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La hora del "Chinito"

Ahora que ha ganado las elecciones, Alberto Fujimori debe demostrar que es capaz de sacar adelante al Perú.

16 de julio de 1990

Aunque al final las distancias parecían haberse estrechado peligrosamente, la victoria de Alberto Fujimori Fujimori sobre Mario Vargas Llosa en las elecciones peruanas, no tomó por sorpresa sino al propio novelista, quien junto con sus seguidores continuaba aferrado a la posibilidad de que sus aspiraciones recibieran un impulso de última hora.
Por eso, cuando el propio Vargas Llosa reconoció su derrota en un emotivo discurso en el cual clamó por la salvación de la amenazada democracia peruana, los gritos de quienes le escuchaban resultaban, en contraste, especialrnente agresivos.
Pero en las toldas de Cambio 90, el grupo que llevó a Fujimori y a sus dos compañeros de fórmula al poder, las dificultades del país ahogaron los gritos de júbilo. El fenómeno electoral de la década en América Latina tendrá que enfrentar grandes dificultades para sacar adelante al Perú, haciendo un difícil equilibrio entre la recuperación económica y los intereses de sus humildes electores.
El "Chinito" - como lo llaman sus compatriotas- consiguió su histórico triunfo al lograr lo que para Vargas Llosa resultó una tarea imposible: identificarse con el pueblo raso. El otro factor que llevó a Fujimori al poder fue el apabullante apoyo de varios partidos de izquierda que no tuvieron otra alternativa que votar contra el candidato derechista.
Uno y otro factores componen el panorama político que el nuevo gobierno deberá enfrentar a partir de su posesión el 28 de julio próximo, el mismo día en que el presidente cumpla 54 años. Lo que preocupa a numerosos observadores es que el idilio de Fujimori con ese pueblo que lo apoyó tercamente y con esos partidos que no necesariamente comparten sus ideas, resulta demasiado frágil para enfrentar los tiempos explosivos que se avecinan.
La situación explosiva se caracteriza por una inflación que se aproxima a 12 mil por ciento, los recursos financieros del gobierno estan agotados, existe una creciente agitación laboral y el grupo guerrillero Sendero Luminoso, a pesar de un golpe muy publicitado en los últimos días, no parece en proceso de desaparecer del mapa.
La gravedad de la situación se ve tan evidente, que cuando el presidente electo llamó en su discurso de victoria a conformar una gran "concertación nacional", la mayoría de los sectores expresaron su apoyo, si bien con toda clase de salvedades, motivadas en su mayor parte por la falta de claridad sobre los alcances de esa concertación.
El presidente Fujimori pareció ganar algo de tiempo cuando las centrales obreras anunciaron la posibilidad de darle una tregua en sus luchas laborales y especialmente en las huelgas, condicionada a que el gobierno se comprometa a recuperar el poder adquisitivo de los salarios, a respetar los derechos ya adquiridos, como el fuero sindical, y a no usar la fuerza pública para reprimir las eventuales protestas.
Ese ofrecimiento, a pesar de las extremas condiciones sobre las que se apoya, no resulta para nada despreciable si se tiene en cuenta que en los primeros meses del año se han declarado 32 huelgas en el sector público, que han llevado a paralizar en un momento dado a más de 500 mil trabajadores. El paro de la educación lleva ya 6 meses mientras el sector salud, con los hospitales al borde del colapso, permanece inactivo desde hace mas de 50 días.
Sin embargo, resulta claro que esos compromisos con los sindicatos pueden convertirse en una espada de doble filo frente a la empresa privada. De ahí que nadie se extrañara de que Jorge Camet, presidente de la Confederación de Empresarios Privados (Confiep), condicionara el apoyo de su agremiación "a los aspectos económicos del plan de gobierno".
Según el diputado electo Wilfredo Alvarez, el primer punto "es arribar a un pacto social para el desarrollo con todos los sectores económicos y sociales".
El segundo punto básico, diametralmente opuesto al esquema liberal de Vargas Llosa, es el diseño de una nueva relación entre el estado y la sociedad, que "en lugar de contraponer el mercado a la planificación estatal, fomente estructuras de mercado que consideren los intereses de los sectores mayoritarios". Dentro de esta línea, el ingeniero agrónomo Fujimori tiene previsto un programa para la micro y pequeña empresa, que abra paso a que 700 mil "informales" se incorporen a empleos estables, con lo que de paso, accederían al universo tributario.
Otro aspecto del plan consiste en un programa de apoyo a la productividad, mediante un mecanismo que estimule la eficiencia en la utilización de recursos productivos y la transferencia y generación de innovaciones tecnológicas.
Por último, la pacificación del país tiene un enfoque novedoso: frente a la aproximación del presidente Alan García, según la cual bastaría invertir en el desarrollo de las areas rurales empobrecidas, para quitar peso a la guerrilla, y ante la idea de Vargas Llosa, que era "primero liquidar a los insurgentes y luego desarrollar", Fujimori dice que las Fuerzas Armadas se deben convertir en agentes de desarrollo. "Sólo haciendo abandonar el rol únicamente de represor de la fuerza armada, la población puede sentirse aliada del ejército en las zonas de emergencia", dijo el presidente electo.
En materia internacional, el presidente favorece la creación de un mercado común latinoamericano, sobre la base de un liderazgo negociado entre Brasil, Argentina y el Grupo Andino. Aunque reconoció la deuda externa del Perú, que asciende a 16 mil millones de dólares, y la obligación de pagarla, anunció que presentará a los acreedores un programa de desarrollo a mediano y largo plazo, que incluirá la posibilidad de cubrir con productos y la conversión de la deuda en inversión nueva.
La mayor dificultad que enfrentan los analistas para examinar las propuestas de Fujimori, es la inexistencia casi total de antecedentes sobre las ideas del descendiente de japoneses, que nunca había participado en política. Por lo pronto, ya se sabe que contará con el apoyo de algunos partidos que respaldaron a Vargas Llosa, el partido popular cristiano y Acción Popular. Pero existe el consenso de que necesitará mucho más que eso para sacar adelante al Perú.