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LA SOLEDAD DEL DEUDOR MOROSO

La banca internacional empieza a cortarle los créditos al gobierno de Alan García.

22 de septiembre de 1986

Al tomar posesión hace poco más de un año, el presidente del Perú Alan García anunció que su gobierno no dedicaría al pago de la deuda externa más del 10% del valor total de las exportaciones del país. La deuda peruana, que suma unos catorce mil millones de dólares, exige pagos anuales por dos mil millones: cerca del 60% del valor de las exportaciones, que este año sumaron 3.200 millones. En tales circunstancias, lo que acaba de sucederle al Perú de García era previsible: el Fondo Monetario Internacional, aplicando las reglas previstas en sus estatutos para los deudores morosos, declaró al Perú "inelegible" para nuevos créditos, porque de los 185 millones de dólares que debía pagar el país este año en intereses de su deuda con el FMI (un total de 703 millones), sólo había pagado 35. Tras el FMI vino el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que suspendió el desembolso de otros 533 millones al Perú. Y tras ellos vendrá la banca privada (en total, 280 bancos). Con lo cual el Perú quedará aislado del sistema financiero internacional.
Alan García lo ha explicado como un paso adelante en la independencia nacional. En repetidos discursos -ante los sindicatos, por la televisión, frente a una muchedumbre reunida en la Plaza de Armas de Lima al pie del balcón del Palacio Presidencial- ha afirmado que "el Perú no puede renunciar a su soberanía económica haciendo que en lugar del gobierno elegido lo gobiernen las cartas de intención del FMI". Estas, dice García, son la expresión de "una teoría impuesta desde afuera que significó la descapitalización del país, la devaluación permanente de nuestra moneda y el aumento de la inflación". Y concluye: "Si el Perú es pobre, es porque el imperialismo lo llevó a una economía de dependencia y de miseria".
Todo eso es sin duda cierto, y el Perú puede señalar con el dedo diversos imperialismos sucesivos: desde el español, que se llevó el oro y la plata, hasta el norteamericano que se lleva el petróleo y el cobre, pasando por el inglés, que se llevó el guano. Y en lo que se refiere al FMI propiamente dicho, también tiene razón Alan García cuando dice que sus créditos "han sido siempre utilizados para pagar créditos anteriores. Ha sido un carrusel y un reciclaje de deudas viejas con intereses cada vez más altos". Lo que es nuevo es el tono. No es habitual que un gobernante latinoamericano denuncie por su nombre al "imperialismo", y menos aún que pase a los hechos: es decir, que suspenda el pago de la deuda. García no llega hasta allá, sin embargo. "Vamos a pagar, -insiste- pero de acuerdo a nuestras condiciones". Son esas condiciones mismas las que acabarán llevándolo al no pago definitivo, puesto que el tope señalado -10% de las exportaciones- desciende sin cesar. Este año, por ejemplo, y a causa de la caída de los precios del petróleo y el cobre, principales productos de exportación del Perú, los ingresos de éste disminuirán en 500 millones de dólares. Así que, si ahora el Perú pagó en total 350 millones de intereses de su deuda (30 millones por encima del tope), el año que viene no pagará sino 250. Y cada año que pase pagará menos, a causa del deterioro progresivo de "los términos del intercambio" que abruman las balanzas comerciales de los países del Tercer Mundo, al tiempo que cada año los intereses de su deuda (aún sin contraer nuevos créditos) subirán más.
Este proceso no sólo es cierto para el Perú, sino para toda América Latina y para el Tercer Mundo en su conjunto, claro está. Es lo que, desde que hace cuatro años estalló la "crisis de la deuda externa" con las primeras demoras de México en sus pagos, ha venido discutiéndose sin cesar tanto en los foros de los países ricos y acreedores como en los de los países pobres y deudores. En los primeros se ha llegado a la conclusión de que hay que cobrar. En los segundos, a la de que no se puede pagar. "La deuda es impagable", repetían en la reunión de La Habana, hace un año, representantes de todas las naciones de América Latina y el Caribe. Pero hasta ahora el Perú es el único que pasa a la práctica, y lo hace solo: sin contar con la solidaridad de nadie. Porque aunque Alan García diga confiado que "el Perú ha elegido su camino latinoamericano", la verdad es que ninguno de sus vecinos del continente ha expresado hasta ahora la intención de seguirlo él también.
Las cosas se le complican aún más al presidente peruano por el hecho de que dentro de su propio país tampoco la solidaridad ha sido especialmente vistosa. Su partido, el APRA, ha organizado manifestaciones de apoyo, y los sindicatos le han brindado su respaldo. Pero la prensa -tanto de izquierda como de derecha- se ha mostrado bastante tímida hasta ahora, y en los sectores del capitalismo local tradicionalmente dependientes de las líneas de crédito internacionales la agitación no tardará en comenzar en serio, cuando el gobierno, por preservar al máximo sus reservas internacionales (actualmente de unos 1.500 millones de dólares), empiece a pisar callos. Porque es muy posible que Alan García tenga toda la razón. Pero es muy poco probable que le hagan caso.