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El lugar de la mezquita está a solo dos cuadras de la Zona Cero donde estaban las Torres Gemelas.

ESTADOS UNIDOS

La mezquita de la discordia

La polémica por los planes para levantar un templo islámico en las cercanías de la Zona Cero alcanza a Obama. Su pronunciamiento a favor es un acto de valor de consecuencias impredecibles.

21 de agosto de 2010

Uno de los asuntos más espinosos de los últimos meses en su país hizo que el pasado viernes 13 de agosto Barack Obama volviera a desafiar las encuestas. Esa noche, en una cena para celebrar el ramadán, el mes en el que los musulmanes ayunan desde el alba hasta la puesta del sol, el Presidente norteamericano se pronunció sobre el proyecto de construir una mezquita a solo dos cuadras de la Zona Cero en Nueva York. Las palabras de Obama, claras y contundentes, levantaron ampolla, desataron otra tormenta política en Estados Unidos y dejaron claro que defenderá sus convicciones en torno a las libertades civiles sin que importen los intereses de la política.

De pie ante varios líderes de la comunidad islámica, el inquilino de la Casa Blanca dijo: "Como ciudadano y como Presidente, creo que los musulmanes tienen el mismo derecho a practicar su religión que el de cualquier otra persona en este país. Eso incluye el derecho a construir un lugar de oración y un centro comunitario en propiedad privada en el Bajo Manhattan, de acuerdo con la ley y las disposiciones locales". Y por si alguien tenía dudas, agregó: "Nuestro compromiso con la libertad debe ser inquebrantable".

No había terminado Obama de pronunciar su discurso cuando le llovió un mar de críticas. Desde la más radical oposición republicana, la ex candidata vicepresidencial Sarah Palin se preguntó si es lógico que Obama respalde la edificación de un templo musulmán en el mismo sitio donde el 11 de septiembre de 2001 murieron casi 3.000 personas a consecuencia de los atentados de Al Qaeda, un grupo de asesinos que dicen seguir al pie de la letra las enseñanzas del islam. Y el ex presidente de la Cámara de Representantes Newt Gingrich, estrella del ultraderechista Partido del Té, advirtió que será el símbolo del "triunfalismo musulmán".

Rudolph Giuliani, alcalde de Nueva York cuando se produjo la tragedia, también se fue lanza en ristre contra Obama (no así su sucesor, Michael Bloomberg), mientras que el gobernador, David Patterson, propuso una solución intermedia: buscar un emplazamiento distinto para la mezquita. Otro que intentó terciar fue el cardenal de la ciudad, Timothy Dolan, que recordó cómo en 1993 el papa Juan Pablo II impulsó el traslado de unas monjas católicas a un lugar diferente a Auschwitz, donde miles de judíos fueron asesinados por Hitler en la Segunda Guerra Mundial.

La polémica es apenas natural. Según la CNN, siete de cada diez ciudadanos están en desacuerdo con la mezquita. Los familiares de las víctimas pueden sentirse insultados si se construye. Fuera de eso, suena raro que una organización llamada Cordoba Initiative, con activos en la declaración de renta por solo 19.000 dólares y encabezada por el conocido imán Feisal Abdul Rauf, un hombre moderado, pueda terminar en 2014 la mezquita, así como una piscina, un gimnasio y un centro social bajo el nombre de Park 51, todo ello con un costo de 100 millones de dólares.

 Los defensores de Obama creen, sin embargo, que las críticas al Presidente son absurdas. Consideran que la Casa Blanca ha insistido en el respeto a la memoria de las víctimas y en que es un error confundir a los asesinos de Al Qaeda con el islam. En ese sentido, Estados Unidos y Occidente no pueden responder con intolerancia a los intolerantes y prohibir una mezquita en Nueva York como se prohíbe una iglesia católica en Arabia Saudita. Bien lo indicó The New York Times en su editorial sobre el tema. "Defender el derecho de culto de todos los estadounidenses -y su derecho a construir lugares de culto- es fundamental para lo que somos". Cuesta entenderlo, claro. Pero es cierto.