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LA OFENSIVA DEL GENERAL

Pinochet busca poner fin a los juicios por violación de derechos humanos. Pero su táctica sólo logra atraer denuncias internacionales.

2 de diciembre de 1996

Quienes pensaron que los años suavizarían al general Augusto Pinochet se equivocaron. Ni los años, ni el debilitamiento en las urnas del sector político que lo apoya, la derecha, han logrado obrar el milagro. Cada día que pasa los chilenos comprueban que tras el suave ropaje de la democracia se mimetiza el poder de las armas que Pinochet ha capitalizado para sí.La nueva ofensiva que ha lanzado hoy el general tiene un solo objetivo: poner fin a los juicios por violaciones a los derechos humanos que cientos de juzgados chilenos han reabierto. Se trata también de una reacción motivada por la posibilidad, cada vez más palpable, de que los tribunales españoles inicien un juicio contra el propio Pinochet y su cúpula militar en relación con la muerte del funcionario de la ONU Carmelo Soria, torturado y asesinado por agentes de la Dina, la policía política de Pinochet. Ese proceso, y otro anunciado en la Corte de La Haya por la ONU, se basan en que la Corte Suprema de Chile absolvió a los inculpados con base en una amnistía promulgada por el propio Pinochet, y en que los convenios internacionales sobre protección de diplomáticos prohíben la aplicación de amnistías en delitos de los que sean víctimas.El primer movimiento táctico de Pinochet lo hizo a comienzos del mes de octubre. A través de la judicatura militar presentó un recurso legal ante la Corte Suprema para que los tribunales del crimen, que llevan las causas por desaparición de personas durante la dictadura militar, cierren los casos aplicando la ley de amnistía aprobada en 1978.El segundo movimiento, en el cual no se ha escatimado presupuesto, es boicotear la corta estadía del presidente cubano Fidel Castro para la VI Cumbre Iberoamericana, que comienza el jueves en Santiago . Para esto se han movilizado los sectores de derecha que ampararon el golpe de Estado de 1973 con el apoyo de anticastristas de Estados Unidos, entre los que se cuentan Armando Valladares y otros grupos que participaron en el homicidio en Washington del ex canciller Orlando Letelier.Pero en el marco de esta orquestada ofensiva, lo que causó mayor conmoción fue el arresto de la secretaria general del Partido Comunista Chileno, la ex diputada y esposa de un detenido desaparecido, Gladys Marín. La apasionada dirigente, en su intervención en el acto organizado el 11 de septiembre para conmemorar el golpe de Estado, recordó algo que hasta los más temerosos de los políticos democráticos de Chile han señalado en público: la responsabilidad de Pinochet y de los altos mandos militares en las atroces violaciones a los derechos humanos. En esa ocasión Marín dijo: "Es la actitud del mediocre, del cobarde que amenaza permanentemente con antecedentes, documentos que comprometen a otros y que jamás entrega. Es la actitud del chantajista, del sicópata que llegó al poder en base a la intriga, a la traición y al crimen".Pero Pinochet se declaró ofendido y decidió querellarse contra Marín. La Comandancia presentó dos escritos para que la dirigente fuera procesada por calumnias contra el general y por infracción a la ley de seguridad del Estado, los que agilizó dos días antes de que se llevaran a cabo las elecciones populares de alcaldes en todo el país.El lunes 28 de octubre, cuando todos los partidos sacaban sus cuentas sobre cómo les había ido en las elecciones municipales, Gladys Marín se puso de acuerdo con la jueza que llevaba el caso, Ada Fajardo, para presentarse al día siguiente. Sorpresivamente esa noche los teléfonos del sector donde vive la dirigente se silenciaron y al día siguiente su carro fue interceptado espectacularmente por la policía. La presión del Ejército a la jueza fue tan burda que los dirigentes de los partidos de la Concertación declararon que esta nueva ofensiva de Pinochet atentaba contra la imagen del país y lastimaba a la democracia que con tanto esfuerzo se había conseguido tras 17 años de dictadura. Y desde diversos países se oyeron declaraciones aún más enérgicas de repudio. Tanto fue el revuelo nacional e internacional causado por la sobreactuación de los asesores de Pinochet que logró el efecto contrario y le dio a la dirigente comunista una resonancia que nunca hubiera imaginado. El jueves 31 por la mañana la Corte Suprema de Justicia se dio cuenta del peligro de aparecer como instrumento incondicional del pinochetismo y rechazó la solicitud militar de cerrar todos los procesos por violaciones de los derechos humanos.Mientras tanto, algunos generales también se dieron cuenta de que esa era una pelea perdida, entre otras cosas porque la derecha no pasa del tercio del electorado, y más bien sólo podía poner en peligro los acuerdos con el gobierno según los cuales éste sólo ratifica y no cuestiona los ascensos de generales propuestos por la institución. Por ello esa tarde el Ejército desistió de la querella presentada en contra de la dirigente comunista, y ésta quedó en libertad.Pero estas derrotas parciales no amilanan al pinochetismo. En el mismo día el ministerio público militar seguía analizando la petición al tribunal para que se cite a declarar a Fidel Castro durante su permanencia en Chile la próxima semana, en relación con un caso de contrabando de armas desconocido hasta ahora. Como la situación es incómoda para el gobierno en su condición de anfitrión, no sería de extrañar que un eventual silencio público del pinochetismo se lograra a cambio de una nueva concesión en privado del gobierno.De este modo, aunque Pinochet no consiga su objetivo en esta coyuntura algo avanzará, y mejorará sus condiciones para su próxima ofensiva.