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LA GUERRA DE LOS COLLORES

Las manifestaciones de repudio a Collor podrían convertirse en el principio del fin para el asediado presidente.

21 de septiembre de 1992

HASTA LA SEMANA PASADA, el presidente brasileño Fernando Collor de Mello tenía casi asegurada su permanencia en el palacio Planalto, sede del gobierno de Brasilia. A pesar de los constantes informes periodísticos que vinculan su nombre con un escándalo de tráfico de influencias protagonizado por su tesorero de campaña Paulo César Farías, el presidente estaba atrincherado detrás de un "bunker" parlamentario que le permitiría derrotar en el conteo de votos cualquier intento por aplicarle el "impeachment", una figura por la cual el Parlamento puede declararle impedido para el cargo, Pero la arrogancia juvenil de Collor lo perdió. El martes 11, una manifestación organizada por la Unión Nacional de Estudiantes sorprendió al país cuando más de 30 mil personas paralizaron la principal avenida de Sao Paulo con sus demandas por la salida del presidente. Collor reaccionó el jueves con un emotivo discurso en el que convocó temerariamente a la "la mayoría silenciosa" para que saliera el domingo siguiente en su defensa, vistiendo los colores auriverdes de su bandera en señal de respaldo. En Río, Brasilia, Curitiba y Porto Alegre las gentes efectivamente salieron por decenas de miles, pero vestidas con el negro del rechazo, y apenas unos pocos centenares lo apoyaron. Collor un hombre muy aficionado al simbolismo, debió sentir un frío en la espalda.
Esa prueba de rechazo popular era todo lo que sus ocasionales defensores necesitaban para empezar a abandonar el barco. La desbandada comenzó por el gobernador de Pernambuco, Joaquim Cavalcanti, miembro del Partido del Frente Liberal, núcleo del soporte parlamentario del presidente. Su copartidario Carlos Antonio Magalhaes, gobernador de Bahía, matizó su posición al de cir que el apoyo del PFL al gobierno no era incondicional. Leonel Brizola, quien desde la gobernación de Rio de Janeiro era un apoyo importante, también se le retiró. Al cierre de esta edición el gobierno, que hasta entonces contaba con 235 votos en la Cámara de Diputados, había bajado a sólo 180, muy cerca del mínimo de 168 para asegurar el bloqueo del impeachment, que requiere para su iniciación dos tercios de los 503 diputados.
La desbandada se explica además en las elecciones municipales de noviembre, que en Brasil tienen gran importancia pues allí se calibran las posiciones de cara a las presidenciales que tendrán lugar a comienzos de 1995. Cualquier político, tenga o no aspiraciones presidenciales como Magalhaes, sabe que si se queda en el Titanic del presidente, en noviembre tendrá que pescar a sus votantes debajo del agua.
En esas condiciones, al final de la semana pasada, en espera de que el lunes 24 la Comisión Investigadora diera su informe, la cuestión no era si Collor lograba evitar su caída, sino cuándo y por cuál procedimiento saldría de la presidencia. La renuncia ha sido rechazada "en todas sus hipótesis" por el presidente. Por eso, en caso de que Collor recha,Se los "consejos" de una co misión de notables que le visitará esta semana, sólo queda el "impeachment". Pero éste, como dice el jurista Ives Gandra, es una figura "hecha para no ser usada nunca", pues tanto en Brasil como en los países en los que existe, se supone que el presidente renuncia antes de ser condenado. Se trata de un proceso largo y complicado, cuya duración de unos tres meses podría hacer aún más daño al país.