Home

Mundo

Artículo

Un ave cubierta en petróleo es atendida en Fort Jackson, Luisiana.

ESTADOS UNIDOS

La cruda realidad

La catástrofe ecológica producida por la marea negra en el Golfo de México podría tener serias implicaciones para la exploración petrolera en otras partes del mundo.

8 de mayo de 2010

Las escenas, no por conocidas, resultaban menos dramáticas. La semana pasada los especialistas de organizaciones ambientales de Estados Unidos comenzaron la labor dolorosa, y casi siempre inútil, de tratar de salvar a los animales afectados por el derrame de petróleo presentado la semana anterior en el Golfo de México.

Porque este desastre ha producido una crisis ambiental tan profunda como los siete kilómetros bajo la superficie a los que se encontraba el crudo que extraía la plataforma Deepwater Horizon.

Han sido más bien infructuosos los esfuerzos para sellar las tres fugas que vomitan el crudo desde el 20 de abril, cuando la plataforma estalló y se hundió en el océano. Al cierre de esta edición, British Petroleum (BP), la operadora del pozo, había logrado cerrar con robots submarinos una de las fisuras y se preparaba para instalar, con resultados inciertos, una campana de acero para intentar detener el vertido, mientras en tierra se preparaban para recibir la destructora marea negra. La solución definitiva, un pozo paralelo para desviar la fuga, tardará meses.

En un cálculo moderado, BP estimó que la fuga vertía 5.000 barriles diarios en el agua, pero admitió ante el Congreso norteamericano que podría alcanzar entre 40.000 y 60.000. Para detenerla ha usado desde quemas controladas hasta disolventes químicos, que grupos ambientalistas han criticado. "La mancha de petróleo crudo ya tiene la extensión de Puerto Rico. Aun si se hunde debido a su reacción con los dispersantes, no desaparece del ecosistema; sus efectos tóxicos siguen en el fondo marino -dijo a SEMANA Daniel Suman, profesor de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad de Miami-. Hay que recordar que los propios químicos que se usen para dispersar el petróleo podrían tener sus propios impactos adversos sobre la flora y la fauna. Se pueden comparar con detergentes muy fuertes".

Lo que todavía no ha ocurrido a gran escala es la llegada del crudo a los humedales en las costas de Luisiana, Misisipi, Alabama y Florida. En esos ecosistemas el impacto podría ser aún peor. Si los vientos soplan la mancha negra un poco al sur y entra en la corriente del Golfo de México llegaría a los cayos del sur de Florida y afectaría los manglares y arrecifes de esa área.

El presidente Barack Obama lo llamó "un desastre ambiental potencialmente sin precedentes", y la lista de damnificados es extensa. Entre los directos están desde los pelícanos y las tortugas hasta los habitantes de la costa en los cuatro estados afectados. Entre los indirectos, la BP, la industria petrolera en general y más de un político, incluido el propio Obama, quien hace apenas un mes había dicho que un derrame así era imposible.

Las reservas bajo el agua representan el futuro de la industria petrolera, no solo en Estados Unidos, sino también en lugares como Brasil o la costa africana. Los desarrollos para alcanzarlas son equiparables con la tecnología espacial. Pero nunca ha dejado de ser un tema políticamente sensible, especialmente en Washington. "Los derrames difícilmente son la consecuencia más terrible de la adicción estadounidense al petróleo: el calentamiento global y financiar déspotas extranjeros están más arriba en la lista", afirmó The Economist. Pero el fiasco de Deepwater Horizon afecta todos esos frentes.

No han faltado los analistas políticos republicanos que han comparado este desastre con el huracán Katrina, que afectó la misma región y fue un cataclismo para el presidente George W. Bush por su tardanza en reaccionar. Dicen que Obama también fue lento y que la situación está fuera de control. Pero el símil no pegó, no solo porque hay una desproporción en cuanto Katrina significó la muerte de varias miles de personas, sino porque el pozo fue autorizado por el gobierno de Bush y han sido los propios republicanos quienes más han abogado por la explotación off shore. De hecho, la ex candidata a vicepresidenta Sarah Palin convirtió la línea "drill, baby, drill" (algo así como "perfora, nena, perfora") en su frase de combate. A grandes rasgos, los demócratas quieren reducir las emisiones de gases efecto invernadero de la superpotencia, mientras los republicanos aspiran a aumentar la producción estadounidense de petróleo para dejar de depender de otros países.

El gobierno de Obama se mostró favorable a explorar en las costas a cambio de que los republicanos apoyaran un proyecto de ley energética que balanceaba los intereses industriales y ambientales. Pero todo queda en entredicho por este episodio, y Obama ya congeló los planes de exploración hasta que no se investiguen las causas del vertido. La imagen de la marea negra en el Golfo de México enfatiza los riesgos, al punto de 'voltear' a más de uno. Entre otros, al gobernador de California, Arnold Schwarzenegger, quien le quitó su apoyo a la idea que antes respaldaba y dijo sin rodeos, después de ver las imágenes, "¿Por qué querríamos correr ese riesgo?". La gran pregunta es de dónde sacará la industria petrolera nuevas reservas si se abandona la explotación oceánica. Sin ir muy lejos, Brasil, por ejemplo, finca sus enormes expectativas en los yacimientos encontrados en las profundidades de sus aguas atlánticas. Y nadie quiere pensar en un desastre como este en el océano abierto.