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El presidente Hugo Chávez y el segundo hombre en el Secretariado de las Farc se abrazan luego de una reunión en el Palacio de Miraflores, el 8 de noviembre de 2007. | Foto: AP

NEGOCIACIONES

La paz sin él

El papel de Chávez en el proceso con las Farc fue clave. ¿Habrá paz en Colombia después de su muerte?

7 de marzo de 2013

Venezuela ha sido, literalmente, el ingeniero de vuelo del complejo viaje que emprendieron el gobierno colombiano y las Farc en La Habana para pilotar juntos el avión del conflicto armado hacia una salida negociada. Fallecido Hugo Chávez, ¿seguirá cumpliendo su país ese papel? La respuesta es, probablemente, sí, al menos por unos meses. Y, si el ritmo que han cobrado las conversaciones se mantiene, paradójicamente la muerte del comandante abre una ventana para que el proceso de paz avance hacia una masa crítica de acuerdos que le faciliten volar solo.

Quizá lo único en lo que el gobierno colombiano y las Farc coinciden sin discusión es en reconocer el papel clave que jugó el presidente venezolano en el proceso. En eso centró el presidente Santos sus condolencias. “Si hemos avanzado en un proceso sólido de paz con avances claros y concretos, avances como nunca se han logrado con la guerrilla de las Farc, es también gracias a la dedicación y compromiso sin límites del presidente Chávez y del gobierno de Venezuela”, dijo. Lo ratificó su canciller, María Ángela Holguín. Y lo han dicho en varias ocasiones los representantes de la guerrilla en La Habana.

En lo inmediato, el deceso de Chávez puede generar en las Farc una incertidumbre similar a la que se ha apoderado de Venezuela, lo que incidiría transitoriamente en unas conversaciones que empiezan a tomar ritmo. Sin certeza sobre lo que vaya a pasar en ese país, que les ha servido de apoyo y retaguardia en medio de la ofensiva militar del gobierno colombiano de la última década, y sin el líder en el que confiaban como garante de lo que se firme, las Farc pueden optar, en la ronda de conversaciones que empieza el 11 de marzo, por la cautela mientras se aclara el panorama. En su comunicado de condolencias, el Secretariado se dijo “espantado” por la muerte de Chávez. El solo término da una medida del impacto sobre la dirigencia guerrillera.

Sin embargo, lo más probable es que este efecto sea transitorio. Al menos mientras se afianza en el cargo, no se esperan cambios notables frente al proceso de parte del sucesor, Nicolás Maduro. Este no solo ha seguido la línea de su jefe sino que ha sido, como dijo la canciller María Ángela Holguín, un actor “presente y activo” en las conversaciones. Quienes conocen el proceso saben que hubo una crucial reunión, de varias horas, de Chávez con Timochenko, para convencerlo de que el camino pasaba por La Habana, y que después, en los momentos difíciles de las conversaciones exploratorias que se adelantaron entre febrero y agosto del año pasado, el líder venezolano enviaba a Maduro a Cuba para convencer a la guerrilla de sostener el proceso. 

Por esta razón, y superado el “espanto” inicial de las Farc, lo más probable es que la muerte de Chávez no afecte el proceso en Cuba y que Maduro mantenga el compromiso de su gobierno con la salida negociada. Una sucesión sin sobresaltos en Venezuela dará al proceso un margen de algunos meses, que puede convertirse en decisivo. En ese lapso, si el tempo que han adquirido las conversaciones en Cuba se refuerza, estas pueden avanzar lo suficiente como para llegar a acuerdos sustanciales. Incluso en la eventualidad de una crisis en Venezuela, para entonces el proceso estaría suficientemente blindado para afrontar su impacto. Evidentemente, si las conversaciones pierden ritmo y dentro de unos meses estalla una lucha faccional en el chavismo, las consecuencias sobre el proceso podrían ser funestas. Pero esto luce por ahora, menos probable. 

Por otra parte, se comienza a hablar sobre un eventual interés de Maduro por mejorar las relaciones con Estados Unidos (coincidente con la estrategia de los Castro en Cuba). Según un artículo de The New York Times, este se reunió discretamente a fines del año pasado, en tres ocasiones, con funcionarios estadounidenses para explorar el intercambio de embajadores. Personajes como el excongresista William Delahunt, que lo invitó a Estados Unidos a reuniones con la oposición, luego del golpe contra Chávez en 2002, hablan de su “pragmatismo”. 

Si bien Maduro arrancó expulsando de Venezuela a dos agregados de la embajada estadounidense y acusando a su país de “inocular” el cáncer a su jefe, esto puede obedecer a la necesidad inmediata de que el chavismo cierre filas en torno suyo y no a una definición estratégica. Una distensión con Estados Unidos podría tener como contrapartida que el gobierno venezolano restrinja la retaguardia de la que han gozado las Farc en su territorio, lo que elevaría la presión para que pasen de las armas a la política.

Hay un último elemento sobre el cual es difícil hacer un pronóstico. El ingeniero de vuelo venezolano no solo ha sido clave para que el avión de la paz despegue. Su papel será tanto o más importante una vez logre aterrizar: si fue determinante en las fases exploratoria y de negociación, no menos vital para las Farc es el papel de Venezuela en la tercera fase, cuando se firmen los acuerdos, como garante de que estos se cumplan. Para la guerrilla, contar con un tercero, no solo imparcial, como los noruegos o la ONU, sino de confianza, es esencial para dar el paso a la legalidad. 

Si a mediano plazo Maduro se consolida sobre un chavismo unificado, no habría sobresaltos. En cambio, las cosas podrían complicarse si por eventuales turbulencias internas Venezuela se ve distraída de su papel de garante. Sin un compañero de viaje confiable, factores como la comprensible desconfianza de las Farc frente al gobierno o el fantasma del exterminio de la Unión Patriótica podrían hacerlas más reluctantes a dar el paso final. O llevarlas a insistir en fórmulas de dejación de armas que no impliquen su entrega inmediata, como el IRA en Irlanda del Norte –algo difícil de aceptar para muchos en Colombia y que puede introducir traumatismos inesperados en el proceso–. Sin embargo, todavía es prematuro prever cómo evolucionarán a mediano plazo las cosas en Venezuela.

El caso es que, más allá de este factor, lo más probable es que, en una primera fase, la muerte de Hugo Chávez no afecte el proceso. Por el contrario, si este mantiene su ritmo, o lo acelera, los primeros meses de la Venezuela sin Chávez pueden ofrecer, como en vida del comandante, un marco favorable para avanzar hacia acuerdos significativos, que consoliden la negociación entre el gobierno colombiano y las Farc. Después, es difícil prever lo que pueda pasar. Por eso, lo mejor es que los tiempos del proceso se adelanten a los del chavismo. Al fin y al cabo, los primeros están bajo el control de los negociadores y no dependen de terceros.