la prensa de planes de guerra en Irak, como la estrategia de toma de Bagdad o las operaciones encubiertas para provocar la rebelión interna de los opositores al gobierno de Hussein. Así mismo, el secretario de Estado, Colin Powell, quien es el único veterano condecorado entre las cabezas responsables de la política externa, también ha sido el único que ha pedido cautela y mostrado reservas frente al ataque a Irak.

Los acusados de ser halcones gallinas se defienden de los militares diciendo que éstos son buenos para el aspecto operacional de la guerra pero que ellos son mejores estrategas. Citan, por ejemplo, que en los años 90 los militares no querían usar la fuerza en los Balcanes y el éxito de la campaña mostró que se habían equivocado. Dicen que las críticas tienen un sustrato más emocional que racional, que tiene que ver con las cicatrices que dejó la guerra de Vietnam en los veteranos. Y también arguyen que el entendible resentimiento de quienes vieron morir a sus compañeros de armas mientras ellos disfrutaban de paz y seguridad no les da una mayor autoridad para opinar sobre guerras futuras.

Pero nada es en blanco y negro. La principal crítica a los halcones gallinas no apunta a su falta de conocimiento estratégico sino a su cobardía y doble moral. Así mismo, no es obvio que deba considerarse un sobreentendido el que todos los militares y veteranos estén en contra de la invasión a Irak. "Es extraño que todos los generales lo vean de la misma forma y todos los otros, que no han disparado una bala y están entusiasmados con ir a la guerra, lo vean de otra forma", dijo Anthony Zinni, un general retirado enviado como mediador a Israel.