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LA POLONESA DE WALESA

La victoria aplastante de Solidaridad en las elecciones podria ser de doble filo.

10 de julio de 1989

Los polacos estaban acostumbrados a las mayorías absolutas, pero a favor del Partido Comunista. En cambio, las elecciones del domingo anterior no solo pasaran a la historia por ser las primeras relativamente libres en más de 40 años, sino por la derrota aplastante del régimen, que muy bien podría romper cualquier récord. Pero la misma amplitud de la victoria hace que muchos líderes de Solidaridad, incluido Lech Walesa, teman que pueda resultar contraproducente para el proceso de apertura política del país.
Basta un vistazo para observar que el tren de las reformas polacas ha tomado una velocidad peligrosa. Solidaridad era, hasta hace un par de meses, un movimiento al margen de la ley y hoy, luego de barrer en las elecciones, se ha transformado en una fuerza política capaz de poner en jaque al gobierno comunista en el nuevo Parlamento. Esa situación despierta interrogantes sobre la forma como reaccionará el establecimiento comunista, poco acostumbrado a poner en peligro su control de las palancas del poder.
La situación actual se remonta al 5 de abril, cuando el gobierno del general Wojciech Jaruzelski reconoció tácitamente que no era posible gobernar a Polonia sin algún tipo de arreglo con Solidaridad, que a través de las huelgas había demostrado su capacidad de movilización. En esa fecha se acordo una reforma constituciónal segun la cual se realizarían unas elecciones relativamente abiertas para integrar la Cámara Baja y un nuevo Senado. Para la Cámara se dispuso que 299 escaños, o sea el 65%, sólo podrían ser ocupados por candidatos de la coalición gobernante mientras que los 100 miembros del Senado -organo con poder de veto sobre las decisiones legislativas de la Cámara -serían elegidos libremente. El acuerdo contemplaba, además, la elección de un presidente por simple mayoría de la sesión plenaria de ambas cámaras.
Ese arreglo resultaba perfecto para una transición gradual, tanto así que los slogans electorales de Solidaridad proclamaban que dentro de cuatro años los polacos tendrían unas elecciones realmente libres. Pero, por lo visto, los ciudadanos no estaban dispuestos a esperar tanto tiempo.
Eso se demuestra con las cifras. Los candidatos de Solidaridad ganaron 160 de los 161 asientos destinados para ellos en la Cámara Baja, y 92 de los 100 escaños del Senado. Ese resultado, aunque catástrofico para el gobierno, hubiera estado dentro de lo previsto si no se hubiera producido el voto negativo contra los candidatos "asegurados" del Partido Comunista, que se presentaron, según el acuerdo, sin contendores.El sistema de votación permitía que se emitieran votos negativos, al tachar los nombres de los candidatos en las listas. Eso llevo a que ningún candidato oficíal obtuviera siquiera el 50% de los votos necesarios para ser elegido, lo que obliga a una segunda ronda, circunscrita a esos escaños, a celebrarse el 18 de junio.
Aunque parezca paradójico, ese resultado no ha hecho demasiado felices a los líderes de Solidaridad. Durante meses habían llevado a cabo negociaciones complejas destinadas a lograr algún equilibrio político, pero los resultados produjeron, por su exceso, un desequilibrio pero hacia el otro lado. Los miembros del gobierno que habían mostrado buena disposición hacia el diálogo y la apertura, se vieron expuestos a la humillación de la derrota. Dentro de la lista de los candidatos oficíales "tachados" en los votos, estan figuras claves de la conversaciones, como el primer ministro, Mieczyslaw Rakowski. el ministro del Interior, Czeslaw Kiszczak; el ministro de Defensa, general Florían Siwicki, Wladislaw Baka -creador, como jefe del Banco Central, de las reformas económicas- y algunos miembros reformistas del Politburó.
Esa situación planteo la difícil cuestión de como cumplir los acuerdos y llevar de todas maneras a esos personajes al Parlamento, y más aún, puso en tela de juicio la permanencia misma de los rechazados en los puestos que ocupaban. Si los acuerdos de abril demostraron que Jaruzelski era consciente de que no podía manejar el país sin Solidaridad, los resultados electorales parecieron indicar que Solidaridad también es consciente de que sin el general es poco lo que puede hacer por Polonia. La demostración es que el mismo Walesa se gano los primeros abucheos de su vida cuando el domingo urgio a los votantes de un distrito a apoyar a un candidato comunista, y que después de las elecciones anunció que Solidaridad no usaría en ningún caso la mayoría parlamentaria para destituir al general Jaruzelski.
Pero el impasse planteado en Polonia tampoco se solucionaría con una coalición. El vocero del Partido Comunista, Jan Bisztyga, al reconocer la victoria de sus contendores, insinuó la posibilidad de que el sindicato se integrara al gobierno, tal vez con unas cuantas carteras en el gabinete. Esa oferta fue rechazada por los voceros sindicales, que afirman que no podrían compartir la responsabilidad de un régimen en el que no tendrían poder real. Los observadores estiman que mientras el presidente Jaruzelski y el Partido Comunista mantengan control absoluto sobre el aparato militar y de seguridad, la oposición no aceptará entrar al gobierno. Pero a última hora se anuncio que Solidaridad colaboraría con el gobierno desde afuera y sobre una base de "asunto por asunto", sin comprometerse en una responsabilidad compartida.
Entre tanto, Solidaridad se encuentra en el difícil trance de explicarle a su electorado que el proceso es largo y que el triunfo total no se lograra de la noche a la mañana. Bronislaw Geremek, uno de los asesores de Walesa, declaró en una entrevista que la derrota total de la llamada "Lista Naciónal" -la de los escaños "asegurados"- preocupaba a su movimiento, pues lo que había buscado era transferir el foco del poder, del todopoderoso Partido Comunista, al Parlamento elegido democraticamente. "Pero para eso necesitamos que se integre el Parlamento, pues ese poder sólo puede ejercerse con los representantes comunistas". Por eso resultaba muy diciente que el movimiento victorioso no hiciera ninguna manifestación de alegría ni celebrara ruidosamente la derrota del gobierno.
Los resultados de las elecciones polacas han dejado muchos más interrogantes que respuestas concretas. Para muchos, se trata de un paso trascendental que seguramente cambiará la historia del país. Pero también se preguntan cuál será el curso de los acontecimientos, teniendo en cuenta que en el seno del Partido Comunista quedan muchos elementos dispuestos a cualquier cosa para evitar que su partido pierda el poder efectivo. Otros se preguntan cual puede ser la reacción de la Unión Soviética, desde donde Mijail Gorbachov ha alentado las reformas sin haber confrontado realmente la posibilidad de una salida del comunismo del gobierno. Y hay quienes se preguntan por el futuro de Solidaridad, cuya naturaleza sindical no es necesariamente compatible con la de un partido político. Se preve una próxima división en el seno del movimiento, pues los estrategas que favorezcan las soluciones de mercado para la economía entrarán necesariamente en conflicto con el enfoque sindical, que se centra en la seguridad de los puestos de trabajo y en la elevación del nivel de vida de los afiliados.
Por lo visto, tras las elecciónes el proceso político polaco atraviesa aguas turbulentas. Lo único que parece demostrado es que el pueblo le salto adelante a sus dirigentes. Pero ese gran salto adelante podría terminar, según los analistas internacionales, en una gran caída.