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Itcho Ito, alcalde de Nagasaki, fue asesinado por la Yakuza. Sus miembros acostumbran tatuarse con insignias de su organización presidente le dijo al ministro que había un rumor sobre una grabación que iba a ser publicada

JAPÓN

La vergüenza nipona

La famosa Yakuza ha vuelto a escandalizar con sus sangrientos golpes. ¿Cómo opera la intrigante mafia japonesa?

5 de mayo de 2007

La opinión pública japonesa se vio sacudida recientemente por la noticia del asesinato de Itcho Ito, alcalde de Nagasaki, que se encontraba en plena campaña electoral y se preparaba para una votación en la que era el favorito para ser reelegido para su cuarto período consecutivo como regente de esta ciudad. El crimen recordó que la prosperidad del país asiático se ve empañada por una temible e intrigante mafia que se conoce mundialmente como Yakuza. ¿Qué es y cómo opera?

Ito, un reconocido activista que propugnó por la abolición de las armas nucleares, obtuvo reconocimiento internacional por sus campañas en contra de la guerra y la carrera armamentista. Su fama se multiplicó por tratarse del alcalde de una ciudad tristemente célebre por haber sido víctima en 1945, junto a Hiroshima, del ataque atómico que terminó la Segunda Guerra Mundial. El recientemente asesinado mandatario, de 61 años de edad, nació tan solo un par de semanas después de esa funesta jornada en la que el Ejército estadounidense le mostró al mundo la capacidad destructora del poder nuclear.

La motivación del crimen no estuvo clara hasta cuando se reveló que el confeso autor del crimen, Tetsuya Shiroo, capturado inmediatamente, pertenece a una importante banda mafiosa, la Yamaguchi-gumi, principal grupo dentro de la muy poderosa Yakuza. Se especula ahora con las motivaciones para eliminar a esta figura pacifista: una hipótesis señala que podría estar siendo acosado por no aceptar sobornos de la industria de la construcción.

Unos días después del asesinato de Ito, otro episodio relacionado con la Yakuza captó la atención del país entero. En la ciudad de Sagamihara, Yuji Takeshita, miembro de otra de las redes de la organización, se atrincheró en su residencia ante el asedio de la Policía, después de asesinar a otro mafioso. Esta jornada dramática terminó cuando el pistolero cercado optó por el suicidio por petición del jefe de su clan, contactado por la propia Policía.

La Yakuza tiene profundos enlaces con la ultraderecha nipona, que reniega del pacifismo japonés que impide un ascenso armamentista que corresponda con su liderazgo económico. Este conglomerado delictivo maneja tras bambalinas multimillonarios negocios que se confunden entre la legalidad y la ilegalidad, con una impresionante capacidad de penetración en las altas esferas del poder de un país que hace alarde de sus estupendas condiciones de seguridad.

La Yakuza se nutre de las más diversas actividades, entre ellas la prostitución, el contrabando y las apuestas. Sus tentáculos suponen el minucioso conocimiento del funcionamiento del poder. La extorsión a políticos que enredan en sus negocios turbios y después sobornan con la amenaza de denunciarlos por corrupción es una importante fuente de financiación.

Entre los rituales característicos de la Yakuza se destaca el Yubitsume, una regla que impone la amputación de un dedo como castigo a aquel que haya fallado en alguna misión. Es, sin embargo, una sanción menor, y no es raro encontrar personajes con varios dedos mutilados. Una falta mayor se paga con la vida. También es conocida la tradición de tatuarse el cuerpo entero con diseños que rinden tributo a las insignias de cada banda. Es una comunidad que no sólo se asegura de que a sus miembros les resulte prácticamente imposible desertar, sino que busca que estos queden marcados de por vida.

Es una mafia tan sanguinaria como cualquier otra, pero hace alarde de un inquebrantable código de honor que castiga a aquellos que osan infringirlo. Sin embargo, cabe anotar que es una organización criminal que tiende a resolver sus disputas sin involucrar a los civiles, factor que, sumado a su extraordinaria capacidad de inmiscuirse en el poder 'legal', contribuye a que la sociedad nipona haya aceptado convivir con ella.