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| Foto: EFE

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La burka y el fantasma de la diferencia

Detrás de la prohibición del velo integral en Francia hay una reconsideración del multiculturalismo en toda Europa.

15 de abril de 2011

Kenza Didier, una francesa de padres marroquíes, no está dispuesta a dejar de utilizar la burka que la acompaña desde hace 13 años. Para demostrarlo, viajó de Aviñón a París con el rostro cubierto el lunes de la semana pasada -día en el que empezó a regir la prohibición del velo integral en Francia-, sin importar el riesgo que corría de ser multada. “No se trata de una provocación. Estoy aplicando mis derechos como ciudadana francesa”, aseguró al bajarse del tren.
 
Una vez en la capital francesa, Didier lideró una manifestación frente a la catedral de Notre Dame para protestar por la entrada en vigor de la ley que prohíbe “disimular el rostro” en el espacio público. Varias personas fueron detenidas por la policía, pero las autoridades aseguraron que no fueron trasladadas a la comisaría por llevar la burka puesta, sino por participar en una concentración no autorizada.
 
De cualquier forma, la detención de los manifestantes es una muestra de los problemas que tendrá la aplicación de la ley. Para empezar, muchos se preguntan por la utilidad de una legislación que va a afectar solamente a 2.000 mujeres que, según cifras del gobierno, son las que utilizan la burka en Francia. Esta es una estadística muy baja si se tiene en cuenta que la comunidad musulmana en ese país ronda los 5 millones. Además, hay encuestas que revelan que gran parte de estas mujeres se ponen el velo de manera voluntaria.
 
La otra preocupación es que nadie tiene clara la forma en la que se va a aplicar la prohibición. Según la legislación, los policías no están autorizados para obligar a las mujeres a retirarse la burka. Solo podrán “invitarlas” a descubrir su rostro para controlar su identidad y multarlas con 150 euros.
 
Pero la situación es tan delicada, que el ministerio del interior se vio obligado a enviar una circular a los policías en la que aclara la prudencia y la persuasión con la que deben manejar cada caso. Aún así, Phillipe Capon, secretario general de uno de los sindicatos de Policía, reconoció que para ninguno de sus colegas va a ser una prioridad controlar el respeto de esta ley.
 
Y es que en realidad el debate va más allá, pues la prohibición de la burka en Francia es tan solo un fragmento de una discusión mucho más amplia sobre el papel del multiculturalismo en Europa. De un tiempo para acá varios líderes han dado giros importantes en esta materia y han llegado a calificar el fenómeno como un fracaso rotundo. Incluso han utilizado esta tesis como mecanismo para evitar crisis políticas internas.
 
La primera en hacerlo fue Angela Merkel, quien en octubre del año pasado dio un giro en su discurso con la intención de acercarse a las corrientes populistas que están tomando fuerza en su país. La canciller alemana se refirió a la resistencia de algunas comunidades musulmanas a integrarse con la comunidad y declaró que “el multiculturalismo ha sido un fracaso absoluto en Alemania”.
 
El primer ministro británico, David Cameron, se pronunció en el mismo sentido y advirtió sobre la necesidad de “construir un sentido de identidad nacional y local más fuerte”, mientras Nicolas Sarkozy dijo que “Francia se ha preocupado más por la identidad de los inmigrantes y no lo suficiente por la identidad del país que los acogió”.
 
Lo cierto es que los líderes de estos países europeos han descubierto que la oposición al Islam basada en el miedo da réditos políticos. Y esto es algo que la extrema derecha ha sabido aprovechar muy bien. Marine Le Pen, la nueva presidenta del Frente Nacional, aseguró recientemente que “un poco más de bla bla bla sobre el Islam y lo laico, y pronto llegaré al 25 por ciento en las encuestas”. El hecho de que ya lo haya logrado demuestra que la población europea también está siguiendo esta tendencia.
 
El debate está lejos de llegar a su fin, pues desde ya otros países de Europa miran de reojo lo que está pasando en Francia. En Bélgica ya está escrita una ley que tiene pendiente su aprobación en el Senado, mientras algunos ayuntamientos españoles ya aplican ciertas restricciones. Holanda, Italia, Dinamarca, Austria y Suiza también estudian la posibilidad de prohibir las burkas en el espacio público, en un evidente intento por limitar la integración del Islam en Europa.