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LA MATA HARI SANDINISTA

Muere de cáncer Nora Astorga, heroína de la guerra contra Somoza.

21 de marzo de 1988


Para sus amigos de la clase alta de Managua, Nora Astorga era una niña educada en colegio de monjas, que tenía veleidades literarias y que fue arrastrada por su capacidad de ensoñación a convertirse en sandinista recalcitrante. Para los demás, dentro y fuera de Nicaragua, esta mujer que acaba de morir destrozada por el cáncer era la voz internacional de la Revolución y también una leyenda por haber propiciado y protagonizado la muerte salvaje de uno de los peores verdugos de Anastasio Somoza.

Abogada que nació en una familia adinerada, ejercía su profesión como una mampara para ocultar sus actividades con los sandinistas y en 1978, un año antes de la caida de la dictadura, usando el encanto sensual que tenía a pesar de su corta estatura, atrajo a su lecho al general Reynaldo Pérez Vega quien, desde varios meses atrás la acechaba incansablemente. Cuenta la leyenda y ella nunca se preocupó por desmentirla que, con la ayuda de un grupo de sandinistas preparó el escenario de lo que, en principio, sólo sería un secuestro y un canje por 59 prisioneros políticos del régimen. Cargado de flores y bombones de chocolate, oloroso a perfume y con un traje blanco inmaculado, el militar llegó al apartamento de Nora, aceptó un vaso de vino, se desnudó y cuando estaba acariciándola, de todos los rincones saltaron muchachos armados quienes forcejearon con el fornido general, quien en medio de la refriega, fue degollado por uno de ellos. Los sandinistas tuvieron que esconderla durante varios meses hasta cuando Somoza abandonó el poder.

Hija de un exportador, intentaba quitarle importancia al que su abuelo hubiera servido de ministro de Defensa con los Somoza. Estudió sociología en la Universidad Católica en Washington y más tarde Derecho en Managua. Dicen que ahí comenzó sus relaciones con los sandinistas, pasando mensajes y consignas, escondiendo armas en su casa y comprando alimentos para los que estaban escondidos. De esa época data un Diario, escrito en forma de versos que sólo ahora ha sido conocido. A los 22 años se casó con Jorge Jenkins, un estudiante activista, se fueron a Italia donde él estudió Arqueología y ella se especializó en otras ramas del Derecho mientras seguían haciéndole campaña a la Revolución. A los 5 años se separaron, con 2 hijos. Mientras permanecía escondida por el asesinato del general, se entrenó en un campo de guerrillas y se convirtió en compañera de José María Alvarado, miembro de los círculos oficiales del gobierno de Managua. Con él, tuvo otros 2 hijos.

Con el triunfo de los sandinistas, Nora se convirtió en uno de los fiscales especiales de la nación con la misión concreta de organizar, en 1980, los juicios contra los 7.500 miembros de la Guardia Nacional somocista y otros simpatizantes del régimen. La mayoría obtuvo largas condenas y otros salieron libres. Fue nombrada después ministro volante para que representara a Nicaragua en las principales conferencias internacionales. Habló durante las reuniones de Contadora en 1983 y 1984 en busca de la paz en Centroamérica y ese año estalló un escándalo diplomático en Washington cuando el Departamento de Estado rechazó su nombramiento como embajadora nicaraguense ante el gobierno norteamericano: le estaban cobrando el asesinato del general, quien actuaba como enlace de Somoza con la CIA.

Todos esos incidentes, menos el secuestro y asesinato del militar, figuran en algunos cuadernos que Rosario Murillo, poetisa y esposa de Daniel Ortega publicará dentro de poco. Al ser rechazada por Washington, Nora Astorga fue nombrada embajadora ante las Naciones Unidas y en marzo de 1986 presentó sus credenciales al secretario general, Javier Pérez de Cuéllar. Parte de su misión fue dedicada entonces a servir de vocera ante el mundo de los esfuerzos sandinistas y rechazar los permanentes ataques diplomáticos de los norteamericanos. Se hicieron famosos sus cuentos e historias entre los reporteros que cubrían la ONU, con quienes se reunía y analizaba lo que estaba sucediendo. Siempre bien vestida, con un inglés impecable (también hablaba italiano y francés), vivía en una casa de 6 habitaciones con su madre y 5 niños (el último era adoptado, hijo de un sandinista muerto en combate) frecuentaba los buenos restaurantes iba a conciertos todas las semanas participaba de la intensa vida diplomática de Washington y era todo lo contrario de la imagen que mucho querían tener de una sandinista. El New York Times le dedicó un extenso reportaje en el cual apareció como muestra de esa simbiosis de intelectuales y políticos que gobierna a Nicaragua.

En alguna ocasión, Gabriel García Márquez le propuso a Nora que hicieran una película, dirigida por Miguel Littin, sobre el asesinato del general y ella, sonriendo, sin perder el humor, le respondió: "Dejemos a los muertos en paz".

Ahora los amigos que conocen sus escritos, su Diario, sus poemas, la lanzarán como lo que también era, una escritora que sostuvo sonadas peleas diplomáticas con el embajador norteamericano, a quien después del debate, invitaba a almorzar en uno de los mejores restaurantes de Nueva York.-