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Lamento boliviano

Tras los violentos disturbios causados por sus medidas económicas, el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada intenta estabilizarla.

23 de febrero de 2003

El anuncio del 'impues-tazo' del 12,5 por ciento de los salarios desembocó en un motín policial que terminó con enfrentamientos entre agentes y soldados, 33 muertos, 150 heridos, desórdenes populares y edificios quemados en pleno centro de La Paz. Desde ese estallido social, ocurrido hace más de una semana, el gobierno boliviano enfrenta el reto de dar un timonazo suficientemente efectivo como para recuperar el control del país.

Sánchez de Lozada se vio obligado a echar para atrás la medida, pero la cosa no paró ahí. La presencia de francotiradores en medio de los desmanes ha servido para un cruce de acusaciones entre el gobierno, que sostiene que se trató de asesinar al presidente, y la oposición, que argumenta que lo que buscaba el Ejecutivo era encontrar excusas para dar un autogolpe. Aunque la investigación ya está en marcha y se pidió la supervisión de la OEA, todavía no es claro cuál tiene la razón.

A pesar de que se trata de un país acostumbrado a los golpes militares y los levantamientos populares a lo largo de su historia, no es exagerado afirmar que los acontecimientos de las últimas dos semanas han sido los más graves durante las dos décadas de estabilidad democrática, y sus consecuencias aún están por verse.

Gran parte de la desconfianza popular se debe a la figura misma de Sánchez de Lozada, que apenas cumple los primeros seis meses de su segundo mandato. Goni, como le apodan sus seguidores, ya había sido presidente en 1995. Se crió en Estados Unidos y se dice que su inglés es mejor que su español, el cual habla con un evidente acento. Para muchos nunca entendió la realidad del país, gobernó de espaldas a la gente y fue demasiado obediente con el Fondo Monetario Internacional, FMI, al perseguir metas demasiado ambiciosas y calcular mal el impacto social de las medidas.

La imagen empresarial y agringada de Sánchez de Lozada en el país más pobre de Suramérica, donde dos terceras partes de la población es indígena tampoco le ha favorecido. "Es un descontento no sólo por el fondo sino por la forma. Su color de piel, su acento, entraron a jugar en contra", dijo a SEMANA Carlos Sandi, editor político de El Diario, uno de los principales periódicos de La Paz.

A pesar de sofocar las manifestaciones violentas en La Paz, el panorama para Goni sigue siendo incierto. La oposición lo culpa de lo ocurrido y 6.000 manifestantes marcharon el lunes pasado para pedir su renuncia. Evo Morales, el líder de la oposición, pidió bloquear las vías al tiempo que la Central Obrera Boliviana convocó un paro de 48 horas.

Por lo pronto el gobierno trata de acercarse al pueblo y anunció un plan de austeridad para dar ejemplo. Como consecuencia los 18 ministros dimitieron para permitir a Sánchez de Lozada rearmar su gabinete, que se reducirá a 12 ó 13 ministerios, al tiempo que el presidente, quien es un rico empresario, anunciaba que renunciaría a su salario. De acuerdo con Jorge Lazarte, ex magistrado de la Corte Nacional Electoral durante 10 años consultado por SEMANA, "el país está esperando grandes señales y acciones y las medidas no son suficientes. Es lo mínimo que el gobierno puede hacer, pero es obvio que se necesita mucho más".

Los organismos internacionales están interesados en mantener la estabilidad democrática, y todo parece indicar que a partir de ahora van a adoptar una posición más flexible frente a Bolivia, sin embargo, tal como manifestó Lazarte, "la pregunta sobre si el actual gobierno concluirá su mandato todavía continúa abierta".