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Idealista o traidor

Mientras se trata de encontrar una explicación para la increíble historia del Talibán estadounidense la polémica legal y política por su juicio apenas comienza.

26 de febrero de 2002

Para el estadounidense promedio es una paradoja. A John Lindh Walker, un californiano de 20 años que creció en una de las comunidades más privilegiadas, liberales y tolerantes de su país, se le acusó oficialmente el 24 de enero de cuatro cargos que incluyen conspirar para matar a sus compatriotas y colaborar con el régimen fundamentalista de los Talibán y la guerrilla de Al Qaeda. En su primera aparición ante una corte federal en Virginia lucía bastante diferente que cuando salió en las imágenes difundidas por CNN dos meses atrás. Ahora, con el pelo rapado y sin barba, se ajustaba menos que nunca al perfil del FBI del lunático terrorista islámico. El muchacho, hace unos 10 años un dedicado estudiante aficionado al hip hop, se había convertido en un guerrero de la jihad antiestadounidense liderada por Osama Ben Laden. ¿Cómo pudo ocurrir esto?

Los Lindh, como buenos hijos de los 60, bautizaron a su hijo ‘John’ en honor a Lennon. El pequeño estudió en un colegio alternativo de Marin County, donde los alumnos sólo tenían que reunirse con los profesores una vez a la semana y decidían las asignaturas. Una temprana afición por el hip hop lo llevó a pasar horas en Internet en busca de información sobre el ritmo negro. En un mensaje electrónico que Lindh escribió por esa época pretendía ser todo un afroamericano: “Nuestra negrura no debería hacer que la gente blanca nos odiara”, decía. Pero poco a poco, a través de la red, también empezó a interesarse por el Islam. Comenzó a preguntarles a otros cibernautas musulmanes si estaba bien que viera dibujos animados en la televisión o en películas. Pero lo que terminó por convertirlo al Islam oficialmente fue la lectura, a los 16 años, de la biografía de Malcolm X, el famoso líder sindical negro. Su padre, que era algo crítico de la rigidez de la Iglesia Católica, lo apoyó en esta decisión. John empezó a ir a una mezquita del vecindario y pronto adoptó la vestimenta islámica.

Luego convenció a sus padres de que le pagaran un viaje a Yemen, donde consideraba que se hablaba la forma de árabe más cercana al Corán. Pero pronto se desilusionó por la falta de pureza del Islam de ese país dividido, como la mayor parte del mundo islámico, entre los sunitas y los shiítas. Lindh partió a Pakistán y se inscribió en una madraza, nombre de las escuelas fundamentalistas islámicas. Cada vez se fue volviendo más radical en sus creencias. Cuando en octubre de 2000 un grupo de terroristas islámicos pusieron una bomba al barco USS Cole, en Yemen, y mataron a varias decenas de tripulantes estadounidenses, su padre le escribió para expresarle pesar por la tragedia. Pero para su sorpresa John le respondió que la llegada del destructor era un acto de guerra contra el Islam. Poco a poco empezó a interesarse por la idea Talibán de crear un gobierno islámico puro en la vecina Afganistán. Cuenta el casero del joven que en abril, cuando hubo una ola de calor especialmente fuerte, Suleyman, como se hacía llamar, empezó a tener problemas para dormir y se fue diciendo que pensaba buscar el frío de las montañas.

En la declaración que dio al ser identificado Lindh cuenta que partió a Afganistán y se ofreció a ayudar al gobierno Talibán. Como no conocía ninguna de las lenguas locales fue asignado a un campo de entrenamiento de Al Qaeda. Después estuvo luchando contra los paquistaníes en Cachemira y conoció personalmente a Osama Ben Laden. Se le acusa de que sabía desde junio que un grupo de miembros de Al Qaeda emprendería misiones suicidas en suelo estadounidense. Y después del 11 de septiembre, cuando empezaron los bombardeos a Afganistán, Lindh fue asignado para luchar contra la Alianza Norte en Kunduz. Después de que su grupo se rindiera y fuera trasladado a la prisión de Mazar-e Shariff lo descubrió un reportero de la revista Newsweek. Capturado tras la revuelta de prisioneros que se vivió más tarde en esta fortaleza, y después de pasar varios días incomunicado en un barco militar, Lindh llegó a Estados Unidos, donde sus padres ya tenían montado un excelente grupo de abogados para su defensa.

Por extraña que parezca toda esta historia existe al menos una explicación creíble. Lindh es el resultado de una rebelión contra la cultura individualista, capitalista y liberal en la que creció. Marin County es el centro del movimiento de la ética de autoestima y superación personal de Estados Unidos. En efecto, su maestro de la madraza en Pakistán recuerda que Lindh era bastante crítico de la cultura norteamericana. Describía a su patria como una tierra en donde se exaltaba el yo antes que todo. “Los norteamericanos están tan ocupados persiguiendo sus metas personales que no tienen tiempo para sus familias ni para la comunidad”, decía.

Los antecedentes de Lindh han dividido a la opinión pública. La derecha más conservadora ha usado la paradoja del caso para criticar la educación liberal. Otros menos numerosos ven en Lindh un idealista como muchos otros que se encontró en el lugar equivocado en el momento equivocado. Glen Sacks de The Washington Times, afirma en un editorial que él casi fue John Lindh. Cuando joven se ofreció para ayudar en el gobierno del revolucionario Robert Mugabe, quien acababa de derrocar un régimen opresivo de blancos en Zimbabwe. Su ayuda no fue aceptada y hoy en día Mugabe es considerado uno de los más sanguinarios y opresores líderes que ha conocido la historia. Para otros, como el fiscal general John Ashcroft, la contradicción entre el origen de Lindh y el camino que escogió parece ser motivo de desprecio: “Los terroristas no lo obligaron a que se les uniera, John Lindh escogió a los terroristas. El fue bendecido por nacer en un país que aprecia la libertad de expresión, la tolerancia religiosa, la democracia política entre hombres y mujeres. Y sin embargo escogió rechazar esos valores en favor de su antítesis”, dijo.

Estas declaraciones no gustaron al abogado defensor de Lindh, James Brosnahan, ex fiscal del caso Irán-Contra. Según él, Ashcroft y otros funcionarios del gobierno han emitido información falsa y perjudicial contra su cliente en clara violación de los derechos constitucionales que aseguran un juicio justo. Pero, lo que es más grave, Brosnahan asegura que a Lindh le violaron el derecho a un abogado durante 54 días de detención, que le impidieron comunicarse con sus padres y que su declaración fue obtenida a la fuerza.

Sin embargo la esperanza no parece sonreírle al Talibán estadounidense. Se enfrenta a cargos con una pena máxima de cadena perpetua y Ashcroft afirmó que aún era posible condenarlo por traición, un cargo que conlleva la pena de muerte. El distrito oriental de Virginia, donde es casi seguro que será juzgado, es famoso por la dureza y rapidez de sus fallos. Por otro lado, el público en general tiene muy poca simpatía por Lindh. Según una encuesta de Gallup el 70 por ciento de estadounidenses cree que debe ser encarcelado o ejecutado. Afortunadamente para él falta más de un año para que su juicio comience. Pues, como están las cosas hoy, sería imposible encontrar un jurado que no lo condenara.