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Los rostros de Gurminder y Kaulvier Singh son la prueba de la brutalidad de la agresión. Ellos son dos de los ocho inmigrantes indios perseguidos y atacados por neonazis en las calles de Mügeln, al este del país

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La enfermedad alemana

El brutal ataque contra un grupo de indios en Mügeln revive el debate sobre la xenofobia.

25 de agosto de 2007

El martes pasado, los diarios de toda Alemania abrieron sus ediciones con imágenes atroces. A todo color, en sus primeras páginas aparecieron los rostros hinchados, amoratados y remendados de dos inmigrantes indios. Los asediaban los micrófonos de la prensa internacional y, detrás de estos, decenas de periodistas, fotógrafos y agentes de seguridad. La algarabía se producía en el centro del municipio de Mügeln, en el estado federado de Sajonia (este de Alemania), al frente de la pizzería Picobello, lugar de los hechos.

Sólo estos dos hablaron, pues sus otros seis amigos, también ciudadanos de India y vendedores de prendas textiles en la plaza central de Mügeln, no se encontraban en condiciones para hacerlo. En la noche del domingo, los ocho habían sido perseguidos por las calles del pueblo y, luego, brutalmente atacados en la pizzería por una bandada de 50 neonazis. Azuzados por habitantes de la zona que vociferaban consignas xenófobas ("¡extranjeros, fuera!", "¡extranjeros de mierda!"), los extremistas sólo pudieron ser contenidos por un grupo de 70 policías que, aunque llegaron casi una hora después de iniciada la bronca, impidieron que el incidente pasara a mayores.

El hecho, del que 14 personas resultaron gravemente heridas, ha desatado un importante debate en Alemania en torno a la radicalización en los últimos años de los grupos de extrema derecha y a la posibilidad de que en los próximos meses se produzca una ola de violencia racista como reacción a la descarga de condenas que han recibido los habitantes de las zonas de mayor actividad xenófoba.

Se estima que la extrema derecha en Alemania está conformada por unas 40.000 personas y que la mitad de éstas vive en el este del país, a pesar de que ahí habita tan sólo una quinta parte de la población alemana. No obstante, según cifras oficiales, la cantidad de ataques neonazis en el occidente alemán está también en crecimiento: por ejemplo, en la Cuenca del Ruhr, la aglomeración metropolitana más poblada de Alemania, ha tenido lugar la mayoría de casos de ataques xenófobos con víctimas mortales en los últimos 10 años.

"Pero los militantes en el este de Alemania son más agresivos y brutales", dijo a SEMANA Anetta Kahane, directora de la Fundación Amadeu Antonio para la Sociedad Civil y la Cultura Demócratica (FAA). Según la experta en extremismo radical, en el este del país se ejerce menos resistencia social contra el extremismo de derechas. En esto tiene razón: actos de rechazo como el ocurrido a comienzos de año en Baviera (sur de Alemania), en el que los habitantes de varios pueblos impidieron la realización de una marcha neonazi, nunca se han visto en el oriente del país.

Kahane explicó que los ciudadanos de la desaparecida República Democrática Alemana (RDA) son, además, más propensos al militantismo radical. "La antigua RDA es, aunque hoy se deba considerar a sus gentes como ciudadanos de la Alemania reunificada, una sociedad poscomunista y, por ende, una sociedad que es, respecto a sus normas, sus valores, sus problemas y su estructura, distinta al resto del país", añadió.

No sorprende a la directora de la FAA que las reacciones al ataque difieran según la procedencia de las mismas. Por un lado, el alcalde de Mügeln, Gotthard Deuse, aseguró públicamente la misma noche del incidente que detrás del ataque no hubo motivaciones ideológicas. Los habitantes de Mügeln, a su vez, se rehúsan a condenar los infames actos de violencia y el apoyo a éstos por parte de sus cohabitantes. Y el partido de derecha extrema NPD intenta, ahora más que nunca, atizar una "rebelión de los alemanes reprimidos para reclamar lo que les pertenece", según palabras de Udo Pastör, representante del NPD en la Cámara del estado federado de Mecklemburgo-Pomerania.

Pero, por otro lado, las reacciones en el resto de Alemania, así como prácticamente en todos los círculos políticos del país, son de absoluto rechazo. La misma canciller alemana, Angela Merkel, admitió el viernes en una conferencia de prensa que el caso de los indios de Mügeln "ha rebasado la copa". Se ha prometido al gobierno de India buscar a los responsables, y, como en otras ocasiones, se han anunciado más programas para la prevención de la xenofobia.

No obstante, la pregunta sigue siendo cómo lograr que del repudio producido por las brutales agresiones cometidas contra los ocho inmigrantes indios surjan soluciones efectivas a un problema que tiende a crecer. Sorprendentemente, encontrar en Alemania respuestas con fundamentos a esta pregunta es casi imposible. Por el contrario, la posición de la sociedad civil alemana ante el problema de la xenofobia en el país es claramente pesimista. En un comunicado oficial, el secretario general del Consejo Central de Judíos en Alemania, Stefan Kramer, no tuvo pelos en la lengua para advertir que "si ayer las víctimas del radicalismo en Alemania fueron personas de color y hoy lo son extranjeros, mañana lo serán homosexuales o, quizá, judíos".

Michel Friedman, predecesor de Kramer, abogado y político judío-alemán, declarado a finales de los 90 objetivo político por la extremista Unión Popular Alemana, y quien habló con SEMANA para este reportaje, piensa que "de no haber un vuelco en la política del Estado alemán en su lucha contra el extremismo de derechas, la situación va a escalar y hacerse incontrolable". A Friedman no parece extrañarle lo sucedido en Mügeln. "Por el contrario, sí me sorprende que sorprenda a tantos", dijo.

En efecto, según estudios realizados por la Unión Europea, en los últimos 20 años el potencial latente en la población del Viejo Continente a expresar con violencia los propios resentimientos rascistas oscila entre 15 y 20 por ciento. No debe causar extrañeza, pues, que durante los últimos años partidos que promueven la xenofobia hayan alcanzado significantes logros electorales en varias naciones europeas. "Y tampoco, añade Friedman, que a menudo este potencial estalle en violencia corporal".

Según los mismos estudios, la xenofobia no depende de la edad, la situación financiera ni el nivel de educación. Por este motivo, parece inaudito que muchos en Alemania, entre estos numerosos representantes del gobierno, intenten achacarle la responsabilidad del problema a la crisis financiera y social que se vive en las regiones del este alemán. "Se está combatiendo el síntoma de una enfermedad de la que hace tiempos sufre Alemania, recalcó Anetta Kahane, de la FAA, pero no la enfermedad". Ahora bien, cómo curar la enfermedad de la xenofobia, está, en este país, muy lejos de saberse.