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KINNOCK TOMA EL MANDO

El nuevo líder del partido Laborista es, en muchos aspectos, una versión juvenil de Michael Foot

14 de noviembre de 1983


Más que un simple cambio de imagen, la escogencia de Neil Kinnock, 41 años, para la jefatura del Partido Laborista Británico efectuada en Brighton el 2 de octubre pasado en la convención anual de ese partido tiene un significado más profundo. El nuevo líder es no sólo partidario del retiro de Inglaterra de la Comunidad Económica Europea, sino que es un ardiente abogado del desarme nuclear unilateral, una de las banderas que hiciera famoso al jefe saliente de esa organización, Michael Foot, durante la pasada campaña electoral.

Aunque a tales lineamientos, en especial al último, algunos atribuyen la derrota de Foot en dicha contienda, que culminara el 9 de junio con el triunfo de la conservadora Margaret Thatcher, Kinnock es de los que no admitió que la derrota laborista fuera consecuencia directa de la línea política "izquierdista" adoptada por su partido en los meses anteriores a las elecciones citadas. Por ello puede decirse que con la escogencia de Kinnock para la dirigencia del British Labour Party, esta importante formación política continuará el curso hacia la izquierda que esbozará durante el último año Michael Foot.

Bastante más joven que su predecesor y maestro -Foot tiene 69 años- Kinnock ha sido miembro del Parlamento británico desde 1970, posición a la que llegó en ese año cuando sólo tenía 28 años. Originario de una familia de mineros del sur de Gales, donde él fue hijo único, y luego de completar estudios superiores sin mayores éxitos, Kinnock se convirtió en político de tiempo completo a la edad de 29 años. Orador talentoso, el nuevo líder laborista disfruta del apoyo político de la burocracia de importantes gremios de trabajadores: servicios públicos, ferrocarriles y transportes en general. Está casado con Glenys Kinnock, una profesora que no vacila en dejar en segundo plano sus actividades hogareñas cuando se trata de convertirse en una decidida activista del laborismo inglés.

La elección de Kinnock obviamente fue el resultado de negociaciones con sus rivales. El principal de éstos, Roy Hattersley, es el exponente máximo del ala derecha del laborismo. Plantea que dicho partido debe apoyar la política fiscal de la Thatcher, finalizar su oposición a la CEE y adoptar una política de defensa "más convincente", retirando, por ejemplo, la consigna del desarme unilateral.

Estas negociaciones han hecho decir, a otros observadores, que Kinnock abandonará sus propias opiniones y constituirá un bloque con Hattersley, el cual será casi idéntico al anterior de Foot-Denis-Healy, que perdió las elecciones. Si ello es así la caza de brujas contra el ala izquierda del laborismo podría continuar. Durante la pasada campaña electoral, los líderes sindicales y partidarios del ala Hattersley-Healy-Foot atacaron sistemáticamente las políticas y figuras del sector de izquierda, recogiendo las acusaciones del Partido Social-Demócrata de que el Labour Party había sido "tomado" en muchas áreas por "Trotskyist space invaders". En esa campaña, cinco miembros del cuerpo editorial del periódico "Militant" fueron expulsados y más tarde Tony Benn y Ken Livingstone, miembro éste último del concejo del Gran Londres, perdieron sus curules.

Kinnock, por su parte, se ha lanzado ya a reconquistar la fuerza electoral de su partido, el cual llegó en las elecciones de junio a tener sólo un 27.6% de los votos, el índice más bajo desde 1920. Sus esfuerzos se concentran ahora sobre los "propietarios de casas y los destechados" y está exigiendo "libertad, seguridad, oportunidades ciudadanas". ¿Cuál de los políticos no está pidiendo lo mismo?, se pregunta. "El thatcherismo no es tan malo como ineficiente", dice, tratando de explicar que su meta es canalizar el descontento de los conservadores que votaron por Thatcher y recuperar el voto de los laboristas "desertores" que apoyaron a los Tories ante el temor que les inspiraban las políticas "extremas" del laborismo.

¿Logrará el joven y carismático Kinnock remontar la cuesta política heredada en los cinco años que le quedan a la Thatcher de gobierno? Aunque la tarea es difícil es mejor no subestimar la situación objetiva. En los próximos años de no subir los actuales niveles de vida -en los primeros tres meses de 1983 se contabilizó un déficit fiscal de 2 millones 700 libras esterlinas; la producción de manufacturas ha caído un 28%- el seguro a los desempleados ha sido recortado en más de un 25% -comenzará a darse una base concreta para que aumente el descontento contra los Tories. Habrá llegado entonces para Kinnock, su hora, si él lo quiere.