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LA GUERRA MIGRATORIA

La serie de incidentes por la emigración ilegal de Cuba crean una nueva fuente de tensión entre Cuba y Estados Unidos.

12 de septiembre de 1994


EL ESPECTACULO DE LOS BALSEROS CUBAnos que arriesgan su vida para llegar a Estados Unidos, ha sido uno de los pilares de la campaña propagandística del país del Norte contra Cuba. Pero la semana pasada esa estrategia pareció volverse en contra de Washington cuando hizo crisis la última ola de secuestros de aeronaves y embarcaciones marítimas. Después de que se produjeran disturbios en el puerto de La Habana por una salida fallida, y de que un oficial de la marina fuera muerto en el secuestro de la cuarta embarcación, el presidente de Cuba, Fidel Castro, al hablar primero desde La Habana y luego desde Bogotá, advirtió que si Estados Unidos no cesaba en su política de promover los viajes ilegales, Cuba dejaría de evitarlos.
"No podemos seguir asumiendo el papel de guardas de Estados Unidos", dijo a un grupo de periodistas en la capital colombiana.
Esa afirmación fué recibida en Washington como la amenaza de desatar un nuevo "Mariel", cuando en 1980 Castro abrió las puertas de la emigración y unos 125.000 cubanos (entre ellos no pocos presidiarios y locos) cruzaron las 90 millas que separan a Cuba del estado de la Florida. En esa época, la avalancha puso en tales aprietos a las autoridades estadounidenses, que ahora las palabras de Castro crearon verdadero pánico. Como resultado, el gobierno de Estados Unidos anunció que no permitiría el éxodo masivo, y se supo que sus fuerzas de guardacostas tenían listo el plan "Costa lejana" diseñado para impedir por la fuerza que las embarcaciones llegaran a la Florida.
Esa actitud demostró que la política de Estados Unidos hacia la isla tiene un grave ingrediente esquizofrénica El diario Che New York Times, bajo el título "Los cubanos y la política hacia Cuba, perdidos en el mar", editorializó que "Estados Unidos está atrapado en un dilema autoimpuesto. Tras haber demonizado a Castro por no dejar emigrar a los cubanos, Washington ahora espera que sólo esté cañando sobre abrir las puertas, lo que causaría una avalancha de nuevos inmigrantes".
Esa "esquizofrenia" proviene del hecho de que el tema cubano parece estar por fuera del control de los estrategas del gobierno, y en manos de algunos grupos de cubanos nacionalizados en Estados Unidos, para quienes cualquier contemporización con el régimen comunista es anatema. Para muchos en Washington, es claro que las sanciones contra la isla, y sobre todo el bloqueo comercial, se justificaban en la época de la Guerra Fría, cuando el gobierno de La Habana era una amenaza "real y presente" contra Estados Unidos.
Pero las circunstancias han cambiado con la caída de la Unión Soviética y del bloque socialista europeo, y la desaparición de los subsidios y del comercio "amigable" con esos países, ha dejado al descubierto las enormes dificultades del régimen para mantener una economía viable. Castro sabe que ya no puede ser amenaza para nadie, y sin cambiar su retórica revolucionaria, invita a los países a invertir en la isla con tantas garantías como cualquier otro país de Latinoamérica.
Sin embargo, en Washington la política hacia Cuba parece haberse detenido en 1989. Lejos de actuar con realismo y dejar a Castro debatirse en el mare mágnum social que significaría para su régimen la libre inversión extranjera en su país (por la creación de una nueva clase social, los empleados privados), en la época de George Bush Estados Unidos respondió con la Ley Torricelli, que hace aún más fuerte el embargo al prohibir a terceros países comerciar con Cuba. Como consecuencia, la situación en la isla se ha hecho más crítica, su gobierno tiene a quién echarle la culpa, y los cubanos desarraigados tienen más razones para querer emigrar a Estados Unidos.
Cuba y Estados Unidos firmaron en 1984 un acuerdo migratorio, que estipula la concesión de hasta 20.000 visas anuales para los cubanos que deseen viajar legalmente a establecerse en Estados Unidos, y otras 3.000 para acusados de "actividades contrarrevolucionarias". Pero Washington no ha cumplido su parte, y en 1993, por ejemplo, otorgó menos de 500 visas en total.
Eso es considerado en La Habana como un estímulo a la emigración ilegal, porque los cubanos que arriesgan sus vidas en embarcaciones generalmente robadas, son recibidos como héroes, porque Estados Unidos mantiene en vigencia una norma de 1966, la "Ley de ajuste cubano", que concede asilo a cualquier cubano que viaje a Estados Unidos, con derecho automático a la visa de residente un año y un día más tarde.
La diáspora cubana hacia Estados Unidos alcanza al año apenas el décimo lugar entre los países de América Latina, pero por los milagros de la propaganda, los emigrantes de la isla son los únicos "exiliados políticos". A tiempo que el país del Norte otorga grandes concesiones comerciales a la China comunista y a Vietnam, ese raciocinio no es aplicable a Cuba. Entre tanto, la disputa entre Washington y La Habana se resuelve en el mar, con la vida de tantos cubanos atrapados entre dos fuegos. -