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LA GLORIA DE ARAFAT

La enorme participación popular en las elecciones palestinas hacen pensar que el Estado soberano no está demasiado lejos.

26 de febrero de 1996


LA VICTORIA DE YASSER Arafat y su movimiento Al Fatah era un hecho anunciado desde muchos meses atrás. Al fin y al cabo el líder de la Organización para la Liberación de Palestina ha sido desde 1969 el conductor más visible de los esfuerzos de su pueblo por reconquistar un territorio al cual llamar patria. Ante el boicoteo declarado por Hamas, la organización contraria al proceso de paz con Israel, su única contendiente real era una señora de 70 años, Samiha Khalil, una veterana izquierdista que no consiguió mayor éxito en su solitaria campaña. Tan cierto era eso que Arafat apenas recorrió algunos poblados a medida que las fuerzas israelíes se retiraban, pero prácticamente no desplegó esfuerzo electoral alguno.
Si embargo, el problema no era si Arafat salía o no victorioso en las elecciones que él mismo diseñó como parte de los acuerdos de paz firmados en 1993 en Washington con el entonces primer ministro Yitzhak Rabin en presencia del Presidente estadounidense Bill Clinton. La cuestión clave era la participación popular en los comicios, por la sencilla razón de que ese sería el verdadero índive para determinar la aceptación de los palestinos al proceso de paz en la región.
Y si se trataba de eRa el ércita fue rotundo, con más del 80 por ciento de los votantes potenciales. Semejante resultado, más que la mayoría alcanzada por AlFatah en la Asamblea Legislativa, hace pensar que el camino hacia el anhelado Estado palestino ya comenzó.