Home

Mundo

Artículo

irak

La hora cero

Mientras se acerca la entrega del poder al gobierno interino de Irak, un extremista jordano se convierte en la figura más temida después de Osama Ben Laden.

27 de junio de 2004

Para esta época, el Irak imaginado por el presidente norteamericano George W. Bush debería estar en camino de convertirse en la primera gran democracia del Oriente Medio y en el lugar de confluencia pacífica de los valores occidentales y el Islam. Pero a pocos días de la "devolución de la soberanía" al gobierno interino en

Bagdad, prevista para el 30 de junio, el país está convertido en un caos de anarquía, sangre y destrucción.

La ola más reciente de ataques alcanzó su clímax el jueves, cuando murieron más de 100 personas, entre ellas tres soldados norteamericanos, y unas 350 quedaron heridas. Grupos de insurgentes armados con fusiles Ak-47 desataron la violencia en Baquba, Fallujah, Mosul y Ramadi. Detonaron carros bomba contra estaciones de policía y sitios de reclutamiento y luego se enfrascaron en violentas balaceras con tropas norteamericanas respaldadas por helicópteros, uno de los cuales, un Cobra, fue abatido en las afueras de Fallujah. Dos días antes los insurgentes habían escandalizado al mundo con la decapitación del coreano Kim Sun-Il, a quien tenían de rehén para presionar a Seúl a retirar sus tropas del país. Todo lo cual hace pensar que la "soberanía" que Estados Unidos planea entregar es tan inexistente como el poder real del "gobierno interino" escogido en Bagdad.

En las últimas semanas se ha presenciado el surgimiento de dos figuras antagónicas que batallan por el futuro de Irak. Por una parte está el nuevo primer ministro, Iyad Allawi, un personaje de origen patricio, cuyo abuelo participó en la negociación de la independencia de Irak de Gran Bretaña en los años 30. El otro, Abu Musad al-Zarqawi, militante jordano de 37 años, líder del grupo Al Tawhid (Unidad), es el hombre más buscado y temido de Irak, pues es el responsable de siete meses de ataques y de la decapitación tanto del coreano como del norteamericano Nicholas Berg en mayo.

Allawi surgió tras el alejamiento de Ahmed Chalabi, escogido por Washington para encabezar la transición de Irak hacia la democracia. Para analistas como Tom Engelhart, es claro que la alternativa entre Chalabi y Allawi se dio en el contexto de una pugna entre los servicios de inteligencia de Washington. Mientras el primero era la ficha del Pentágono, el segundo tiene, como en sus años de exilio, vínculos ampliamente reconocidos con la CIA y el MI6, el organismo británico de inteligencia.

Por otra parte, el gobierno norteamericano se ha empeñado en negar su participación en la escogencia de Allawi, para darle un aura de respetabilidad. Para el efecto ejerció presiones para que el enviado de la ONU, Lakhdar Brahimi, avalara la escogencia hecha a dedo por el Consejo de Gobierno establecido por Washington.

Todo ello hace que Allawi esté lejos de conseguir la legitimidad necesaria para que la mayoría de los iraquíes lo acepte. Eso explicaría no sólo por qué la ofensiva insurgente de la semana pasada estuvo dirigida contra las fuerzas policiales y paramilitares iraquíes, cuya destrucción acentuaría la dependencia de Estados Unidos, sino la amenaza lanzada expresamente por Al-Zarqawi contra el primer ministro. Sólo horas después de decapitar al rehén coreano, un sitio islámico de Internet publicó una grabación de Al Zarqawi en la que una voz dice: "Allawi, has escapado muchas veces sin saberlo de unas emboscadas bien organizadas contra ti. Pero no descansaremos hasta que mueran todos los que como tú colaboran con las fuerzas del mal, con los imanes infieles y con los hipócritas traidores . Para dejar clara la dimensión de su lucha, el comunicado termina con que "llevaremos a cabo la guerra santa contra los infieles occidentales y los apóstatas árabes hasta que el gobierno del Islam recobre el dominio del mundo".

Al Zarqawi se ha convertido en el segundo hombre más buscado por Estados Unidos, después de Osama Ben Laden. El presidente George W. Bush insiste ahora en que el grupo de Al Zarqawi es el eslabón perdido que conectaría a Al Qaeda con el gobierno baazista y secular del derrocado Saddam Hussein, el vínculo que justificó la invasión a Irak pero que ha sido ampliamente rebatido hasta por la comisión del Congreso norteamericano que investigó los ataques terroristas cometidos por Al Qaeda el 11 de septiembre de 2001.

Pero los analistas coinciden en que Al Zarqawi no tiene afinidades con Hussein y en que su relación con Ben Laden se basa solo en que comparten el objetivo de expulsar a los occidentales del Oriente Medio y constituir un Estado musulmán a la imagen del califato del siglo VII. De hecho, una carta interceptada por los servicios de inteligencia occidentales refleja que Al Zarqawi se dirige a Ben Laden como un amigo y rival antes que como subordinado.

En la misiva el activista jordano solicita apoyo de Al Qaeda en su campaña de sangre y terror contra los invasores, los infieles y los apóstatas de Irak, que ensangrentaría al país hasta la llegada de la 'hora cero', la fecha prevista para la entrega del poder al gobierno interino de Irak, es decir, el 30 de junio. Y lo cierto es que ha cumplido al pie de la letra sus palabras.

Los antecedentes de Al Zarqawi lo han convertido en un hombre tan poderoso como el propio Ben Laden y en la peor amenaza contra la permanencia de Estados Unidos en Irak.

Al Zarqawi nació en Jordania en 1966, en Zarqa, al norte de Amman. A comienzo de los 80 viajó a Afganistán para unirse a los mujahedines patrocinados por Estados Unidos contra la invasión soviética. Allí conoció a Ben Laden, quien también se había unido a ese esfuerzo internacionalista que a la larga se convirtió en el germen de la actual militancia antioccidental.

Tras la salida de los soviéticos regresó a Jordania para seguir su lucha por el gobierno islámico, pero fue apresado por las autoridades en 1991, hasta que una amnistía lo liberó en 1999. Regresó a Afganistán y los Talibán en el poder le permitieron abrir su campo de entrenamiento, independiente de los de Ben Laden.

Cuando los norteamericanos invadieron Afganistán, Ben Laden se refugió en las colinas de Tora Bora mientras que Al Zarqawi plantó una agresiva defensa en el curso de la cual fue herido gravemente y podría haber perdido una pierna.

La carta interceptada habla de una relación amable pero distante con Al Qaeda. Peter Bergen, un especialista en terrorismo de la Universidad Johns Hopkins, sostiene que la misiva pide ayuda, pero en forma hasta cierto punto displicente. "Si no nos pueden ayudar, no hay problema. Usted sabe, nuestra relación es cordial", dice el texto.