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LADRONES Y POLICIAS

En las favelas brasileras, que entre el diablo y escoja

28 de septiembre de 1987

El titular del Jornal de Brasil la decía todo: "Era un espectácula de circo". Y así fue. Durante arios días de la semana pasada, Río de Janeiro se ganó la atención del mundo por haber sido escenario de un evento en el cual hubo mucho ruido y mucha pólvora. ¿Algún carnaval insólito? ¿Quizás un desfile por las playas de Copacabana e Ipanema? Nada de eso. Tan sólo, Río vio un espectáculo como para ripley: dos "bandas" de policías, enfrentadas a dos bandas de ladrones.
Todo comenzó el martes pasado en el "morro" de Santa Marta, donde se encuentra una de las más conocidas favelas de Río, cuando dos peligrosos narcotraficantes, Zeca y Cabeludo decidieron disputarse la supremacía dentro de su barrio. El tiroteo entre los hampones acabó atrayendo a dos centenares de hombres de la Policía civil y militar de la ciudad, quienes tenían ante sí una oportunidad de oro para robarse el show.
Sin embargo, nadie contaba con lo que iba a suceder entre las dos polícias. Por una parte, estaba la policía civil (normalmente dedicada a labores de inteligencia) y, por otra, la militar (dedicada al orden público). A pesar de ser órganos estatales de vieja data, la rivalidad entre ambos cuerpos es conocida. Es por esa razón, que cuando comenzó el tiroteo en Santa Marta y llegaron las cámaras de televisión, cada policía creyó tener ante sí la oportunidad precisa para capturar a Zeca y Cabeludo y ganarse el reconocimiento del público.
El resultado acabó siendo bien diferente. Después de un tiroteo impresionante, la favela quedó tranquila, pero no la Policía. En primer lugar, tanto Zeca como Cabeludo huyeron del lugar y ninguno de los miembros claves de sus respectivas bandas fue capturado. Pero esa no fue la parte grave. Al requisar el sitio, la Policía decomisó un arsenal "digno de las milicias libanesas", según expresión de un corresponsal. Entre otras cosas, se encontraron ametralladoras Uzi de fabricación israelí, fusiles Fal de Bélgica, M-16 americanos, pistolas y revólveres de diferentes calibres y armas brasileñas, reservadas exclusivamente para el uso de las Fuerzas Armadas de Brasil.
Las armas acabaron siendo la piedra de escándalo. Miembros de la Policía militar fueron acusados por un denunciante de haberle vendido ametralladoras y pistolas a los habitantes del morro, a cambio de dinero y de dosis de cocaína.
Semejante episodio revivió entre los comentaristas la vieja discusión en torno de la enorme corrupción que hay en la Policía brasileña y a la creciente delincuencia que hay en las calles de ese país. Se estima que solamente en Río de Janeiro hay 50 mil delincuentes, cifra que equivale a la población penitenciaria de Francia.
Esa impresión acabó siendo confirmada por un episodio bastante más trágico que el de la favela de Santa Marta. El mismo martes en que la Policía de Río entraba disparando al morro, la de Sao Paulo daba de baja a Fernando Ramos Da Silva, más conocido como Pixote, quien interpretó en 1982 la película del mismo nombre, dirigida por Héctor Babenco. Da Silva, cuyo papel era el de un huérfano que acaba como delincuente, terminó pareciéndose en la vida real al personaje de su película. Después de haber conocido la fama, el muchacho (que murió a la edad de 19 años) comenzó a hacer robos callejeros, fue detenido tres veces y terminó siendo abaleado cuando realizaba un asalto a mano armada en un suburbio de Sao Paulo. El episodio, que tuvo resonancia internacional, acabó poniéndole nombre propio a una situación que es pan de todos los días en el país más grande de Latinoamérica.