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| Foto: SEMANA

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El Che: la figura gaucha que conquistó a Fidel

Desde que se conocieron en México, el Che Guevara fue para Fidel Castro el más diestro aliado de la revolución.

26 de noviembre de 2016

El joven argentino Ernesto Guevara supo de los planes de  Fidel Castro para derrocar la dictadura de Fulgencio Batista mucho antes de que el cerebro de la revolución cubana supiera de su existencia. Lo hizo en 1954, cuando Antonio ‘Ñico‘ López, uno de los asaltantes del cuartel Moncada, puso en sus manos una edición de ‘La historia me absolverá‘, obra en la que no solo se plasma el plan de Castro para liberar a su país, también era un manifiesto de su defensa en el juicio que enfrentó el líder rebelde para provocar una insurrección armada en su país.

Guevara, un joven estudiante de medicina, buscaba colaborar en la reforma agraria que pretendía impulsar el presidente guatemalteco Jacobo Arbenz, cuando un golpe militar aplastó esos anhelos en 1954, obligando a los reformistas a huir hacia otros lugares de la región. Así fue como el galeno terminó trasladándose a México, donde un año más tarde se unió a los hermanos Castro y al grupo que que más tarde pondría fin a la dictadura batistiana.

La coincidencia en la presencia de Guevara y Fidel en México en esa época obedecía a que el líder isleño se había exiliado en ese país, luego de haber permanecido dos años preso en Pinar del Río (Cuba) por haber liderado una insurrección armada que inició como la toma del Cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. Castro, el detenido líder de los insurrectos, decidió ejercer su defensa técnica por sí mismo. La dejó consignada en un documento que terminó con una frase que más tarde se convirtió en el título de su alegato: La historia me absolverá. Aunque fue condenado a 15 años de cárcel, él y los demás ‘moncadistas‘ fueron amnistiados, lo que condujo a Castro a México.

Ya Ñico López y Raúl Castro, hermano de Fidel, habían entrado en contacto con Guevara antes del histórico encuentro entre el cerebro de la revolución cubana y el guerrillero más famoso de la historia. El 8 de julio de 1955 -en Ciudad de México- se produjo ese encuentro que cambiaría la historia para los cubanos e impulsaría muchos cambios políticos en el continente. Tuvo lugar en el apartamento de María Antonia González, la hermana de un hombre que fue torturado y asesinado durante la dictadura batistiana.

La sensibilidad de Guevara con la situación de los pobres de Latinoamérica y su firme convicción de frenar el intervencionismo de los Estados Unidos en la región cayeron bien en Fidel Castro. Desde entonces, el argentino, ya rebautizado con su nombre mundialmente conocido del ‘Che‘, se comprometió a entregarse en cuerpo y alma a la revolución cubana, siempre que en el futuro no se le impidiera repetir esa tarea en su propio país. Así se selló el histórico pacto.

Desde entonces, se hizo evidente el liderazgo del médico argentino. Se convirtió en el alumno más aventajado de los hombres que fueron entrenados en México por Alberto Bayo, un veterano de la guerra civil española, que defendió las banderas republicanas contra el Ejército nacionalista de Francisco Franco. El arrojo del médico argentino lo convirtió en un ejemplo para los demás revolucionarios y en un aliado más que virtuoso para el 26 de Julio, que fue el nombre con el que Fidel Castro bautizó a al grupo de rebeldes bajo su mando.

El Che Guevara y Fidel Castro fueron dos de los 82 expedicionarios que abordaron el Granma. El pequeño yate que partió de Santiago de Peña (México) en la madrugada del 25 de noviembre de 1956. Tras navegar por las aguas del río Tuxpan, la embarcación emprendió una una accidentada travesía por el mar Caribe, que terminó el 2 de diciembre.

El barco encalló en Los Cayuelos, a dos kilómetros de su destino en Islas Coloradas. Aunque el Che fue herido horas más tarde y los revolucionarios creyeron haber perdido a su comandante Fidel Castro. El revés con el que los rebeldes iniciaron su travesía en Alegría del Pío sería el preludio de una historia fascinante.

El asma de la que padeció el Che desde su infancia, paradójicamente, fue un inagotable tanque de oxígeno. La valentía del guerrillero argentino, su disciplina infranqueable y su carisma lo convirtieron en la mano derecha de Fidel. Guevara comandó la primera columna independiente de la guerrilla, desde la Sierra Maestra. La capacidad estratégica del gaucho, pero sobre todo su valentía, hicieron que Fidel Castro lo ascendiera al grado de capitán y, finalmente, a su inmortal figura de comandante Guevara.

El Che se convirtió en uno de los personajes más visibles y emblemáticos del 26 de Julio. Tras el triunfo de la revolución, el 1 de enero de 1959, su carisma y liderazgo lo llevaron a emprender importantes tareas para el gobierno revolucionario. Fue tal la confianza que depositó Fidel Castro en él, que le encomendó buena parte del diseño de la economía y la industria. Primero lo hizo como director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), desde donde se gestaron los cambios en la propiedad privada en la isla.

El argentino también fue nombrado presidente del Banco Nacional de Cuba y más adelante fue ministro de Industria. Pero al tiempo que cumplía estos compromisos desde la gestión administrativa y la actividad política, Guevara seguía ejerciendo labores militares, como jefe de la Fortaleza de San Carlos de La Cabaña. Y aunque los cubanos le reconocieron siempre su condición de humanista, también quedan en la memoria los juicios sumarios que encabezó como comandante militar. Muchos de ellos, por desgracia, terminaron con fusilamientos.

El Che fue todo un fenómeno para los cubanos, así fracasara en su intento por consolidar una estrategia de producción agrícola sólida y poco pudiera hacer para evitar el desahucio de la economía isleña. Hasta le dieron la nacionalidad por nacimiento, como un gesto destinado a agradecer su enorme sacrificio por un país que no era el suyo.

Pero a pesar de que ocupaba tan trascendente papel dentro de la sociedad cubana, el Che nunca quiso renunciar a su condición de revolucionario. Así lo entendió también su mentor y amigo, Fidel Castro, quien lo apoyó cuando este decidió emprender una nueva gesta reivindicativa en África.

El Che creyó que la experiencia de la Sierra Maestra sería el mejor respaldo para apoyar las guerras de liberación nacional que habían emprendido varias guerrillas en el continente negro. Esa convicción lo lleva a El Congo en 1964, cuando revolucionarios de ese lugar intentaban desterrar del territorio a sus invasores belgas. Como pocas veces había ocurrido desde su incursión en la Sierra Maestra, la prensa mundial y la opinión empezaron a perderle la pista.

Como pocos sabían a ciencia cierta cuál era su paradero, se empezaron a tejer 1.000 y una versiones sobre su muerte en el campo de batalla. Ahí se conocieron los primeros rumores sobre el supuesto rompimiento de las relaciones entre Fidel y el Che, que nunca fueron confirmados. En noviembre de 1965 Guevara termina su expedición sin éxito y vuelve a empeñarse en tratar exportar la revolución armada, esta vez en Suramérica.

Tras algunos viajes clandestinos que lo llevaron primero a Checoslovaquia y lo condujeron por una última vez a Cuba, el gaucho emprendió la “liberación” de los pueblos de América. Con el apoyo de Fidel, trató de consolidar un movimiento guerrillero en su país natal. Las frustraciones y descontentos que sufrió durante sus primeras aventuras en el sur del continente lo llevan a su destino final en Bolivia, en noviembre de 1966.

Tras casi un año de infructuosas escaramuzas contra el Ejército, el 9 de octubre de 1967 se conoce la noticia que conmovió a Fidel Castro, a los cubanos y al mundo entero. El guerrillero que cautivó a millones de idealistas en el mundo fue fusilado por militares bolivianos, que lo habían capturado el día anterior en la quebrada del Chulo, en la población de La Higuera.

La fotografía del Che en la escuela municipal, como evocando el símbolo más icónico del cristianismo, lo convirtieron en San Ernesto de La Higuera, el santo al que los campesinos de la zona le rezan desde ese día.

Al menos en la vida terrenal, así termina la relación de Fidel Castro y el mundo con el guerrillero más famoso y querido, pero también más perseguido y temido de la historia. Para muchos, el carisma de este último opacó el liderazgo de Castro, lo que dio lugar a las ya legendarias especulaciones sobre el supuesto interés de Fidel en alejar al Che de Cuba.

Y aunque se diga también que las posiciones críticas del gaucho sobre el comunismo soviético obligaron al comandante en jefe del 26 de Julio a marginar a su subalterno más valioso, lo cierto es que -en vida- Fidel no tuvo para él más que palabras de gratitud y admiración, como lo dejó ver cuando le reveló al pueblo cubano el contenido de la carta de despedida que redactó Ernesto Guevara en 1965.