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La crisis de Venezuela no se detiene e incluso las ayudas humanitarias traen polarización. | Foto: Esteban Vega

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La otra cara de la asistencia humanitaria en Venezuela

El opositor Juan Guaidó, respaldado por más de 50 países que lo reconocen como presidente interino de Venezuela, aumenta la presión sobre Nicolás Maduro por el ingreso de ayuda humanitaria desde el extranjero. Para Maduro este sería el inicio de una intervención militar de Estados Unidos en el país.

5 de febrero de 2019

“Si quieren ayudar a Venezuela que cese el bloqueo, que cesen las sanciones, que liberen las cuentas bancarias y por nuestro propio camino saldremos adelante como siempre lo hemos hecho, no somos mendigos de nadie”, expresó el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, en unas declaraciones en las que insistió que no aceptará la ayuda humanitaria de Estados Unidos y de ningún otro país u organismo que quiera intervenir en las cuestiones de Venezuela.

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Estas palabras las pronunció a su vez para atacar al líder de la oposición Juan Guaidó –hoy presidente interino del país, reconocido por 52 naciones alrededor del mundo– al que acusó de tomar las banderas del humanitarismo para propiciar un golpe de Estado y una invasión en la soberanía venezolana.

Si bien Guaidó manifestó que su único interés es solventar los problemas por los que pasa su pueblo, también es claro que la ayuda humanitaria le sirve para asfixiar aún más al régimen. Pues con las sanciones que Estados Unidos le impuso a la empresa pública de petróleos de Venezuela PDVSA, por las que dejará de vender más de 7.000 millones de dólares en total y recortará el 80 por ciento de la producción de crudo, el chavismo está contra las cuerdas.

Es más, debido a esas medidas varios de los altos mandos de la milicia han comenzado a desertar y a reconocer la legitimidad de Guaidó.

De ahí que algunos digan que las ayudas humanitarias también se juegan en la arena de lo político, pues tanto los 20 millones de dólares prometidos por el secretario de Estado de Estados Unidos, John Bolton, como los 53 millones del gobierno del primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, y los 5 millones de euros de la Unión Europea, vienen acompañados con la advertencia de que ese dinero sirva para “acabar con la dictadura de Nicolás Maduro”, por lo que apuntan a las mismas ideas que ha defendido Guaidó para sofocar al régimen.

Adams Isacson, director de Vigilancia de Seguridad de la Oficina para asuntos latinoamericanos en Washington (WOLA), asegura que la ayuda no es un gesto gratuito ni altruista de parte de la comunidad internacional, pues dice que “no es suficiente ni para aliviar una porción de las necesidades, y seguramente ni siquiera repondrá las pérdidas causadas por las nuevas sanciones sobre PDVSA. Su impacto es más político: le da dos pésimas opciones al gobierno y las fuerzas de seguridad del régimen de Maduro que, o bloquean la ayuda, arriesgando una ola de recriminaciones nacionales e internacionales, o dejan la dejan entrar, reconociendo así que existe una crisis y, quizá, mostrando que su lealtad ya no está con Maduro”.

Estas son las mismas opciones que Guaidó planteó el lunes al anunciar que un alto mando militar, del que no dio su nombre, lo llamó en la noche para decirle que las fuerzas armadas planean robar toda la asistencia (dinero, medicamentos, ropa, comida, etc.) que se distribuya desde Brasil, Colombia y una isla del caribe que no ha sido identificada, para repartirla a través del programa estatal de subsidios CLAP y para alivianar los “huecos” que las sanciones internacionales le han dejado al oficialismo. Guaidó apeló a la “conciencia y al corazón” de las fuerzas armadas, a las que exhortó a no retener la mercancía y a decidir de una vez por todas de qué lado están.  

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Precisamente por eso la Cruz Roja y la ONU manifestaron hoy, después de que once países de los catorce del Grupo de Lima abogaron por Guaidó y por la ayuda internacional, que no participarán de la asistencia a Venezuela. Pues, de acuerdo con el comunicado oficial, para seguir sus “principios fundamentales de imparcialidad, neutralidad e independencia, no podemos participar en las iniciativas de entrega de asistencia planteadas para Venezuela desde Colombia”. A lo que agregaron que se mantendrán siempre al margen de cualquier riña política que pueda violar esos ideales de servicio global.  

Para Isacson, la ayuda en Venezuela es todo menos neutral, pues su “objetivo principal es político, es decir, generar una ruptura en la relación de Maduro con los militares para permitir la sucesión del poder con un presidente más afín a los intereses económicos globales”.

Pero, mientras las potencias se debaten y el presidente Maduro impide la entrada de las ayudas humanitarias que llegan del exterior, los venezolanos sufren de una escasez de medicamentos que afecta al 85 por ciento de la población. Miles de enfermos con afecciones crónicas tienen dificultades para acceder a sus tratamientos, según ONGS y grupos humanitarios críticos del gobierno. Al mismo tiempo,  miles más carecen de agua potable y otros se contagian de algunos virus que se creían erradicados del continente, como el sarampión.

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A este panorama de inestabilidad se suma la Iglesia Católica, que a pesar de no haber recibido el aval de su máximo líder, el papa Francisco, que solo se pronunció para pedir que se detenga el “derramamiento de sangre” y para confirmar que no descarta “algún día mediar entre las partes”,  ha sido una dura crítica del chavismo en Venezuela, con el que lleva años en conflicto. Maduro se ha referido a la institución religiosa como un “conglomerado de diablos con sotana”.

La ONG de la iglesia, Caritas, se adhirió a las donaciones que se espera que ayuden a cerca de 300.000 pobres en Venezuela.

De cualquier forma, es evidente que el humanitarismo es otra de las muchas cartas políticas que se han lanzado en Venezuela y, sin duda, una ficha que la oposición ha sabido aprovechar para acorralar cada vez más a Nicolás Maduro.