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El presidente electo de Chile, Sebastián Piñera, tiene acciones en la aerolínea Lan, el Canal Chilevisión y el equipo de fútbol Colo Colo. En campaña prometió dejar los negocios antes de asumir el poder el 1 de marzo

LATINOAMÉRICA

La revancha de los empresarios

En varios países de la región despunta una nueva derecha liderada por hombres de negocios con aspiraciones políticas.

30 de enero de 2010

Desde el momento en que fue elegido presidente de Chile, el 17 de enero, Sebastián Piñera se ha hecho todavía más rico. Aunque prometió dejar los negocios antes de asumir su nuevo cargo, su fortuna, calculada en más de 1.000 millones de dólares no ha parado de crecer. La sociedad a través de la cual Piñera controla el 19 por ciento de la aerolínea LAN, ha acumulado grandes ganancias en la Bolsa de Santiago, lo que ha alimentado las suspicacias sobre los conflictos de intereses que lo van a acechar. Piñera planea deshacerse de esas acciones el próximo 5 de febrero, pero varios senadores de la Concertación, que pasará a ser oposición, no tardaron en plantearle que donara esas ganancias.

Ese es uno de los efectos de una mezcla tan directa de negocios y política. LAN es apenas una de las empresas en las que Piñera tiene algún tipo de participación. Graduado de Harvard, introdujo el negocio de las tarjetas de crédito en Chile y ayudó a financiar de su propio bolsillo la campaña por el 'No' que sacó del poder al dictador Augusto Pinochet en 1989. Actualmente, entre otros, es dueño del canal Chilevisión, que también prometió ceder antes de asumir, y del equipo de fútbol Colo Colo. Muchos le critican que haya esperado hasta ahora para renunciar a la empresa privada. Otros exaltan su perfil emprendedor.

Pero Piñera no es un caso aislado. Es llamativo que mientras el presidente venezolano Hugo Chávez expropia cadenas de supermercados, en otros países como México, Panamá y Argentina despunta una nueva derecha encabezada por empresarios que tienen aspiraciones. "Nada es tan típico del subdesarrollo como la satanización del empresario, considerándolo un explotador, corruptor y enemigo de los pobres -escribió en El País de Madrid el peruano Mario Vargas Llosa, simpatizante de Piñera-. Un indicio de lo avanzado que está Chile sobre el resto del continente es que los electores chilenos parecen haber comprendido que un empresario privado, si tiene éxito en buena ley, es decir, en un régimen de legalidad y libre competencia -no gracias a tráficos mercantilistas ni privilegios monopólicos- es fuente de creación de empleo y de riqueza y que sus éxitos revierten sobre el conjunto de la sociedad".

Los empresarios siempre han tenido influencia política en Latinoamérica, aunque la mayoría de las veces tras bambalinas. La reciente crisis de Honduras es un buen ejemplo. Allí, Manuel Zelaya era un terrateniente cercano a las elites económicas y políticas, pero ya en la Presidencia decidió dar una voltereta y acercarse al círculo chavista. Eso le costó perder el apoyo de los sectores que lo consideraron un traidor, incluidos los empresarios, y acabó derrocado. En otros países, los gremios son poderosos actores políticos. Sin embargo, dar el salto de hombre de negocios a presidente no es tan sencillo. El ecuatoriano Álvaro Noboa, a pesar de ser la persona más rica del país, fracasó en cuatro intentos.

El que sí logró una resonante victoria fue Vicente Fox, quien acabó con el monopolio político que el Partido Revolucionario Institucional (PRI) había ejercido por más de 70 años en México. Antes de ganar las elecciones de 2000, Fox fue un exitoso gerente de Coca-Cola, y su Partido de Acción Nacional (PAN), al que también pertenece el actual presidente, Felipe Calderón, es muy cercano a la derecha empresarial.

Pero a pesar de los antecedentes, el auge actual es inédito. "El péndulo político está siendo favorable para los empresarios en la medida en que hay una reacción frente a los excesos del populismo. Además de historias de éxito como la del mismo Piñera, o grupos económicos con el poder para financiar campañas", explica César Rodríguez, coautor de La Nueva Izquierda en América Latina.

Giro a la derecha
Piñera se sumó al presidente panameño, Ricardo Martinelli. El dueño de Supermercados99, la mayor cadena del país, comenzó en la política en 1999, cuando la entonces presidenta, Mireya Moscoso, lo buscó para asumir el control del Canal de Panamá que los estadounidenses iban a devolver. Martinelli fue ministro del Canal y presidente de la junta directiva. Después, en las presidenciales de 2004, logró sólo el 5 por ciento de los votos. Desde ese día comenzó a invertir en la nueva campaña. Panamá disfrutaba de una bonanza económica, pero la seguridad se había deteriorado y Martinelli la convirtió en su bandera. En mayo del año pasado ganó de manera aplastante la carrera presidencial más costosa en la historia del país. Además de los supermercados, Martinelli también tiene intereses en negocios como una central azucarera, una fábrica de plásticos y Direct TV.

En Argentina, Mauricio Macri, el opositor jefe de gobierno (alcalde) de Buenos Aires, aspira a seguirle los pasos en las presidenciales de 2011. Hijo de un reconocido empresario, Macri fue presidente durante 12 años del Boca Juniors, el club de fútbol más popular del país, lo que ayudó a su victoria de 2007 en las elecciones porteñas. Víctima en carne propia del secuestro, encontró en el tema de la seguridad un filón electoral. Su alcaldía no ha sido precisamente brillante, por lo que culpa a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner de haber obstaculizado su gestión. Es amigo personal de Piñera y fue uno de los primeros en llamar a felicitarlo. Por sus vínculos con el fútbol y sus antecedentes empresariales, a ambos los han asemejado con el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, una comparación que ambos esquivan con humor.

En la oposición argentina también está Francisco de Narváez, el empresario que derrotó a los Kirchner en las elecciones legislativas de junio pasado, gracias a una millonaria campaña que reconoce haber pagado de su bolsillo. Algunos analistas calculan en más de un millón de dólares la cifra que gastó en vallas y anuncios de televisión. Su gran obstáculo es que, al haber nacido en Colombia, la Constitución le prohíbe aspirar a la Presidencia.

Aunque las diferencias de país a país son grandes, los empresarios-candidatos comparten algunas características: defienden el pragmatismo del mundo de los negocios como una virtud política y asemejan el estado a una empresa; combinan liberalismo económico con conservatismo social, son favorables a la mano dura en temas de seguridad y ejercen una defensa fuerte del derecho de propiedad y de libre mercado.

El fenómeno, más allá de lo anecdótico, presenta desafíos. "Los grandes empresarios son viables políticamente porque pueden comprar una organización, montar su propia maquinaria y autofinanciarla", dijo a SEMANA Kevin Casas-Zamora, ex vicepresidente de Costa Rica e investigador de The Brookings Institution. En su opinión, la fragilidad de los partidos permite que irrumpan con un discurso antipolítica que en muchas ocasiones raya en el populismo de derecha.

Además de los conflictos de intereses con sus propias compañías, es muy probable que favorezcan al sector empresarial en general, lo que puede ir en detrimento de otros grupos de interés que también aspiran a tener influencia, desde sindicatos hasta organizaciones sociales. Y su relación con la prensa puede ser polémica, bien sea porque poseen medios o porque sus empresas les dan una capacidad de coacción que no tienen los gobernantes tradicionales.

Toda la política es local, como reza una famosa frase. Pero el éxito de un empresario-presidente puede impactar en otros países. Por algo en Argentina ya acuñaron el término del 'efecto Piñera'. n