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LA CALDERA DEL DIABLO

A pocos días de las elecciones, Rafael Caldera se perfila como el más probable ganador en un proceso marcado por la inestabilidad.

27 de diciembre de 1993

UN POCO MAS, Y VENEZUELA HUBIERA ESTALLADO en tantos pedazos como partes interesadas había en la situación. A menos de dos semanas de las elecciones más importantes de su historia moderna, el país oscilaba como un pendulo enloquecido. Un día lo atraían los crecientes rumores golpistas, y el siguiente se inclinaba hacia el lado de la institucionalidad. En la mañana estaba al lado del ministro de Defensa, vicealmirante Radamés Muñoz León, y la tarde junto a La Causa R, el partido obrero al que muchos, incluido el vicealmirante, pretenden no dejar pasar.
Los episodios de una inverosimil y a veces infame guerra sucia entre los principales candidatos presidenciales, y reiteradas denuncias de fraude electoral, contribuían a oscurecer el escenario, agravado ya por la crítica situación económica y social. Pero el martes 23, un vibrante discurso del presidente Ramón José Velásquez le quitó casi toda la presión a la enorme caldera en que estaba convertida Venezuela. En un patio del Palacio Miraflores, 500 representantes" de todo lo que es Venezuela" escucharon respetuosos la cátedra de historia que dictó Velásquez, y estallaron en ovación cerrada cuando terminó diciendo "lo que tenía que decir y como lo tenía que decir". Cuando los aplausos finalizaron, los candidatos se sintieron más tranquilos, pues Velásquez les dijo que ningún argumento podrá llegar a desconocer el triunfo del ganador; los empresarios tuvieron menos riesgos para calcular en relación con sus inversiones, y los supieron a qué atenerse. Casi todos, porque apenas empezó a circular la champaña, el ministro Muñoz y el causaerrista Pablo Medina se fajaron en un escandaloso round de gritos y manoteos a menos de cinco metros del Presidente.
Medina, diputado y secretario general de Causa R reclamó al militar su parcialidad en relación con un proceso castrense por unas armas que un oficial robó durante uno de los golpes frutrados contra Carlos Andrés Perez.
El incidente se superó rápidamente, pero quedó de presente que algo de La Causa R inquieta a muchos venezolanos. Quizá sea el hecho de que su candidato, Andrés Velásquez, es el segundo en las encuestas de preferencias de los electores. Velásquez es el gobernador del estado Bolívar, centro industrial y minero de Venezuela. De 40 años e hijo de una india kariña que lo dio a luz sobre una tumba, porque no tendía dónde más, Velásquez transformó a La Causa R en un movimiento obrero semiclandestino, en un partido nacional con opción de triunfo.
Tal vez sea la reiterada actitud de Velásquez de considerarse ya el ganador de las elecciones lo que molesta a sus adversarios. O tal vez sea el hecho de que los dos últimos embajadores de Estados Unidos han sugerido que prefieren a Velásquez por sobre los demás. "Creen que puede ser su Lech Walesa venezolano", dicen algunos analistas. "Lo que buscan es quemarlo, aparecer junto a él en un país en donde se desconfía de los amigos de los estadounidenses", afirman otros.
Velásquez y su reducido grupo de ejecutivos de campaña heredaron las ideas y la incipiente organización que Enrique Maneiro (muerto) y Lucas Mateus, entre otros ex miembros del Partido Comunista, dieron a luz en Ciudad Bolívar. Velásquez otorga prioridad a las relaciones con Colombia, y propone continuar con los esquemas de integración existentes. Considera necesario resolver problemas urgentes como el tema migratorio, sobre el cual propone crear "mecanismos reguladores".
Otro candidato con opción es el ex gobernador de Zulia Oswaldo Alvarez Paz, candidato del Copei, la segunda fuerza política tradicional, de orientación socialcristiana. Por él ha terciado especialmente el sector financiero, y en él puso todas sus complacencias la cogollocracia del Copei. Pero Alvarez está en descenso en las encuestas, pese a sus enormes recursos económicos y la poderosa maquinaria que lo respalda. Alvarez es fuertemente integracionista con Colombia, hecho que recibe su máxima prioridad. En materia del diferendo limítrofe, ha dicho que no le importaria llevar el caso al tribunal de La Haya, y, en cuanto a las migraciones, sería flexible, pues considera importante el aporte de los trabajadores colombianos.
Con mucha menos opción figura el ex alcalde de Caracas Claudio Fermín, quien arrastra el peso de Acción Democrática (AD), el partido de los presidentes enjuiciados por corrupción, Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi. Su posición ante Colombia es fortalecer la integración.
En caso de que gane uno de estos tres, lo hará con un máximo del 25 por ciento de los votos, y tendrá al Congreso en contra, en especial ahora, cuando la uninominalidad llevará las curules a miembros de un nuevo liderazgo.
No obstante, las encuestas y las posibilidades favorecen por encima de todos, al menos hasta ahora, al veterano ex presidente Rafael Caldera, expulsado del Copei, partido que fundó. Caldera es ahora apoyado por la Convergencia Nacional, una mezcla de partidos y movimientos muy disímiles. Allí estan los viejos guerrilleros del Movimiento al Socialismo (MAS), los eternos conspiradores del Partido Comunista, y los aristócratas del Copei, que hicieron suya la expulsión de Caldera. Pero también está el chiripero, como Caldera a los demás movimientos que lo respaldan.
Pero así como las encuestas favorecen a Caldera, la mezcla de fuerzas que lo siguen y lo impulsan parece ser un problema a mediano plazo. Autritario y soberbio, Caldera es de los que no aceptan sugerencias. Además, sólo él toma decisiones. Y como lo más probable es que no cambie, en caso de ser presidente puede convertir a Miraflores de nuevo en un campo de batalla de las facciones que lo apoyan. Los problemas serán por cuestiones burocráticas, no por razones de principio. De Caldera se dice que que es integracionista, pero su política económica podría afectar el proceso binacional con Colombia, ya que, según dijo al Diario de Caracas, "la integración no bebe ser el resultado de políticas de apertura impuestas por los organismos financieros internacionales". En el plano migratorio, sería partidario de un estricto control a los indocumentados. Y en cuanto al diferendo limítrofe, podría ser catalogado como "duro", con preferencia por unas negociaciones de tono más político que jurídico.
Sin embargo una cosa es la retórica anterior a las elecciones, y otra al llegar al Palacio de Miraflores. Al fin y al cabo los observadores creen que cualquiera sea el presidente, el manejo macroeconómico y de política internacional será "más o menos el mismo; cambiará sólo el matiz".
En lo económico, por ejemplo, el énfasis será en busca de soluciones para el déficit fiscal de 450.000 millones de bolívares, y de la inflación, calculada en un 45 por ciento para este año. En lo laboral, será preciso una gran concertación entre gobierno, patronos y trabajadores. En materia de política social se impone un mejoramiento progresivo de las condiciones de vida de los venezolanos, desacostumbrados como están a tener el cinturón apretado. La política internacional la manejará el vaivén de los acontecimientos mundiales. "El resto será cuestión de ajustar aquí un poco, allá otro poco....", al decir de un asesor de Caldera. Pero sus palabras bien pudo decirlas un asesor de otro candidato.
Una diferencia de Caldera con el resto de aspirantes es su "relativamente poco interés en esforzarse por estimular aún más la apertura y fomentar la integración". Pero, como dice un empresario, en materia de integración "ningún presidente tiene mucho para hacer. La integración es un fenómeno irreversible hecho por el sector privado, que continuará si no se quiere correr el riesgo de quedar definitivamente aislados, tirados a un lado de la carretera". Y por poco interés que tenga Caldera, desde Miraflores, si gana, tendrá que dejar hacer. O, como dicen quienes le critican por su edad, deberá "dejar que le hagan".
A menos de una semana del día clave, Venezuela ha disipado muchos temores, pero aún tiene dudas. Todos saben que repetir en Miraflores no es tanto de caballeros como de porfiados. Y Carlos Andrés Pérez es un ejemplo muy reciente para Caldera de que nunca segundas partes fueron buenas. Al menos en Venezuela. Claro que los seguidores del ex presidente creen que más sabe el diablo por viejo que por diablo. Y más si el diablo viejo es Caldera. Y creen que podrá sacar adelante a Venezuela, de la misma manera que hizo de su chiripero "no una colcha de retazos, sino una de remiendos"
LOS DUELISTAS

EL PRESIDENTE RAMON J. VELASQUEZ no sólo aplacó la semana pasada las especulaciones antidemocráticas en Venezuela. El anciano estadista hizo lo mismo con las fricciones que afectaron a las relaciones colombo-venezolanas, cuando declaró tajantemente que solo él es el responsable de la política internacional venezolana. El canciller Fernando Ochoa Antich se apresuró a cancelar la polémica "para no seguir perjudicando las relaciones". Una extraña declaración que sugiere que Ochoa tenía en mente, a tiempo que polemizaba, un objetivo distinto al de defender los intereses de su país.
El deterioro se inició con un incidente fronterizo en el que una patrulla venezolana fue emboscada por guerrilleros en el estado de Apure, con saldo de cinco militares muertos. Y siguió cuando el candidato presidencial colombiano Antonio Navarro Wolf dijo en octubre, en un encuentro de colombianos en Venezuela, que la Guardia Nacional de Venezuela cobra 40 mil bolívares por conseguir nacionalidad venezolana a indocumentados colombianos, y que ese organismo atropella constantemente los derechos humanos de los mismos. La respuesta de su comandante, Pedro Romero Farías, fue calificar a Navarro de delincuente y asegurar que quedaría detenido inmediatamente pisara suelo venezolano.
La polémica se agrió aún más con ocasión de la muerte, el 18 de noviembre, de cinco soldados venezolanos a manos de los guerrilleros del ELN. Ochoa se quejó de la ineficiencia de las Fuerzas Armadas colombianas. "Colombia debe cumplir sus compromisos en cuanto a su eficacia para combatir la subversión y desplegar su Ejército en la zona para lograr acciones militares con exito", dijo. Sobre el otro tema, atacó a Navarro Wolf porque éste "no ha tenido consideración y respeto por Venezuela".
Al final, la intervención personal de los presidentes y de la canciller colombiana Noemí Sanín, acabó por zanjar las discusiones. Pero entre los observadores quedó la sensación de que Ochoa quiso pescar en río revuelto para defender sus intereses castrenses en plena época preelectoral, y que Navarro, a su turno, escogió asumir la defensa de los colombianos con un claro objetivo electoral. Una y otra cosa confirmaron que la epoca previa a las elecciones es la más peligrosa en las relaciones colombo-venezolanas.