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Exgobernador de Florida, Jeb es el hijo menor de George Herbert Walker Bush, el presidente número 41 de Estados Unidos, y hermano de George W. Bush, el presidente número 43. Según su madre Barbara, es el mejor preparado de la familia para gobernar. | Foto: Foto: A.F.P.

ESTADOS UNIDOS

El otro Bush

Si se confirman las tendencias, dos dinastías disputarían la próxima elección presidencial de Estados Unidos.

19 de abril de 2014

Faltan algo más de dos años y medio para las elecciones presidenciales en Estados Unidos y en las cuatro esquinas del país cobra cada vez más fuerza la tesis de que el próximo candidato republicano será Jeb Bush. Si bien no se ha lanzado oficialmente, el antiguo gobernador de la Florida, hijo del expresidente George H. W. Bush y hermano del también expresidente George W. Bush, parece ser la carta preferida por los poderosos donantes del partido y el único de esa colectividad capaz de seducir a los hispanos, sector clave para ganar los comicios. Y si eso no suena muy emocionante, hay un factor adicional que le pone sal y pimienta a la política gringa: es factible que en 2016 Jeb Bush deba competir nada menos que con Hillary Clinton, lo cual le suma una expectativa gigantesca al asunto.

Jeb Bush posee muchos puntos a favor. Nacido hace 61 años en Midland, un pueblo texano en el corazón del sur del país donde la derecha impera, se graduó en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Texas y, tras haber trabajado, entre otras, como banquero en Venezuela, fue elegido gobernador de Florida entre 1999 y 2007. Allá se le recuerda por sus políticas eficaces en materias como la economía y la educación. Tiene tres hijos fruto de su unión con Columba Garnica Gallo, una mexicana con la que contrajo matrimonio en 1974 mientras él daba clases de inglés en la ciudad de León, en el estado de Guanajuato. Sobra advertir que Bush habla español casi perfectamente.

Ese es quizás uno de los mayores atractivos políticos de John Ellis Bush (iniciales que el acortó en el nombre Jeb) y tal vez eso explique por qué los hispanos recibieron felices las declaraciones que el exgobernador dio el pasado 6 de abril en un programa de la cadena Fox cuando dijo que los inmigrantes indocumentados llegan a Estados Unidos para “poderles poner un plato de comida sobre la mesa a sus hijos” y cuando concluyó con una frase controvertida: “La inmigración ilegal no es una felonía. Es un acto de amor”. Bush no es tonto y sabe que si los republicanos no dejan atrás su rechazo a los latinos no ganarán las elecciones. Conviene recordar que casi el 70 por ciento de ellos votaron en noviembre de 2012 por Barack Obama, que no les ha cumplido la promesa de dar luz verde a los 11 millones de personas sin papeles.

Pero Jeb Bush no solo cuenta con el activo de que cae bien entre los hispanos. En su haber se incluye asimismo que el gobernador de Nueva Jersey, Chris Christie, que sonaba como candidato de los republicanos, se ha visto involucrado en un escándalo monumental. Se le acusa de haber ordenado en septiembre el cierre de una autopista cerca al pueblo de Fort Lee porque el alcalde de esa localidad no había querido respaldarlo políticamente. El lío es que la congestión de tráfico causada por el cierre de un puente desembocó en la demora de un servicio de ambulancia y en la muerte de una mujer.

Paralelamente, los otros precandidatos republicanos tampoco parecen despegar. Paul Ryan, excompañero de fórmula de Mitt Romney suena muy radical, lo mismo que los senadores Ted Cruz y Rand Paul, que cabalgan sobre los hombros del Tea Party, que no desconfía totalmente de Jeb. Y como le dijo a SEMANA Silvio Waisbord, profesor de Comunicación Política de The George Washington University, “las elecciones presidenciales se ganan desde el centro, y Jeb Bush es por eso un candidato viable”.

La candidatura de Jeb Bush, que hasta entonces era un secreto a voces, se convirtió en noticia el 29 de marzo en las páginas de The Washington Post, que en un artículo constata la intención de un grupo de ‘republicanos influyentes’ en el sentido de lanzar la candidatura del exgobernador de la Florida. Pero la idea no se reduce a simples intenciones. El texto señala que casi 100 de los principales donantes a la campaña de Mitt Romney están dispuestos a meterse la mano al dril para que Jeb Bush reemplace a Barack Obama. “Es el candidato más deseado por ellos”, le dijo al Post Brian Ballard, que fue miembro del Comité Financiero de las campañas de Romney en 2012 y de John McCain en 2008. Uno de esos donantes, quizás el principal, es Sheldon Adelson, que citó a Las Vegas no solo a Jeb Bush sino a otros precandidatos republicanos como el gobernador de Wisconsin, Scott Walker.

El apoyo de Sheldon Adelson no es de poca monta. Con 80 años de edad, este hombre nacido en Massachusetts, hijo de inmigrantes judíos de Ucrania, se ha convertido en el número 11 en la lista de millonarios de Estados Unidos. Su fortuna, calculada en 28.500 millones de dólares según la revista Forbes a finales de 2013, se ubica justo encima de la que posee Jeff Bezos, el dueño de Amazon, y justo un peldaño abajo de la que ha logrado Michael Bloomberg, exalcalde de Nueva York. La notoriedad de Adelson en el mundo financiero surgió cuando en 1991, tras pasar la luna de miel con su segunda esposa en Venecia, construyó un hotel con ese nombre en Las Vegas para lo cual destinó 1.500 millones de dólares de la época.

Otro dato que alienta la tesis de la candidatura de Jeb Bush se relaciona con la exposición de retratos de líderes mundiales pintados por su hermano el expresidente George W. Bush. Los 24 cuadros de personajes como Vladimir Putin, Jiang Zemin, José María Aznar o Álvaro Uribe llamaron la atención al ser exhibidos la primera semana de abril en Texas. “¿Cree alguien que es una coincidencia que en los mismos días en que se habla de la candidatura de Jeb Bush la gente empiece a hablar de su hermano, no como del que comenzó la guerra en Irak sino como un expresidente dedicado a la pintura al igual que Ulysses Grant y Dwight Eisenhower? Claro que no”, le dijo a SEMANA Muni Jensen, politóloga y analista de la Universidad de Georgetown.

Lo curioso del caso es que, si las cosas siguen como van y si Jeb Bush resulta ungido como candidato en la convención republicana, lo más probable es que deba enfrentarse a Hillary Clinton. Hasta ahora, la exsecretaria de Estado, exsenadora por Nueva York y exprimera dama parece la candidata inevitable del Partido Demócrata. Solo el hoy vicepresidente Joe Biden podría competirle, pero todo el mundo coincide en que él aparcaría su aspiración si ella pisa el acelerador.

Por muy preparada que sea, para Hillary no sería fácil alcanzar la Presidencia. A pesar de su popularidad, ha recibido críticas por su gestión como jefa de la diplomacia gringa. Pero además tendría que batir una marca difícil: erigirse como la primera mujer en llegar a un cargo ocupado por hombres desde George Washington en 1789 y, por añadidura, una que ya vivió en la Casa Blanca, pero como primera dama. Por otro lado, tendría que convencer de que su edad no es un problema a un electorado que la ve un poco ‘cascada’. Para las próximas elecciones, en noviembre de 2016, habrá acabado de cumplir 69 años y se posesionaría con la misma edad. Solo se vería superada por Ronald Reagan, que cumplió 70 años dos semanas después del 20 de enero de 1981, cuando tomó posesión del cargo.

Unas elecciones entre Hillary Clinton y Jeb Bush harían ver a Estados Unidos como una república bananera. Sería en cierto modo vergonzoso que la democracia más antigua y fuerte del mundo, con 310 millones de habitantes, tuviera en la Presidencia, en los últimos 30 años –excepción hecha de Obama– a miembros de dos familias. George Bush papá estuvo en la Casa Blanca de 1989 a 1993, y su hijo George W. Bush de 2001 a 2009. Y Bill Clinton la ocupó entre 1993 y 2001. Lo paradójico, sin embargo, es que Hillary Clinton y Jeb Bush son considerados candidatos de primerísima línea y la competencia entre los dos estaría como para alquilar balcón.