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LA REVANCHA DE GORBACHEV

La más inesperada y paradójica consecuencia del accidente nuclear es que la URSS recupera la ventaja

16 de junio de 1986

A diferencia de lo que suele suceder habitualmente con los sacudones de la información internacional, que son sepultados de inmediato por la noticia del día siguiente, el desastre nuclear de Chernobyl sigue ocupando la atención mundial a tres semanas de ocurrido. El más reciente coletazo ha sido la aparición insólita del líder soviético Mijail Gorbachev en las pantallas de televisión de su país para hacer, en directo, una intervención de inaudito tono autocrítico sobre lo sucedido.
Gorbachev dio nuevos datos sobre la catástrofe: nueve muertos (no dos, como se había dicho en un principio) y 299 afectados en diverso grado por las emanaciones radiactivas. Calificó la situación de "excepcional y peligrosa". Y aunque no desdeñó la ocasión de fustigar la "operación de propaganda antisoviética" emprendida por los occidentales con motivo del accidente del reactor atómico, aprovechó también para hacer un par de propuestas sorpresivas. Anunció que la URSS prolongará hasta el 6 de agosto su moratoria unilateral en los experimentos con bombas termonucleares (moratoria que la administración Reagan ha rechazado hasta ahora), y reiteró su oferta de reunirse con el Presidente norteamericano de inmediato en el lugar de Europa que éste escoja. (Reagan prefiere que la nueva cumbre se celebre el año que viene, y en territorio norteamericano). Para subrayar el dramatismo de su propuesta, Gorbachev sugirió que la reunión se hiciera en Hiroshima, la ciudad japonesa destruida por una bomba atómica en 1945.
Otra inesperada consecuencia del desastre ha sido el súbito cambio de actitud de la prensa soviética. A los primeros días de hermetismo absoluto, que correspondían a su rutina tradicional, siguió una apertura sin precedentes, caracterizada no sólo por una inhabitual proliferación de informaciones de detalle sino, sobre todo, por un tono autocrítico que en un artículo de Pravda del 13 de mayo rayó en lo apocalíptico. Bajo el título "La batalla continúa", Pravda empezaba así: "Esta es la agonía de nuestra patria. Tardará mucho tiempo en sanar esta herida... ". Y, en cambio, del lado occidental se descubrían sorprendentes silencios: así, la prensa francesa denunció indignada el de su gobierno sobre los verdaderos niveles de radiactividad que se habían llegado a registrar en Francia durante la emergencia. Pierre Pélérin, director del Servicio de Protección Radiactiva, se vio obligado a reconocer finalmente que, en contradicción con lo afirmado por el gobierno en los primeros días, el aumento de la radiación en amplias zonas de Francia había sido de más de cuatrocientas veces. Entre tanto, algo parecido sucedía en los Estados Unidos, donde la prensa dio cuenta de dos accidentes de reactores atómicos --aunque sin víctimas-- que hasta la fecha habían sido mantenidos secretos por las autoridades: uno en Nueva Jersey en 1983, y otro en Ohio en junio del año pasado.
Con todo esto, la discusión sobre las conveniencias y peligros de la utilización de la energía nuclear para fines pacíficos, que en los últimos años se había limitado a los sectores marginales del ecologísmo militante (Greenpeace, "verdes" alemanes, etc.), volvió al centro de la actualidad en Europa y los Estados Unidos. En Alemania, Italia, Francia, Grecia, España, se realizaron grandes manifestaciones antinucleares. En Francia, donde el 68% de la energía eléctrica tiene origen nuclear, la discusión vuelve a poner en juego todo el futuro del sector. Y en los Estados Unidos hasta la prensa más conservadora discute sobre la prudencia de instalar reactores nucleares en zonas densamente pobladas, como es el estado de Nueva York.
Ese nuevo ambiente, paradójicamente, le devuelve a la Unión Soviética parte de la iniciativa que había perdido precisamente a causa del accidente nuclear de Chernobyl y de su silencio subsiguiente. La intervención televisada de Gorbachev, con su tono autocrítico y sus propuestas de moratoria y control nuclear, contrasta favorablemente con la arrogancia mostrada en esos temas por el gobierno de Reagan desde hace dos años. Con su negativa a adelantar la conferencia cumbre, su insistencia en continuar los ensayos atómicos en la atmósfera, su costosa decisión de llevar adelante el programa de "Guerra de las Galaxias" y, finalmente, su anuncio de que piensa dejar de respetar los acuerdos SALT de Helsinki sobre control y limitación de armamentos nucleares estratégicos. Al volver a quedar sobre el tapete de manera ineludible el tema nuclear, por un tiempo relegado a la penumbra por las guerras regionales y limitadas, son los Estados Unidos los que se ven obligados a dar una respuesta a la opinión mundial. Es demasiado pronto para calcular las consecuencias a mediano plazo: pero por el momento Gorbachev ha tomado inesperadamente la ventaja.--