Home

Mundo

Artículo

irak

La sombra de Irán

La creación de un partido único chiíta le asegura la victoria en las elecciones en Irak. Este es el peor escenario para Estados Unidos: una república islámica de influencia iraní.

12 de diciembre de 2004

Cuando el presidente norteamericano George W. Bush decidió invadir Irán, lo hizo con tres objetivos declarados: derrocar a Saddam Hussein, eliminar de paso el peligro de las armas de destrucción masiva y convertir a Irak en la democracia modelo del mundo musulmán. El primero quedó cumplido y el segundo era un peligro que nunca existió. El tercero está por verse en las elecciones previstas para enero. Pero si las cosas siguen como van, el plan no saldrá como esperaban en Washington.

Primero están las dificultades para efectuar elecciones en un país atravesado por la guerra y el terrorismo. Pero aun en condiciones ideales, sigue existiendo un riesgo que advertían los expertos antes de la invasión.

Se trata de la posibilidad de que Irak se convierta en una república islámica influenciada por el peor enemigo de Estados Unidos, el Irán de la revolución islámica.

Los diferentes grupos chiítas de Irak crearon la semana pasada el partido Alianza para la Unidad de Irak, que se presentará con una sola lista a las elecciones del 30 de enero, lo que les permitiría alcanzar la mayoría de los 275 escaños del Parlamento.

Eso quiere decir que el poder volverá a manos de los chiítas, que son el 60 por ciento de la población de 25 millones de habitantes, después de 85 años de dominio (y opresión) de los sunitas.

Este escenario no es una sorpresa. Los chiítas llevan varios meses adoctrinando a los fieles para que asistan a las urnas. "Las elecciones son una obligación nacional y religiosa", dicen los volantes que han repartido en todas las mezquitas del país. Sin embargo, el anuncio de la creación de un partido único -en el que también hay facciones kurdas y una sunita- hizo que se encendieran las alertas.

Los primeros en reaccionar fueron los sunitas. Su principal grupo, el Partido Islámico Iraquí, pidió el aplazamiento de las elecciones al argumentar, entre otras razones, que la ola de sangre que se vive en Irak no permitirá que estas sean legítimas, y que los enfrentamientos de Faluya y el resto del triángulo sunita les habían impedido poner en orden el partido. Pero la petición fue negada en Washington la semana pasada por el presidente interino, Ghazi al-Yawer -también sunita-, que advirtió que aplazar los comicios de enero sólo serviría para agudizar más los enfrentamientos.

Pero las voces de alerta han llegado al extremo alarmante de pronosticar una guerra civil si se niega a posponerlas. Este anuncio podría ser considerado una pataleta de perdedor si no existiera el precedente de que los enfrentamientos más violentos que se han dado en Irak han sido en las zonas de influencia sunita. Así que el escenario de una posible guerra civil no quedaría descartada en un futuro cercano.

Luego de los sunitas vinieron los reclamos de algunos países vecinos de Irak, como Jordania, que no quieren que los chiítas tengan una mayor influencia en Oriente Medio. Al fin y al cabo, esta rama del Islam no sólo es liderada por los clérigos iraníes, sino que proclama el Estado teocrático. "Si Irak se convierte en una república islámica, habríamos abierto nuestro territorio a nuevos problemas que no se limitarían sólo a las fronteras de Irak. Estoy mirando la situación desde la más pesimista de las perspectivas, pero los estrategas alrededor del mundo tienen que contemplar esta posibilidad", dijo el rey Abdalá de Jordania durante su visita a Estados Unidos, donde denunció que Irán trata de influenciar las elecciones iraquíes y que "más de un millón de iraníes habrían pasado las fronteras para votar en Irak".

A Irán huyeron cientos de miles de iraquíes chiítas, entre ellos los líderes religiosos, durante el régimen de Hussein, los cuales regresaron a su país después de que Irak fue invadido por los estadounidenses. El regreso del ayatolah Ali Sistani a Najaf -considerado el Vaticano de los chiitas- ha sido uno de los eventos más importantes que se han dado en Irak después de la caída del régimen baathista de Hussein.

Sistani, iraní de nacimiento, es considerado un ayatolah moderado que se ha responsabilizado de unir a los chiítas en Irak. Este líder religioso se ha dedicado los últimos meses a negociar con las facciones chiítas, hasta el punto que ha logrado incluir en su coalición a líderes rebeldes como el clérigo Moqtada al Sadr, que hasta hace pocos meses lideraba una rebelión armada contra los norteamericanos. "La campaña chiíta ha sido tan intensa que los iraquíes sólo han oído de las elecciones por Sistani", escribió Anthony Shaid, corresponsal del Washington Post en Irak.

Sin embargo, no todos los analistas están de acuerdo con el peligro que representaría una victoria de los chiítas. Michael Izady, experto en Irak y profesor de la

Pace University de Nueva York, argumentó a SEMANA que "el mejor escenario para Estados Unidos es que Najaf vuelva a convertirse en el lugar con más poder dentro del mundo chiíta. De esta manera se le quitará el dominio al régimen iraní, que ha tratado de quitarle poder a Sistani en Irak porque están temerosos de él. Estados Unidos debe apoyar el auge de los clérigos chiítas como contraposición a los iraníes".

Pero aun si Washington no considerara a Sistani su gran enemigo, sí le preocupa que Irán interfiera en las elecciones. El gobierno de Bush acusó al de Teherán de inmiscuirse en Irak al enviar una gran cantidad de dinero e infiltrar combatientes. Estas acusaciones han sido negadas por el gobierno iraní a través del portavoz del Ministerio de Exteriores, Hamed Reza Asefi. "Los iraquíes han probado que no aceptarán una dominación extranjera".

"Una mayoría chiíta querrá una constitución que le dé gran influencia a la Sharia (ley islámica). El resultado final, si logran alcanzar un resultado estable, es posible que se parezca a una teocracia chiíta, con mayor autonomía para que los kurdos y poco poder para los sunitas. También pedirán que las tropas norteamericanas se retiren ", dijo a SEMANA Bill Ayres, director del programa de relaciones internacionales de la Universidad de Indianápolis. "La única manera de disminuir la influencia de Irán en Irak sería que el gobierno estadounidense escogiera el nuevo gobierno o que tratara de dirigir las elecciones, posibilidades improbables en estas circunstancias". Eso no sería raro, dados los antecedentes de intervención de Estados Unidos en elecciones ajenas. Pero ciertamente no sería la mejor manera de plantar las semillas de la democracia en Oriente Medio.