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Al Jazeera America espera convertirse en una alternativa real de información en un país dominado por los grandes cadenas. Para hacerlo le compró la estación Current TV al ex vicepresidente Al Gore. | Foto: AFP

MEDIOS

La conquista del Oeste

Con millones de petrodólares y una propuesta periodística novedosa, los qataríes de la cadena Al-Jazeera sueñan con tomarse Estados Unidos y vencer los estereotipos que los ven como voceros del islamismo radical.

24 de agosto de 2013

“Es el portavoz del terrorismo global”, “van a infiltrar el país”, “es como tener un canal nazi en Israel”, “como la mayoría de los árabes, apoyan lo que Bin Laden trató de hacer”. Con este tipo de amabilidades algunos comentaristas recibieron en redes sociales y medios conservadores el lanzamiento el martes pasado de Al-Jazeera America (AJA), una millonaria apuesta de sus dueños qataríes para conquistar Estados Unidos y consolidar el grupo informativo como el más grande e influyente del mundo. 

Al-Jazeera quiere robarle televidentes a la competencia con una idea poderosa: volver a la reportería pura y doblegar los chismes, los debates insulsos y el infotainment (la combinación de entretenimiento e información) que dominan la televisión. 

La fórmula es emitir 14 horas de noticias diarias, explorar formatos abandonados como los documentales, tener corresponsales en ciudades olvidadas  por los medios nacionales como Nueva Orleans, Detroit o Nashville y trasmitir solo seis minutos de publicidad, cuando el promedio es de 15. Además, van a aprovechar lo que producen sus 900 periodistas en el mundo. Se trata, ni más ni menos, de ganarle en su propio terreno a gigantes de la información mundial como CNN, ABC, CBS, Fox News o NBC.

Y para ello los qataríes no tienen límites. En enero le pagaron 500 millones de dólares al ex vicepresidente Al Gore por su alicaído canal Current TV, que tiene acceso a 48 millones de hogares. Después lanzaron una cacería desenfrenada para contratar a 900 personas, entre ellos 400 periodistas y hacerse con grandes nombres que le arrebataron a CNN, ABC o NBC. La apuesta de los jeques es, según The New York Times, “la más ambiciosa en la televisión desde que Rupert Murdoch y Roger Ailes lanzaron Fox News en 1996”.

Pero no todos concuerdan con eso. Apenas se supo que los qataríes compraron Current TV, Time Warner Cable, uno de los proveedores más grandes del país, lo sacó de su oferta. Y el lunes, a menos de 24 horas de la hora cero, el grupo AT&T decidió no emitir la cadena en su plataforma. Dos golpes que le quitaron 15 millones de hogares. Y es que Al-Jazeera es el canal que los estadounidenses aman odiar. Según una encuesta, el 75 por ciento de los televidentes tiene una percepción negativa de la marca. 

Después del 11 de septiembre Al-Jazeera emitió mensajes de Osama Bin Laden y fue bautizada por los halcones de la administración de George W. Bush como “Al Qaeda TV”. La relación empeoró cuando se opuso a las guerras de Iraq y de Afganistán, en tiempos en los que Bush decía “o están conmigo, o están con los terroristas”. En esos dos países sus oficinas incluso fueron bombardeadas “por error”.

El grupo es además propalestino y su canal en árabe le ha dado espacio a líderes islamistas como Yusuf al-Qaradawi que en 2009 imploró al aire: “Oh, Allah, llévate esta banda de gente opresora, judía, sionista. Oh, Allah, no perdones a ninguno. Oh, Allah, cuéntalos y mátalos, hasta que no quede ninguno”.  

Pero esos eran otras épocas y con los años Al-Jazeera rompió el monopolio informativo occidental hasta volverse uno de los canales más respetados del mundo. Su cénit llegó con la primavera árabe, donde no solo transmitió desde el corazón de las revueltas, sino que su crítica permanente contra los déspotas fue para muchos uno de los gatillos de la rebelión. 

Incluso se acuñó la expresión de “efecto Al-Jazeera” para describir el impacto de un nuevo medio para empoderar grupos que antes no tenían voz y en la plaza Tahrir de El Cairo algunos revolucionarios corearon “que viva Al-Jazeera”. Hasta Hillary Clinton, cuando era secretaria de Estado, dijo que “con Al-Jazeera uno siente que le están dando noticias de verdad, día y noche, en vez del millón de comerciales y argumentos entre los mismos de siempre” que hay en la televisión estadounidense. 

Pero detrás del canal hay más que buen periodismo. Fue fundado en 1996 por el jeque Hamad bin Jalifa Al Thani, de Qatar, el país más rico del mundo, como una de sus estrategias para conseguir la influencia que, por su diminuto tamaño, el emirato no tiene. Algo que los petrodólares qataríes no habían logrado, a pesar de que se tomaron tiendas como Harrod’s y Le Printemps, tierras en Brasil o Argentina, bolsas de valores, hoteles, minas, Volkswagen y Porsche y hasta equipos de fútbol como el Paris Saint-Germain. 

Pero el jeque también apoya al Hamas palestino, a los Hermanos Musulmanes o la construcción de mezquitas en las capitales europeas.  Y, en esa táctica del “poder blando”, Al-Jazeera es la punta de lanza del emirato, al punto de que la cadena es cada vez más criticada por volverse la voz de los nuevos gobiernos islamistas como el del derrocado Mohamed Morsi en Egipto.

Y eso les ha traído muchos problemas. Hace unas semanas toda su oficina de El Cairo renunció por la falta de objetividad de la cadena. El año pasado, un veterano periodista sirio hizo lo propio y escribió que “se ha vuelto cada vez más claro que esto es política y no periodismo. Más precisamente, la política extranjera de Qatar, que sutilmente empezó a emplear Al-Jazeera como una herramienta para ensalzar amigos y atacar enemigos”. 

Pero una cosa es Al-Jazeera para los países árabes y otra Al-Jazeera America, que  pretende ser una cadena nacional y cubrir a profundidad tanto lo local como lo global, con cientos de periodistas que van a conectar “el mundo con Estados Unidos y los estadounidenses con el mundo”. Con sus millones de dólares, el canal parece estar listo. Ahora falta ver si los norteamericanos están listos para Al-Jazeera.