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La oveja negra

Aunque cedió, dejó mal sabor la negativa de Berlusconi a un mecanismo legal de la UE que lo podría afectar.

24 de septiembre de 2001

Una inminente crisis diplomática de Italia con el resto de países de la Unión Europea se frenó este 11 de diciembre. En esa fecha el primer ministro de Bélgica, Guy Verhofstadt, anunció con alivio que tras una reunión en Roma con su homólogo de Italia, Silvio Berlusconi, éste había accedido a apoyar la iniciativa de crear la euroorden. Esta última es una orden de arresto válida en todos los países de la Unión Europea para 32 delitos graves, como terrorismo, prostitución infantil, estafa y otros delitos financieros.

De todos los mandatarios de la Unión Berlusconi fue el único que se opuso a esta iniciativa. Esta nació como una respuesta europea a los atentados terroristas del 11 de septiembre y con ella se busca eliminar los largos trámites de extradición para sospechosos de cometer estos delitos.

El primer ministro italiano alegó que de aplicarse le daría derecho de inmiscuirse en los asuntos internos de Italia a jueces con motivaciones políticas. Pero aunque la euroorden no ha estado exenta de críticas de juristas independientes preocupados por los derechos civiles, para los críticos de Berlusconi era claro que él estaba defendiendo su propio pellejo. El gobernante, que además es un magnate de las comunicaciones con un pasado lleno de enredos judiciales, se opuso a que la euroorden contemplara crímenes como fraude y corrupción. Curiosamente estos son dos delitos de los que está acusado en España por el juez Baltasar Garzón. De aplicarse la euroorden el gobierno español estaría en capacidad de exigir el arresto de Berlusconi sin necesidad de tener pruebas sino sólo sospechas.

Las críticas a Berlusconi no se hicieron esperar. El diario italiano Corriere de la Sera, que suele ser bastante moderado, publicó un editorial en primera página con el título ‘Primer ministro Berlusconi, piense de nuevo: no aísle a Italia del resto de Europa’. El ministro del Interior de Alemania, Otto Schilly, a su vez, dijo: “Es incomprensible y completamente inaceptable que sean excluidos de la orden una serie de crímenes graves”

Era claro que si Berlusconi se mantenía en su posición el precio por pagar sería demasiado alto. Por un lado, el liderazgo diplomático de Italia se hubiera visto reducido enormemente. Por otro, la base electoral del político-empresario, que se encuentra a la derecha del espectro político, no reaccionaría favorablemente ante su negativa de apoyar un mecanismo fuerte en la lucha contra el terrorismo. De allí que Berlusconi cediera, aunque tuvo algunos reparos al hacerlo. El líder no se comprometió a ratificar la euroorden antes de 2004 como el resto de países, pues según él, antes deberá modificarse la Constitución italiana. Algunos analistas consideran que con esta reserva Berlusconi pretende demorar al máximo la aceptación de la ley.

En parte por ello el levantamiento del veto fue recibido con cierto recelo. Pero, igualmente, porque este no es el primer tropezón del mandatario italiano con la comunidad europea. Los miembros de la Unión se enfurecieron también con su decisión de congelar un plan paneuropeo de defensa militar. Además, recientemente en unas declaraciones en las que pretendía apoyar la guerra de Estados Unidos contra el terrorismo Berlusconi denigró del Islam, asegurando que las religiones occidentales eran superiores, indelicadeza que le valió una tremenda censura internacional.

Al cierre de esta edición se esperaba que la orden fuera aprobada el fin de semana en la reunión del consejo europeo en Laeken, pero la sensación de que a causa de Berlusconi Italia no está bailando al ritmo de la Unión Europea es más fuerte que nunca.