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La "silbastroika"

Los abucheos a Gorbachov en la celebración del 1° de mayo revelan la dimensión del descontento en la URSS.

4 de junio de 1990

Una de las ocasiones más solemnes en la vieja Unión Soviética era la celebración del 1° de mayo, día de los trabajadores. Año tras año, los actos consistían en un desfile de grupos obreros cuidadosamente orquestado para efectos propagandísticos. Pero por lo que se vio la semana pasada en la Plaza Roja de Moscú, el tradicional desfile es cosa pasada.
Luego de 40 minutos de discurso que abogaban por una mayor apertura económica y por reformas dentro de la línea preconizada por el presidente Mijail Gorbachov, los grupos de radicales se tomaron el desfile. Según todos los recuentos se trato de una muchedumbre de decenas de miles de personas que lejos de expresar sus viejas consignas de corte marxista-leninista, la emprendieron con cantos y consignas escritas en pancartas contra la dirigencia actual del Kremlin y contra la persona del propio dirigente máximo. "Los Ceausescus del Politburó deberían dejar sus poltronas y entrar en la cárcel" decía uno, mientras otros protestaban contra el trato dado a Lituania con leyendas como "¡Lituania libre! Que la vergüenza caiga sobre el presidente imperialista". La escena ya se había vuelto familiar para otros sectores de Moscú, pero en plena Plaza Roja resultaba demasiado. Las columnas incluían hare-khrishnas anarcosindicalistas, socialdemócratas y antistalinistas, con un monje ortodoxo al frente que cargaba una cruz de tamaño natural mientras gritaba "¡Mijail Sergueyevich, Cristo ha regresado!".
La decisión de abrir el desfile a las multitudes fue tomada recientemente por las autoridades de Moscú, que resolvieron eliminar el antiguo sistema de escoger cuidadosamente a los participantes. Yuri Prokofiev, el líder del partido comunista de la capital anunció la semana anterior que la participación sería abierta para que reflejara con precisión la diversidad de opiniones imperante hoy en la URSS. Pero Prokofiev había advertido que no se permitirían mensajes " anticonstitucionales".
Sin embargo, la demostración se salió del control sólo 40 minutos después de su inicio. Tras los consabidos discursos de dirigentes sindicales, que pedían mayor apertura y economía de mercados (todo dentro de la línea de Gorbachov), los radicales se tomaron el desfile. A medida que subía el tono de los cánticos y las pancartas, se hacía evidente que los personajes del estrado no sabían cómo reaccionar. Allí, como expresión del nuevo orden que impera en la política de la capital soviética, estaba al lado de Gorbachov, el nuevo presidente del consejo de Moscú, Gavriil Popov, un economista que aboga por la eliminación del comunismo.
Lo cierto es que el presidente Gorbachov resolvió, tras algunos minutos de duda, retirarse del lugar antes de la terminación del acto. Los rostros sombríos de sus acompañantes, incluídos los radicales, subrayaban la significación del momento. La televisión, que anteriormente daba gran cubrimiento al evento, cortó de improviso su transmisión, y en su informe nocturno mencionó solamente que "algunas gentes dañaron el ambiente festivo de la ocasión", mientras la agencia TASS, en un despacho inusualmente breve, anunció que "algunos lemas eran extremistas y clamaban por la confrontación directa contra las autoridades constitucionales".
La demostración del 1° de mayo, junto con la posición de Letonia, a punto de seguir el camino de Lituania, es indudable que el camino de Gorbachov parece cada vez más empedrado. Todos los indicios señalan que ya no se trata de las protestas orquestadas desde el Kremlin para apoyar las cautas medidas reformistas del creador de la perestroika. Podría tratarse, pura y simplemente, del despertar de una gran bestia dormida que yace en el subconsciente colectivo del país más grande del planeta.-


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