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Octubre fue un mes mortal para Pakistán y Afganistán . Un carro bomba explotó en un bazar de Peshawar y causó más de cien muertes. Un ataque a una sede de Naciones Unidas en Kabul demostró la fortaleza de los talibanes

AFGANISTÁN-PAKISTÁN

La guerra que se pierde

La situación en Pakistán y Afganistán se deteriora cada día más, con bombazos contra la población civil y crecientes bajas militares. ¿Hasta dónde llegará Estados Unidos en una región que no puede abandonar?

31 de octubre de 2009

Las calles de Peshawar eran un infierno. El miércoles, un carro bomba cargado con más de 250 libras de explosivos destruyó parte del Bazar Mina, uno de los más concurridos, y dejó 111 muertos y más de 200 heridos. El ataque se convirtió en uno de los atentados más mortíferos de los 13 que azotaron a diferentes ciudades paquistaníes en octubre, uno de los meses más sangrientos de que se tengan memoria en este país que se encuentra en medio de una avanzada militar para derrotar a los talibanes de la zona de Waziristán, en la frontera con Afganistán. Se estima que el 80 por ciento de los 200 ataques que se han cometido en Pakistán en los últimos dos años han sido cometidos por milicianos provenientes de esta área fronteriza, considerada la región más peligrosa del mundo.

Ese mismo día en Kabul, al otro lado de la frontera afgana, explotó una bomba en un hostal para empleados de Naciones Unidas, con un saldo de más de 12 muertos y otro gran número de heridos. Durante dos horas varios militantes, camuflados con los uniformes de la Policía se enfrentaron a las fuerzas de seguridad y dejaron claro que los talibanes habían llegado hasta uno de los barrios más seguros de Kabul. Este atentado, que ha sido el más violento contra la ONU en este país, confirmaba que octubre también había sido el mes más mortal en Afganistán desde cuando comenzó la guerra contra el terrorismo en 2001 .

"Hemos dicho que atacaremos a cualquier persona que esté vinculada con el proceso. El ataque de hoy es sólo el comienzo", dijo por teléfono a la agencia Reuters el portavoz talibán, Zabihullah Mujahid. Después de estas declaraciones es de esperarse que el país viva una ola de atentados antes de la segunda vuelta de las elecciones presidenciales, que se llevará a cabo el sábado 7 de noviembre. Los talibanes afganos están librando una lucha a muerte para desestabilizar el país y recuperar el poder que tenían cuando llegaron las tropas aliadas.

Pero ambos ataques a lado y lado de la frontera, más allá de ser escabrosos, no sorprenden a nadie. Afganistán y Pakistán se han convertido sin duda en el dolor de cabeza del presidente Barack Obama, que ha repetido en varias ocasiones: "El corazón de los ataques terroristas no es Irak, pero sí Afganistán y Pakistán". Y es que la amenaza que representan los talibanes, y por consecuencia Al Qaeda, que tiene vínculos con estas milicias islámicas tribales que viven en ambos países, parece haberse multiplicado hasta el punto de volverse incontrolable.

Por tal motivo el presidente Obama, que ha tratado de empaquetar la acciones hacia ambos países bajo una política común llamada Af-Pak, se encuentra actualmente ante la encrucijada de qué acciones tomar en cada caso. Mientras en Afganistán se pregunta si es necesario aumentar el número de tropas, como se lo pide el comandante de las tropas en ese país, general Stanley McChrystal, en Pakistán busca desesperadamente la manera de ganarse de nuevo el apoyo de la gente y de comprometer al Estado para que cree la infraestructura necesaria que le permita a la población, especialmente la rural, tener los recursos básicos que le permitan vivir dignamente. A diferencia de Afganistán donde, Estados Unidos tiene una estrategia militar con 100.000 soldados, en Pakistán la ayuda se da más en recursos, soporte y entrenamiento al Ejército en su lucha contra los milicianos.

Un ejemplo de esta necesidad de ganar aliados en Pakistán es la visita de tres días que hizo esta semana la secretaria de Estado estadounidense, Hillary Clinton, que tenía como objetivo poner en marcha los proyectos en los que se invertirán los 7.500 millones que el gobierno estadounidense ha destinado para ayudar al desarrollo de Pakistán en los próximos cinco años. Y es que esta ayuda, que ha sido vista por muchos analistas como un contentillo con el que los norteamericanos quieren borrar todos sus errores en Pakistán, ha traído cientos de críticas al gobierno del presidente Azif Ali Zardari, a quien sus opositores políticos acusan de ser un "muñeco" vendido a Estados Unidos. La mayoría de la población paquistaní está convencida de que el interés de los estadounidenses no está relacionado con el bienestar del país, sino simplemente con acabar con los talibanes y Al Qaeda. Hay un gran número de voces que desde los medios aseguran que la campaña que lleva el Ejército en Waziristán sólo tiene como objetivo cumplir los deseos estadounidenses.

"Pakistán está en una condición más frágil que en la década de los 90. Los talibanes parecen haberse apoderado de la mitad del país y el país de pronto parece que se estuviera cayendo a pedazos", señaló Samina Ahmed, una de las expertas sobre Pakistán en el Internacional Crisis Group. Por su parte, otra analista paquistaní, Saifullah Mehsud, aseguró que la esperanza de que la población paquistaní se enfrente a los talibánes es poca. "Apoyarán la lucha del gobierno sólo si saben que habrá oportunidades de hacer negocio de por medio".

Al otro lado de la frontera
Pero si las esperanzas de mejorar la situación en Pakistán son pocas, en Afganistán la situación no podría ser peor. El presidente Obama tiene respecto a este país muchos temas qué decidir. El primero, y él más inmediato, es cómo separar su imagen de la de Hamid Karzai que cada vez gana más fama de corrupto. Si bien es cierto que Karzai aceptó presentarse a una segunda vuelta después de que se conocieran que hubo irregularidades en la primera votación, parece que ha vuelto a mover los hilos para asegurarse su permanencia en el cargo por cinco años más. Un ejemplo es que el gobierno afgano anunció que el próximo sábado abrirá más centros de votación que en las pasadas elecciones. Esta iniciativa va en contra directamente de la petición del candidato opositor Abdullah Abdullah y del comité para la transparencia de las elecciones, del que hace parte Naciones Unidas, que pidieron que se redujera el número de mesas para evitar el fraude.

En una segunda instancia el presidente Obama está en estos últimos días analizando si envía 44.000 nuevos soldados a Afganistán y se involucra en la guerra de contrainsurgencia que le propone el general McChrystal como única opción para salir victorioso en la pelea contra los talibánes. Según este general, Estados Unidos no gana nada atacando a Al Qaeda y a los talibanes si luego vuelve a dejar desprotegidas las regiones. Esta petición tiene tanto a políticos como a analistas estadounidenses involucrados en un gran debate, y al parecer podrían estar inclinándose hacia la idea de McChrystal.

Y es que si hay una acción que ha hecho dudar sobre cuál tiene que ser la estrategia indicada en Afganistán, ésta tiene que ver con la decisión del diplomático estadounidense Matthiew Hoh de renunciar a su cargo como representante civil en la provincia de Zabul. "Tengo dudas y reservas acerca de nuestra estrategia actual y la que se planea en un futuro, pero mi renuncia no está basada en cómo estamos haciendo esta guerra, sino en por qué y con qué propósito", decía este ex marine de 36 años en su carta de renuncia que fue hecha pública por los medios estadounidenses. Hoh asegura que muchos afganos pelean porque Estados Unidos está en el país.

Esta afirmación hecha por Hoh es similar a la que se hace en Pakistán de que muchos de los ataques tienen que ver con la influencia de Norteamérica en esta zona que se ha vuelto, sin duda, el talón de Aquiles del presidente Obama en materia internacional. No hay que olvidar que esa zona también incluye Irán, su otro gran tormento, con el que tanto Afganistán como Pakistán comparten una extensa frontera.