Home

Mundo

Artículo

LA NUEVA DOCTRINA REAGAN

La intervención norteamericana en los asuntos internos del mundo entero acaba, de rebote, favoreciendo a los soviéticos

26 de mayo de 1986

Como casi todos sus predecesores desde James Monroe, el presidente norteamericano Ronald Reagan ya tiene su propia "doctrina"--que, en cierto modo, es solamente un perfeccionamiento de la vieja doctrina Monroe: "El mundo entero para los norteamericanos". En un par de discursos pronunciados antes de viajar al Japón para la "cumbre" de los siete países más industrializados del mundo, Reagan la resumió en dos puntos: 1°. Los Estados Unidos difundirán la democracia en todas partes del mundo, aun con la ayuda de su poderío naval y aéreo.
2°. El terrorismo es una forma de guerra "de baja intensidad"; por consiguiente, los Estados Unidos se consideran en guerra, y responden a su vez con formas de guerra "de bajo riesgo". En resumen, el uso de la fuerza se ha convertido en parte integrante y oficial de la política exterior norteamericana.
A continuación, Reagan repartió amenazas. A Libia: "Golpearemos de nuevo a Cadafi si no cambia de actitud". A Nicaragua: "Los sandinistas están construyendo una Libia a las puertas de nuestra casa". A Siria y al Irán: serán atacados si el gobierno norteamericano encuentra "pruebas irrefutables" (como las que dijo tener sobre Libia) de que están implicados en atentados terroristas. Ante la Cámara de Comercio Norteamericana, el Presidente encontró acentos proféticos: "El viento de la libertad soplará en todo el mundo, desde las Filipinas hasta América Latina", dijo, anunciando que logrará en Libia lo que ya consiguió (?) en Filipinas y Haití con Marcos y Duvalier: su derrocamiento.
La nueva doctrina reaganiana incluye presiones directas sobre los aliados reacios. En efecto, si los europeos pensaban que el gobierno norteamericano estaba preocupado por las consecuencias de su acción contra Trípoli (condenas de los aliados, reunificación del mundo árabe, advertencias soviéticas), estaban muy equivocados. Reagan, por el contrario, está "irritado". Lo irritan las dudas y reticencias de Europa, que con la solitaria excepción de la Gran Bretaña y su "Señora de hierro" declaró su "desacuerdo" con las soluciones militares y abogó por una solución política, molesta a su vez con la "burla" de las "consultas a los aliados" hechas el día mismo de los bombardeos por el general Vernon Walters, antiguo jefe de la CIA y actual embajador de Estados Unidos ante la ONU. A esos aliados dudosos y reticentes Reagan les hizo saber que de ahora en adelante esperaba su apoyo irrestricto: "La respuesta de un solo país no es suficiente contra el terrorismo internacional", advirtió.
Ante la presión, los europeos han empezado a ceder, aunque de mala gana. Reunidos en Luxemburgo el 21 de abril, los miembros de la Comunidad Económica Europea votaron una serie de sanciones contra Libia, imponiendo entre ellas una reducción de sus representaciones diplomáticas en Europa, limitaciones a la libertad de movimientos de los diplomáticos libios, disminución del número de residentes libios no diplomáticos e incluso suspensión de envíos de alimentos subsidiados, como mantequilla, cereales y carne.
Sólo Grecia rechazó las sanciones porque según su primer ministro Andreas Papandreu, "hasta ahora no se ha presentado ni una migaja de pruebas sobre la culpabilidad de Libia". Los demás países de la CEE han empezado ya a aplicarlas, encabezados por la Gran Bretaña, que ex pulsó a 21 estudiantes libios acusándolos de actividades subversivas. Alemania pidió a 22 de los 41 funcionarios de la Embajada libia en Bonn que abandonaran el país. Francia anunció que pondrá en práctica las sanciones y el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) tomará decisiones concretas la semana que viene. Italia, por su parte, desmanteló un "complot libio" denunciado por un informante de la CIA y arrestó a un ex funcionario de la Embajada libia y actual dirigente de la Lybian-Arab Foreign In vestment Company (Lafico), que es dueña del 15.19% del paquete accionario de la Fiat, la primera empresa de Italia. España expulsó a 11 residentes libios. En cuanto a Austria que es un aliado sui generis pues no pertenece ni a la CEE ni a la OTAN ha rechazado las sanciones aducienda que no existen "pruebas ciertas" contra Libia.
En resumen, la primera consecuencia de la "doctrina Reagan" ha sido la división de los europeos, calificados por funcionarios norteamericanos de "viles", "falsos" y "cobardes". Los ha dividido tanto entre paises como en el interior de cada uno, hasta el punto de desestabilizar las coaliciones de gobierno en Italia, Francia y Alemania, y de exacerbar el tono de la oposición incluso en la Gran Bretaña, donde la señora Thatcher ha sido llamada "perrito faldero de Reagan" y el respaldo de la población a su política es más bajo que nunca: sólo el 25%. Así, las declaraciones del Presidente norteamericano al New York Times diciendo que tras el aparente desacuerdo europeo se ocultaba en realidad un acuerdo "sustancial" sobre el ataque contra Libia, y hasta una incitación a "golpear más duro", provocaron una gran polvareda. Todos los aliados se "precipitaron a desmentirlo, pero la duda quedó en el aire: ¿de quién se trataba? No de la señora Thatcher, que desde el principio había aprobado el ataque, sino--como sugirió el propio New York Times--del primer ministro italiano Craxi, del canciller alemán Kohl o del presidente francés Mitterrand.
Pero sin duda la clave de la doctrina Reagan no está en los aliados de Estados Unidos, sino en su adversario: la Unión Soviética. Se trata de hacerle saber a esta que los Estados Unidos se consideran la única potencia mundial, y no le conceden a ella más que la categoria de "potencia regional". El resultado ha sido contraproducente: los soviéticos, que hasta ahora mantenían en el Mediterráneo un "perfil bajo" (low profile, en la jerga geopolítica), y proponian a Estados Unidos el retiro simultáneo de sus flotas de ese mar, oferta de inmediato rechazada por Reagan, han pasado a tomar posiciones decididas de respaldo a Libia. El lider soviético Gorbachev envió un mensaje garantizando su "pleno apoyo moral, diplomático, político y militar" al "querido compañero Cadafi", y acompañó sus palabras con hechos: el 23 de abril llegaron al puerto de Tripoli tres cruceros de guerra, el Drozit, el Disi Litiska y el Atlantiski en "visita de cortesia".
La creciente intervención soviética puede tener, según los analistas internacionales, consecuencias internas en Libia. El papel del coronel Muammar Gadafi como líder incontrastable podria disminuir, aumentando el poder del actual "número dos", el mayor Abdel Salam Jallud, considerado más cercano a la URSS y sobre todo menos "incontrolable" que el volátil Gadafi. Con lo cual también desde ese punto de vista la operación norteamericana resultaría en fin de cuentas un fracaso.
Libia, por su parte, ha reaccionado hasta ahora con moderación a las sanciones europeas. Se ha limitado a "invitar" oficialmente a los cientos de periodistas norteamericanos y europeos presentes en Tripoli a que abandonen el país, y a calificar las medidas de la CEE de "violación de las normas internacionales, dado que no hubo consultas preliminares entre las dos partes". El ministro libio de Información, por otra parte, anunció el 23 de abril que su gobierno tenia noticias de que "en las próximas horas" habría una ola de atentados en Europa semejantes al de la discoteca de Berlin que sirvió de pretexto para los bombardeos de Tripoli: los cometerían --dijo el ministro-la CIA norteamericana y el Mossad israeli.
Esa misma noche, una potente bomba estalló en el centro de Londres, en Oxford Street, destruyendo las oficinas de la British Airways. No hubo esta vez muertos ni heridos. Pero el efecto político fue el de retrotraer la situación a su punto inicial: un verdadero circulo vicioso. --
Kelly Velásquez, corresponsal de SEMANA en Roma