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El sismo de enero mató a unas 250.000 personas, dejó sin hogar a más de un millón y destruyó Puerto Príncipe, donde el Palacio Presidencial aún se mantiene en ruinas. La epidemia de cólera ha perseguido a los sobrevivientes y ya se cuentan unos 2.500 muertos.

HAITÍ

Horror sin final

El terremoto, el cólera y las cuestionadas elecciones presidenciales confirmaron los peores prejuicios sobre la condición de Estado fallido del país más pobre del hemisferio.

18 de diciembre de 2010

Durante semanas, las calles de Puerto Príncipe se convirtieron en una gran tumba a cielo abierto, donde los cadáveres se apilaban en cualquier esquina. Una vez más, la naturaleza se ensañó con Haití el 12 de enero, cuando un sismo de 7 puntos en la escala de Richter redujo a escombros la capital y dejó unos 250.000 muertos, aunque ese solo es un cálculo, pues nadie sabe con certeza cuántos cadáveres fueron arrojados a las fosas comunes o quedaron sepultados bajo los edificios caídos. Casi un año después, la ciudad sigue en ruinas, el cólera persigue al millón de sobrevivientes que perdieron sus hogares y malviven en carpas miserables y las elecciones presidenciales, que se suponían una esperanza para traer algo de estabilidad, terminaron en una nueva oleada de violencia en las calles.

Para el país más pobre del hemisferio ese terremoto fue, literal y metafóricamente, demoledor. Casi todos los edificios oficiales colapsaron, incluido el emblemático Palacio Presidencial, que todavía se mantiene derribado, y una sexta parte del personal del ya débil gobierno haitiano murió en el acto. Los encargados de mantener en pie al país fueron los primeros afectados. El antiguo Hotel Christopher, que servía de sede a la misión de las Naciones Unidas para la estabilización de Haití, Minustah, tampoco resistió. Muchos de los funcionarios de la organización murieron en lo que constituye la peor tragedia de su historia. Un ejemplo simbólico de los abundantes dramas fue el general chileno Ricardo Toro. Ante la muerte del jefe de la misión, tuvo que tomar el mando a pesar de que su esposa estaba desaparecida. La emergencia no daba espera. Washington tuvo que enviar 16.000 marines a poner algo de orden y la llegada de la ayuda tardó semanas.

La de Haití, sin embargo, no es una tragedia natural. La pobreza y el atraso económico son el terreno abonado para la desgracia, y la inestabilidad política está detrás de todos los males del país caribeño. Muchas cosas andaban mal desde antes del cataclismo. Más de la mitad de la población sobrevivía con menos de un dólar al día, y el mal uso de la tierra, deforestada y erosionada, empeora las calamidades.

Puerto Príncipe ya era una bomba de tiempo demográfica donde los barrios marginales crecían sin control. Por eso muchos vieron en la catástrofe una oportunidad para reconstruir Haití de verdad, de una buena vez por todas. Incluso se sugirió fundar una nueva capital. Pero nada de eso ha ocurrido. La desconfianza entre los donantes y un gobierno corrupto e ineficiente han demorado el proceso. Y para rematar, durante el año llegaron nuevas plagas: el huracán Tomás trajo lluvias e inundaciones y después apareció la epidemia de cólera que ha cobrado la vida de unos 2.500 haitianos. Para rematar, todo apunta a que el contingente de cascos azules nepalíes trajo la enfermedad, lo que produjo brotes de violencia y rechazo hacia la presencia de la ONU.

Las esperanzas de cambio estaban puestas en las elecciones del 28 de noviembre, pero de los 19 candidatos, 12 hablaron de fraude masivo. Cuando las autoridades anunciaron como ganadores para disputar la segunda vuelta a la ex primera dama Mirlande Manigat, con el 31 por ciento de los votos, y al oficialista Jude Celestin, con el 22, las protestas violentas se multiplicaron. El tercero en disputa, el cantante Michelle Martelly, se quedó por fuera apenas por un punto porcentual y muchos creen que el fraude favoreció a Celestin, el cuñado del presidente René Préval, cada vez más impopular. Las autoridades anunciaron un reconteo, pero nadie sabe si eso calmará los ánimos de cara a la segunda vuelta del próximo 16 de enero. Ante los cataclismos, volver a la normalidad suele ser la meta. Para Haití, eso sería una tragedia.