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Justicia mal diseñada

El debate internacional suscitado por la pena de muerte en Estados Unidos ha puesto en entredicho el respeto por los derechos humanos en ese país. SEMANA entrevistó a Daniel García Peña, director de Planeta paz, y estudioso del tema en Colombia.

17 de septiembre de 2001

Semana.com: ¿La pena de muerte en sí misma, no los errores que hay dentro de su aplicación, es violatoria de los derechos humanos?

Daniel García Peña: Sin duda. Internacionalmente, la pena de muerte ha sido calificada como inaceptable. En Estados Unidos el debate lleva muchos años, en los años sesenta y setenta hubo una tendencia hacia la abolición de la pena de muerte y de hecho varios Estados la quitaron, pero en los ochenta y noventa ha ocurrido la tendencia contraria y esos mismos Estados la han restablecido. Es un problema político porque las encuestas muestran que la mayoría de los norteamericanos están de acuerdo con la pena de muerte, entonces hay una concepción contradictoria hacia lo tradicionalmente establecido.

Semana.com: ¿Cuáles son los intereses que tiene esa mayoría?

D.G.P: La mayoría está a favor de la pena de muerte. Eso tiene que ver mucho con el puritanismo, donde el castigo al individuo debía servir como ejemplo para el resto de la sociedad. Pero las estadísticas demuestran todo lo contrario, los Estados donde hay pena de muerte tienen la tasa de homicidios y muerte más alta, que son los delitos que buscan ser disuadidos por la pena. Esto no es un debate basado en lo empírico y científico sino en lo moral y pasional, y desafortunadamente lo político también está presente cuando, por captar votos proponen este tipo de medidas, así la pena de muerte es utilizada políticamente como una muestra de fuerza. El 64 por ciento de los gringos quieren la pena de muerte y los políticos que están en contra pueden ser acusados de débiles.

Semana.com: ¿Cree usted que existe un sesgo racial, étnico o geográfico en la aplicación de la pena de muerte en Estados Unidos?

D.G.P: Indudablemente está el tema de la discriminación. En Estados Unidos tiene un indudable rasgo racista y clasista, son los pobres, negros y los hispanos quienes ocupan las cárceles de Estados Unidos y quienes son condenados a la pena de muerte. La sociedad norteamericana tiende siempre a buscar el malo de la película. En los últimos años, de los 50 para acá, se acabó el sistema legal de contrarrestar a la negritud, la justicia ha establecido otros mecanismos de segregación que tienen que ver con lo geográfico... en las grandes ciudades donde están llenas de negros e hispanos. Hay un neosegregacionismo dentro del cual el sistema carcelario y el penal es una herramienta muy importante.

Semana.com: ¿Cuáles son los problemas de violación a los derechos humanos en las prisiones estadounidenses?

D.G.P: El primer aspecto cuestionable tiene que ver con las razones por las cuales la gente llega a la cárcel. Frente a la política antinarcóticos se han establecido unas penas exageradas, el que lleva un poco de marihuana termina siendo igual de culpable que el narcotraficante, y hay una serie de penas exageradas que han llevado a un sobrepoblamiento de las cárceles. Eso obligó a Estados Unidos en la última década a construir más cárceles, por cada dólar que se gastó en educación en la década pasada se gastaron dos para construir cárceles, eso quiere decir que se están construyendo más cárceles que escuelas. Un estudio mostró que en California hay más población en las cárceles que en las universidades.

Estas cárceles tienen regímenes muy duros en cuanto a la capacidad de socialización de los presos, todo el concepto de visitas conyugales, regímenes para restringir el sol para sólo unas horas a la semana. Son cárceles de alta seguridad con condiciones graves para el aspecto sicológico de los presos. Van en contra de los conceptos modernos de reorientación y resocialización. Finalmente el sistema legal de apelaciones tiene garantías de apelaciones para la defensa, pero en la práctica es tan costoso que se ha vuelto discriminatorio porque si no se tienen recursos para pagar un abogado le da lo mismo. Aquí los grandes perdedores son los hispanos y los negros, en ese sentido es un sistema legal injusto. Es una justicia diseñada al mejor postor.

Semana.com: Estados Unidos tiene una cierta reticencia para obligarse por medio de tratados internacionales aunque en muchos casos presionan el cumplimiento para otros países. ¿Qué opina?

D.G.P: Sí, claro. Ahí está la gran contradicción porque sin duda alguna han tenido una tradición de derechos humanos, El Bill of Rihgts de los gringos sigue siendo una piedra angular en la historia de Occidente en materia de derechos. Y por lo tanto ellos siempre han tenido la visión de que son la sociedad democrática y nosotros somos la barbarie. Por lo tanto, toda la tradición constitucional norteamericana ha oído de un gran concepto de soberanía a mi entender exagerado y curiosamente contradictorio con las tendencias actuales de la globalización, de la cual tanto les gusta hablar en términos económicos, ahí si son globalizantes a morir. Pero en lo demás son lo más proteccionistas, nacionalistas, cerrados y aislacionistas del mundo.

Estados Unidos considera que tiene la mejor Constitución del mundo y por eso no debe adherir a nada más, no quiere ratificar la Corte Penal Internacional. Los derechos que garantiza la Constitución son para los norteamericanos, por ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial cogieron a todos los ciudadanos americanos de descendencia japonesa, por el sólo hecho de tener los ojos rasgados, y los encarcelaron por supuesto riesgo, en una flagrante violación a los derechos humanos. Estados Unidos exige por un lado pero por otro lado no acepta que esas misma condiciones se puedan aplicar internamente.

Semana.com: ¿Se puede hablar de una injerencia indebida con respecto a las denuncias que Estados Unidos hace a otros países por violaciones a los derechos humanos?

D.G.P: En los últimos años, desde el presidente Jimmy Carter, quien colocó los derechos humanos en la agenda de la política exterior norteamericana, el tema de los derechos humanos se ha ido posicionando. La mayoría de las ONG en Estados Unidos condenan con el mismo vigor las violaciones a los derechos humanos en la China como en Colombia. Pero ya cuando eso se vuelve política exterior hay una clara selectividad en la aplicación de los derechos humanos.

Por ejemplo, no cabe duda de la obsesión que tiene Estados Unidos con la situación de derechos humanos en Cuba, y uno no puede desconocer que en Cuba hay problemas de libertades individuales, pero nadie puede decir que sea comparable a la masacre de 3.000 personas desarmadas, como sucedió en Colombia con el paramilitarismo.

A Milosevic lo van a colgar pero a China no —que tiene una situación de derechos humanos lamentable— porque tienen ocho millones de consumidores de Coca-Cola. Y lo más grave es que es por cuestiones ideológicas porque lo de Cuba no es económico es porque hay un millón de cubanos presionando en Miami que ponen a todos los políticos de Washington a temblar y por lo tanto hay razones políticas e ideológicas que llevan a una determinaciones pero no es un criterio de derechos Humanos.

Semana.com: ¿Pero eso no es intervención humanitaria?

D.G.P: Eso es lo peligroso, que el tema de derechos humanos se ha elevado a un terreno mucho más alto en los últimos años con el concepto de intervención humanitaria. En Haití, Somalia, y ahora más reciente en Kosovo sin duda alguna los derechos humanos se han convertido en una justificación para un intervencionismo unilateral. Eso hace que hoy en día tengamos situaciones tan contradictorias porque es más criticable el intervencionismo militar en la izquierda, en los demócratas. Ahora con Clinton en Kosovo era justamente la derecha republicana los que decían que no debían intervenir en Kosovo, mientras la izquierda, los progresistas del partido demócrata, aseguraban que Estados Unidos tenía un deber moral de intervenir en Yugoslavia para salvar a los pobres albaneses que estaba matando Milosevich. Es un tema que no tiene que ver tanto con criterio de defensa de los derechos humanos sino es puramente político.