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LA FUERZA HACE LA UNION

Algo está a punto de pasar en la URSS. O el poder cae en manos ultracomunistas, o se disuelve el imperio.

18 de marzo de 1991

La guerra en el golfo Pérsico ha eclipsado-convenientemente, para muchos-, los problemas internos de la Unión Soviética. Pero estos podrían dar al traste con el nuevo balance de poder mundial, fundado sobre la caída del comunismo. Con cada día que pasa, el presidente Mijail Gorbachov parece perder a manos de los conservadores del partido comunista
El enfrentamiento con los reformadores, no fue sino el abrebocas de la última etapa. La crisis se puso de presente cuando las fuerzas independentistas en las diferentes repúblicas comenzaron a cobrar cada vez mas importancia.
Por otro lado, a pesar de que Gorbachov accedió hábilmente a realizar un referendo para que el pueblo soviético se pronuncie sobre su voluntad de preservar la Unión, la república de Rusia encontró la ocasión para sacarle provecho a la medida.

La reciente renuncia del primer ministro de la República Rusa es un paso más en el retroceso de la línea reformadora en la Unión Soviética. Después del ministro de Relaciones Exteriores Eduard Sheverdnadze. Y de los altos funcionarios Bakatine y Cathaline a nivel federal, ahora los liberales abandonan el escenario en las repúblicas. Los escándalos financieros (muy dudosos) de los cuales el KGB acusó al premier Filchine y su posterior renuncia confirman una vez más la fuerza de la reacción de los ultra conservadores.

Luego de la renuncia de su primer ministro, y de que el gobierno de Rusia denunciara al KGB y al partido comunista por haber desplegado una verdadera cacería de brujas contra su gobierno, los enfrentamientos entre la república rusa y la Unión, y entre Yeltsin y Gorbachov se hacen cada vez más evidentes. La situación que resulta aún más explosiva si se considera que desde hace algunos meses, la Unión está en la cuerda floja.

En el marco de los enfrentamientos de Yeltsin y Gorbachov, la república rusa no desaprovechó la ocasión de aceptar el referendo sobre el futuro de la Unión previsto por el Kremlin para el 17 de febrero. Pero organiza al mismo tiempo su propia consulta popular. Seguramente una de las preguntas que se incluirán en la consulta haría posible la elección popular de un presidente de Rusia, y daría de este modo el peso que necesita Yeltsin para hacerle un verdadero contrapeso a Gorbachov. De este modo el rebelde ruso estaría en capacidad de sacar adelante el tratado que estipula la formación de un espacio político y económico conformado solamente por Rusia, Bielorrusia Ucrania y Kazakhstan, olvidándose de este modo de la insistencia de Gorbachov para mantener intactas las fronteras de la Unión.

Y mientras los debates entre Gorbachov y la línea reformadora continúan en Moscú, y a pesar de que han pasado ya cuatro semanas desde las masacres de Lituania, el pueblo de esta república no ha cedido en sus afanes independentistas. La consulta popular del sábado nueve, a pesar de haber sido invalidada de antemano por Moscú, demuestra que el referendo para ratificar o desechar su anexión a la Unión Soviética daria una gran ventaja a la independencia. Ante la posibilidad de un 90 por ciento de apoya a la independencia, Moscú espera.

La relativa discreción de las tropas del Ejército Rojo durante la consulta y la calma aparente entre Moscú y Vilna no han sido suficientes para calmar los temores del pueblo lituano, que parece estar convencido de que en el fondo nada ha cambiado. Las maniobras militares llevadas a cabo el día en que se realizaba la consulta, calificados de rutinarias por el Kremlin, han sido recibidas como una intimidación por las autoridades lituanas, y parecen constituir la prueba fehaciente de que la tensión persiste y que el camino de la obstinación escogido por Moscú no ha llevado a ninguna solución.

A pesar de que Moscú rehusa considerar la posibilidad de aceptar la disolución de la URSS, algunas repúblicas soviéticas se han lanzado en una verdadera guerra de referendos. La consulta sobre la necesidad de preservar la Unión, prevista para el 17 de febrero, ha sido duramente criticada por las diferentes corrientes nacionalistas. Seis de las 15 repúblicas soviéticas han rechazado de antemano la realización del referendo, y Estonia y Letonia organizan un contrarreferendo como el que se llevó a cabo recientemente en Lituania, con la firme determinación de no someterse a las directivas de Moscú. Según los dirigentes nacionalistas de los países bálticos, aceptar tal referendo equivaldría a someterse a la legislación soviética y a legitimar una anexión cuya legalidad está en duda.

En el caso de Lituania, el apoyo masivo por parte de la población independentista ayudó a consolidar la posición del presidente Vitautas Landsbergis. Pero los resultados en Estonia y Letonia, que se pronunciaron el 3 de marzo ante las urnas, pueden resultar menos claros, si se considera la importancia que tienen en ellas las minorías rusas favorables a Moscú. Por otro lado, algunos sectores consideran que la realización de una consulta popular interna, declarada ilegal por Gorbachov, puede convertirse en una nueva causa de tensiones y de un mayor endurecimiento en la actitud del Kremlin.

En todo caso, lo que parece claro dentro de todo el caos político que atraviesa la Unión Soviética, es que los resultados del referendo nacional del 17 de febrero serán determinantes. Si el Tratado de la Unión no llegara a consolidarse, no pocos verían en ello una moción de censura a la controvertida perestroika, lo cual podría forzar a Gorbachov a darse por vencido y renunciar. Lo que vendría, hace poner la carne de gallina al observador más aplomado.