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La masacre de Las Ramblas

Los atentados terroristas que el jueves dejaron 14 muertos en Barcelona y sus alrededores demuestran que mientras más aumenta la presión contra Estado Islámico en Oriente Medio, más crece su tendencia a realizar atentados en Europa.

19 de agosto de 2017

Una metrópoli europea, decenas de turistas en la calle y un islamista que atropella a los transeúntes sin distingos. Esa historia, repetida en París, Bruselas, Niza, Berlín, Estocolmo, Londres y Mánchester, el jueves en la tarde llegó a Barcelona a bordo de un vehículo que dejó 13 muertos, un centenar de heridos y un país decidido a resistir al terror.

Como en las demás ocasiones, uno de los lugares más concurridos de la ciudad fue el escenario del pánico. En pleno mes de agosto, las legendarias Ramblas de la ciudad vieja de la capital catalana estaban atestadas de turistas. Las familias salían de los museos, los visitantes tomaban fotos, los vendedores atendían sus puestos de souvenirs. Y como en otras ocasiones, un vehículo surgió de la nada a toda velocidad y le pasó por encima a decenas de personas.

Pronto la Policía declaró el estado de emergencia en toda Cataluña. Las autoridades lograron establecer rápidamente que un tal Driss Oukabir había alquilado la camioneta Renault, y las sospechas se dirigieron contra su hermano Moussa, el conductor que se dio a la fuga. Según reclamó Estado Islámico (Isis), se trataba de dos de sus miembros que realizaron una operación contra “un país de la coalición”, es decir, la alianza militar internacional que últimamente les ha asestado a ese grupo duros golpes en los campos de batalla de Siria e Irak.

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Con el paso de las horas comenzó a ser claro que la masacre de Barcelona hacía parte de una operación mucho mayor. Y hacia la madrugada, ya no cabía duda de que el ataque contra la capital no era un hecho aislado, sino que estaba relacionado con otros dos hechos sucedidos el mismo día.

El primero fue la explosión la misma mañana del atentado de una casa en Alcanar, un pueblo situado a 120 kilómetros al sur de esa ciudad. Al principio, las autoridades creían que se trataba de un laboratorio clandestino de anfetaminas y otras drogas. Pero revisando entre los escombros se encontraron varias pipetas de gas y otros insumos para fabricar bombas. “La explosión hizo que los terroristas no contaran con el material necesario para preparar atentados de mayor alcance en Barcelona”, dijo el viernes el jefe de la Policía catalana, Josep Lluís Trapero.

En el segundo hecho la Policía abatió en el malecón del balneario de Cambrils,a cinco terroristas que atropellaron en un Audi a decenas de peatones, uno de los cuales falleció. Tras revisar el interior del vehículo, las autoridades encontraron que uno de los occisos era nada menos que el propio Moussa Oukabir, quien junto con otros atacantes llevaba un cinturón con explosivos falsos. A su vez, en el maletero hallaron cuchillos, hachas y otras armas cortopunzantes. Era evidente que querían usar esas herramientas para matar más gente.

Y a esos hechos se sumó un ataque en Finlandia, donde la Policía detuvo a un hombre después de que mató a puñaladas a dos personas y dejó gravemente heridas a otras cinco en el mercado de la ciudad de Turku. Aunque este hecho no estaba relacionado con los de España, sí dejó claro que Europa sigue en la mira de los terroristas. Por desgracia, nada indica que los atentados vayan a cesar. Más bien al contrario.

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Claves de la ofensiva terrorista

El ataque terrorista de Barcelona deja muchos interrogantes, pero también algunas certezas desalentadoras. En primer lugar, no es ninguna casualidad que los carros se hayan convertido en el arma preferida de los yihadistas, aunque las acciones tradicionales como los tiroteos o los ataques con explosivos siguen siendo frecuentes en los atentados cometidos en Oriente Medio, donde han dejado miles de víctimas.

En efecto, dada la dificultad de conseguir y de armar bombas sin llamar la atención de las autoridades (o que exploten antes de tiempo, como en Alcanar), los vehículos se han convertido en una herramienta obvia. Así quedó demostrado en Niza, Berlín y Estocolmo, donde los yihadistas utilizaron camiones para asesinar personas en parques, malecones y calles peatonales, o en Londres, donde un islamista se metió a uno de los andenes del Tower Bridge hace dos meses. A principios de mayo, Isis había publicado en su revista Rumiyah una guía para realizar ese tipo de ataques.

Además, las ciudades con una historia como la de Barcelona son objetivos particularmente atractivos para los yihadistas por varias razones. Por un lado, se trata de un lugar cuyo pasado está vinculado a la presencia árabe en la península ibérica, y Estado Islámico ya había amenazado con volar la Sagrada Familia y otros centros religiosos. Y por el otro, ese rico pasado tiene como efecto atraer a una gran cantidad de personas, lo cual les permite a los yihadistas maximizar el número de muertos y, sobre todo, tener un impacto mediático global.

En ese sentido, mientras muchos residentes de ciudades como Roma, Florencia o Venecia rechazaban el exceso de turistas, los islamistas encontraron allí una oportunidad de hacer daño. Pues esas grandes concentraciones humanas les garantizan que centenares de personas grabarán sus ataques y los compartirán en cuestión de segundos por las redes sociales, lo que hace trascender su mensaje de odio por fuera de las fronteras del país atacado. Y eso justamente pasó en Barcelona, en donde hubo víctimas de 34 nacionalidades y de cuatro continentes.

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Y por último, es claro que la actual ofensiva terrorista está lejos de terminar. Si bien Estado Islámico ha sufrido duros reveses en Siria e Irak, su capacidad de realizar o de inspirar atentados en el extranjero está intacta. De hecho, uno de los mensajes que ese grupo les ha enviado a sus seguidores occidentales es que, en vez de viajar a luchar en el Oriente Medio, traten de matar al mayor número de personas en Europa o Estados Unidos.

A su vez, a medida que aumentan las derrotas de Isis en el campo de batalla, crecen las probabilidades de que soldados altamente experimentados regresen a sus países de origen para utilizar sus conocimientos contra blancos fáciles, como los asistentes a un concierto de pop o los turistas de una gran ciudad. En buena medida, las guerras de Isis están entrando en una nueva fase en la que los veraneantes dejaron de ser unas simples víctimas colaterales de sus acciones para convertirse en sus principales blancos. 

El factor Al-Ándalus

Cataluña, al igual que gran parte de España, fue un territorio musulmán que ahora Estado Islámico quiere reconquistar. 

El grupo terrorista Estado Islámico ha sido enfático en un punto: quieren recuperar a la fuerza todos los territorios en donde haya habido presencia musulmana, así haya sido hace cientos de años. Porque la afirmación de que en el territorio español hubo dominio musulmán es cierta, pero hay que remontarse al periodo entre los años 711 y 1492. Para el 732, los musulmanes controlaban casi todo el territorio que hoy en día es español (incluida Barcelona), que para ese entonces llamaron de manera general Al-Ándalus o con más precisión, Califato de Córdoba. Después de una serie de guerras, fueron perdiendo terreno, hasta que en 1492 los reyes católicos tomaron Granada, lo que marcó la expulsión definitiva de los musulmanes de la península ibérica. Así quedó consignado en el lienzo La rendición de Granada del pintor español Francisco Pradilla, cuando el rey moro Boabdil se rinde ante los reyes católicos. Por eso, el 27 de julio de este año, la agencia Al-Wafa (afiliada a Isis) publicó un documento en el que se recuerdan estos hechos, y añadía que los cruzados cristianos mataron a más de 60.000 musulmanes en ese entonces. Varios comunicados de Estado Islámico afirman que España es un “Estado criminal” y que por eso hay que atacarla.

Hermandad del terror

Los lazos familiares de los perpetradores de ataques terroristas en Europa son un común denominador en varios casos. 

Entre los responsables de los atentados de Barcelona resaltan los nombres de dos hermanos: Moussa y Driss Oukabir, de 17 y 28 años, respectivamente. No es la primera vez que dos familiares participan en un atentado terrorista en Europa. El caso que salta a la vista es el de París en enero de 2015, cuando los hermanos Said y Chérif Kouachi masacraron a varios periodistas del semanario Charlie Hebdo. Tras atrincherarse en un negocio de impresiones, estos fueron abatidos por la Policía. Los dos eran parisinos de nacimiento, y a diferencia de los Oukabir, eran mayores de edad: Said de 34 y Chérif de 32 años. El año pasado, el 22 de marzo, dos hermanos también participaron en los atentados suicidas que sacudieron a Bruselas: Ibrahim el Bakraoui y Khalid el Bakraoui se hicieron estallar en el aeropuerto y metro de Bruselas, respectivamente. No es ninguna coincidencia que familiares cercanos participen en conjunto en atentados terroristas. Estado Islámico se esfuerza por reclutar grupos de hermanos o familias enteras, pues refuerza el compromiso de sus integrantes y facilita la ejecución de grandes atentados.