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LA PESADILLA DEL TERROR

El aumento de las acciones terroristas en París lleva al gobierno a revisar la política de inmigración.

27 de septiembre de 1982

Francia padece en carne propia el flagelo terrorista. Hasta ahora había padecido sólo tangencialmente la violencia terrorista que se ensañaba con diversos países europeos, especialmente España, Italia, Gran Bretaña y Alemania Federal.
El terrorismo se ha convertido en una de las pesadillas del gobierna socialista, pero el Presidente Mitterrand le ha declarado una guerra a muerte.
El sufrimiento en carne propia parece haber sensibilizado a los franceses y a su gobierno sobre la verdadera amenaza que significa el terrorismo internacional contra las democracias.
Tras la matanza de la rue des Rossiers, la acción terrorista más sangrienta llevada a cabo hasta ahora en París, con un saldo de seis muertos, la ciudad se conmovió nuevamente la semana pasada con otros dos atentados. Un automóvil cargado de explosivos estalló frente a la Embajada de Irak y una bomba hizo explosión en un edificio donde funcionan dos empresas relacionadas con Israel.
Mientras en la ciudad, los caldeados ambientes pro-israelíes se desfogaban en gritos contra la OLP en una manifestación de 700 mil personas, el presidente Francois Mitterrand interrumpió inmediatamente sus vacaciones y volvió a París, donde ordenó la creación de un comando antiterrorista formado por la policía, servicios de inteligencia y otros organismos de seguridad.
REFORMA PENAL
Lo que sorprendió a la mayor parte de los franceses fue la declaración del ministro del Interior, Gastón Deferre, quien dijo que había que "revisar el derecho de asilo" lo que el dirigente socialista Marcel Debargué remató señalando que era "necesario plantearse el problema de un control riguroso de la inmigración"
Inmediatamente la organización "Francia, Tierra de Asilo" reaccionó haciendo notar que los terroristas internacionales que actúan en París no son inmigrantes ni nada tienen que ver con los 150 mil refugiados políticos que viven en Francia. "Los terroristas prefieren pasar por las fronteras clandestinamente, por las cuentas que les tienen guardadas" dijeron.
El propio Partido Socialista volvió sobre sus pasos, afirmando que "la lucha contra el terrorismo no tiene nada que ver con el principio fundamental del derecho de asilo y aún menos contra los trabajadores inmigrantes"
BOMBAS A GRANEL
La atmósfera se iba calentando. En diciembre, el Frente de Liberación Corso anunciaría que la tregua había terminado, iniciando día tras días sus explosiones con cocteles molotov en la isla, con el saldo, durante el primer semestre, de casi 400 atentados, más la muerte de un caporal legionario del regimiento de corte en el mes de febrero. Ya antes, el 18 de enero, las "Fracciones Revolucionarias Armadas Libanesas" habían reivindicado Beirut la muerte del teniente coronel Charles Ray, destinado a la embajada norteamericana de París
La capital se había convertido en hervidero de terroristas y a la amargura de las acciones violentas se unía la angustia del anuncio del terrorista "Carlos", que amenazaba al gobierno de Francois Mitterrand si no ponía en libertad a dos de sus amigos recién detenidos por los gendarmes. El presidente francés, por su lado, continuaba su política de acercamiento al Medio Oriente, dando un paso importante al recibir en el Elíseo el 15 de julio, por primera vez, al número dos de la OLP, Farouk Kadoumi, así como al jefe del buró diplomatico palestino en París, Ibrahim Souss. El precio del recibimiento lo pagó, una semana más tarde, el adjunto de Souss, Fadl Dani, quien perecería al poner la llave de contacto a su vehículo
El clima de inseguridad que vivían los parisienses se acentuaba al extremo
La primera y clara consecuencia de este ambiente de inseguridad--al que se añadía incertidumbre económica por las dos devaluaciones y el bloqueo de precios y salarios--fue la baja de popularidad del gobierno, por primera vez por debajo del 50%. El Presidente Mitterrand recogía apenas el 41 por ciento y el primer ministro Pierre Maouroy, el 39. Francia se había convertido, con un año de socialismo, en la cuna del terrorismo internacional, aunque Gastón Defferre se obstinara en que esta violencia nada tenía que ver con la desatada por los grupos franceses. Sólo la matanza del día 9 de agosto en la rue des Rossiers, tocando de lleno al poderoso lobby judío que vive en Francia (650 mil personas), desencadenaría la tan esperada revisión de la estrategia gubernamental para con los extranjeros y los refugiados políticos.
En veinte años, el numero de extranjeros había doblado, sumando hoy 4.223.928 personas originarias de 123 países y que representan el 8% de la población total.
Los franceses, hartos ya de tanto extranjero y de tanta violencia (precio, en parte, de su colonialismo), han terminado por poner el grito en el cielo, por manifestarse ahora en la calle y exigir al gobierno seguridad (el propio Menahem Begin ha pedido que los judíos franceses establezcan por sí mismos comités de autodefensa).
Pero, como si el debate fuera de leyes y no de control, Gaston Defferre vuelve a pedir la revisión del derecho penal francés y un mejor fichero de identidad mientras que el ministro de Justicia, Robert Vadinter, le contradice pidiendo la total libertad de entrada y salida de los ciudadanos. En el Partido Socialista, el secretario general Marcel Debargué afirma que "no hay que confundir generosidad con laxismo" y la oposición repite que con Giscard y con el mismo derecho penal actual, esto no pasaba. -