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LA JUVENTUD AL PODER

Con el arribo de Tony Blair al 10 de Downing Street, sede del gobierno británico, el antiguo imperio se prepara para el siglo XXI.

2 de junio de 1997

Desde 1814, cuando a los 42 años subió al poder lord Liverpool, Gran Bretaña no tenía un líder tan joven. La semana pasada Tony Blair se convirtió en el primer líder británico nacido después de la Segunda Guerra Mundial (su antecesor, John Major, nació en pleno conflicto) y es el primer exponente de la generación del rock en llegar a dirigir los destinos de la democracia más antigua del mundo.
Con su bandera del "nuevo laborismo" Blair logró convertir a ese partido, nacido en fábricas y minas, de coco de las clases más favorecidas en consentido de la clase media, que sorprendentemente lo escogió para dar un viraje perceptible en el manejo del Estado. Para conseguir ese efecto dejó de lado la vieja retórica socializante del partido obrero y adoptó algunas ideas conservadoras, maquillándolas con una personalidad atractiva. En realidad hizo pocas promesas concretas más allá de asegurar que no aumentaría los impuestos durante cinco años y que mantendría el gasto público bajo control.
Con ello consiguió explotar las debilidades de su adversario, sobre todo el desgaste de 18 años de su partido en el poder, pero al mismo tiempo se introdujo él mismo en una encrucijada muy difícil: los votantes le dieron una mayoría imbatible de 417 de 659 escaños en la Cámara de los Comunes para realizar un cambio en el gobierno que corresponda con el que operó en el laborismo desde que se convirtió en su líder en 1994. Pero para ello contará con el gabinete de menor experiencia en este siglo. El propio Blair, quien ejercía como abogado antes de entrar en la política, nunca ha ocupado un cargo administrativo ni ministerial.
Ese 'cambio laborista' podría volverse en contra del nuevo gobierno precisamente por su vaguedad. Blair llegó al poder porque ofreció un viraje sin sobresaltos, pero eso podría llevarlo fácilmente a mantener el statu quo dentro de la idea de no asustar a los mercados financieros y a los inversionistas extranjeros. Pero si el cambio del manejo del país no es perceptible la gran mayoría de sus votantes se sentiría defraudada, sobre todo entre las bases laboristas, que debieron soportar la metamorfosis de su liderazgo y votar a su pesar por alguien que parece más un conservador a ultranza que un defensor del sindicalismo.
Por lo pronto, la elección de Blair tuvo un efecto inmediato en el tema de la paz en Irlanda del Norte. Su arrolladora victoria se convirtió de hecho en un acto de presión sobre el Ejército Republicano Irlandés -IRA- para que decrete una tregua que reanime el proceso de paz. La razón es que con Blair en Londres se elimina la dependencia del voto de los parlamentarios protestantes de Irlanda del Norte que tenía el gobierno anterior en los últimos meses. El partido Sinn Fein, ala política de los nacionalistas irlandeses, había mencionado ya que una victoria laborista podría flexibilizar sus posiciones en busca de rescatar el proceso. Al fin y al cabo, si bien nada indica que Blair sea más débil ante el terrorismo, su sólida posición política permite pensar en una mayor autonomía en las decisiones y, por lo tanto, un mejor ambiente para la paz.
En cuanto a la integración con la Unión Europea, los socios de la Gran Bretaña en el continente no se hicieron muchas ilusiones con el cambio de gobierno. Blair, siempre el gran camaleón político, abrazó a última hora la posición 'euroescéptica' de los conservadores, pero tiene a su favor que su partido no está dividido sobre el tema. Eso podría permitir una aproximación más realista de Londres hacia los temas candentes de la integración, como la moneda única y la defensa común europea.
Blair protagonizó un fenómeno político sólo comparable al que logró, en un distante tercer lugar, el Partido Liberal Democrático de Paddy Ashdown, que consiguió en un repunte histórico el 16 por ciento de los votos. Soplan vientos de cambio en la Gran Bretaña, pero por ahora las preguntas superan con creces a las respuestas.