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LA CASA OCUPADA

Acusando al ejército de Gemayel de no poder controlar su propio territorio, Israel insiste en permanecer en El Líbano.

9 de mayo de 1983

Iniciadas a mediados de diciembre pasado, las negociaciones entre Israel y Libano para buscar un acuerdo que permita la evacuación de las fuerzas extranjeras de Líbano, han pasado por los extremos propios de la ducha escocesa.
Después de numerosas interrupciones, los ministros de Relaciones Exteriores de Israel y Líbano afirmaron, en Washington, en la primera quincena del mes de marzo, que varios progresos notables habían sido obtenidos. El negociador israelí, señor Kimche, pronosticó incluso que las discusiones que se reanudarían el 21 de marzo en la estación balnearia de Natanya, concluirían en acuerdo.
Dos días más tarde, sin embargo, el mediador norteamericano Phillip Habib comprobaba, después de visitar Beirut y Jerusalén, que las negociaciones volvían de nuevo a su punto inicial.
La verdad es que tanto el enviado especial del presidente norteamericano como su asesor, Morris Draper, vieron su misión comprometida por la reacción que suscitó en Israel la carta del responsable de los "marines", estacionados en Líbano, Robert Barrow, enviada al secretario de la Defensa estadounidense, Caspar Weinberger, y publicada el 17 de marzo, por numerosos periódicos norteamericanos.
En ella, Barrow dice no comprender "por qué los americanos, sirviendo en una fuerza de paz, son hostigados, puestos en peligro y humillados por un aliado". El militar norteamericano después de afirmar que esa conducta no es desgraciadamente una excepción, agrega: "Es evidente que esos incidentes son calculados, orquestados y llevados a cabo (en base) a oscuros objetivos políticos israelíes ".
La misma sospecha de que Israel está tratando de sabotear la actividad del ejército multinacional -para negociar desde una posición de fuerza- se reflejó igualmente en el comentario hecho por la agencia libanesa nacional de información sobre los atentados que hirieron el 16 demarzo a 4 soldados norteamericanos y a nueve italianos: "Esas acciones buscan demostrar que el ejército libanés es incapaz de garantizar la seguridad en las regiones que él controla, como lo afirmó en Washington el ministro israelí de Relaciones Exteriores ".
Las autoridades israelíes desmintieron, desde luego, esas insinuaciones y expusieron, a través del canciller Shamir en los Estados Unidos, su propio análisis de la situación.
Según Tel Aviv, el gobierno libanés es incapaz, inclusive en un futuro próximo, de controlar la seguridad del sur del país, valiéndose de sus propias fuerzas. El peligro para la seguridad de Israel es aún más grande, sostiene el gobierno de Begin, si se tiene en cuenta que Siria acaba de instalar misiles soviéticos SAM-5. Israel, en conclusión, no puede retirar sus tropas sin que su seguridad haya sido previamente garantizada. Las autoridades israelíes propusieron, pues, dos alternativas: dejar algunos "puestos antiterroristas israelíes" bajo su mando en el sur de Líbano o legalizar -integrándolo dentro de las fuerzas armadas libanesas- la autoridad sobre el sur del país de su aliado, el comandante Saad Haddad, declarándolo, además, "inamovible".
Washington comparte las preocupaciones del gobierno israelí. La administración norteamericana estima que, con 250 kilómetros de alcance, los misiles soviéticos no sólo amenazan los aviones israelíes sino sus propios aviones en el Mediterráneo. Pero, es más, los norteamericanos se muestran inquietos por la presencia del personal militar soviético en Siria. Temen que la URSS pueda así verse involucrada directamente en el conflicto, sobre todo ahora que los "marines" norteamericanos hacen parte de la Fuerza Internacional de Interposición.
De la misma manera, y para incitar a Israel a retirar sus tropas de Líbano, el gobierno de Ronald Reagan habría confiado al canciller israelí su deseo de ampliar su participación en la fuerza multinacional, incrementar su ayuda económica al gobierno de Israel y, en fin, formar unidades especializadas del ejército libanés para ampliar su control sobre el conjunto del territorio nacional y para luchar -sin intervención de Israel- contra las posibles actividades militares de los palestinos en el sur del país.
Los 70 instructores enviados a Líbano para reorganizar el ejército, según informó el Pentágono el 21 de marzo, la ayuda militar y económica de 251 millones de dólares (estudiada actualmente por una comisión del Congreso) así como la intención de vender 200 misiles aire-aire Side Winder a Israel -proyecto hecho público por el Pentágono el 22 de marzo después de que las autoridades israelíes decidieron comunicar a USA las informaciones recogidas durante la guerra de Líbano- parecen constituir los primeros ejes prácticos de la actual estrategia norteamericana.
Los gobiernos de Reagan y Begin divergen, sin embargo, sobre un punto fundamental: el presidente estadounidense considera, como el presidente libanés Amin Gemayel, que todas las tropas extranjeras deben retirarse de Líbano. De hecho, cualquier presencia, inclusive "parcial" como lo proponían los negociadores israelíes, ha sido excluida.
Gemayel ha hecho saber que está dispuesto a tener en cuenta, en la designación del militar encargado de la seguridad del sur del país, las preocupaciones expresadas por Israel, pero a condición de que no se trate de Saad Haddad. Las reticencias del gobierno libanés parecen explicarse por el clima de desconfianza, hasta hostilidad, que despiertan los 1.500 soldados de Haddad, en el sur del país.
Ese comandante no goza en realidad de ninguna autonomía con respecto a su protector israelí. Ello compromete, según Beirut, la independencia de la región y del país, tal como lo definió el presidente Gemayel ante los No Alineados.
Aceptar, en fin, la comandancia de Saad Haddad por decisión israelí podría provocar, según fuentes libanesas, las mismas exigencias por parte de los palestinos o de los sirios en la región de la Bekaa, al norte del país.